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sábado, 24 de octubre de 2020

¡Al fin una buena noticia!

 Ya hacía falta una buena noticia en este nefasto 2020, año cuando se soltó la jauría neoliberal aprovechando el shock de la pandemia, y salió a llevar hasta las últimas consecuencias el nefasto proyecto que llevan adelante desde lo que ya parece una eternidad.

Rafael Cuevas Molina/ Presidente AUNA-Costa Rica


El contundente triunfo contra viento y marea del MAS en Bolivia devuelve la esperanza y muestra la verdad de lo tantas veces repetido, pero otras tantas olvidado: solo la unidad puede abrir nuevos horizontes para poner freno a este nefasto modelo, sin ella no hay futuro, y a quiénes no la logran solo les queda el lamento y las lágrimas encima de los restos del naufragio.

 

No hay secreto ni fórmula escondida en el libro de las pócimas mágicas: dispersos seguiremos siendo apaleados, y por más que se grite y se proteste no habrán oídos que escuchen, ni voluntad que se mueva en dirección opuesta a los grandes intereses del capital.

 

Si nosotros no lo tenemos claro, otros no lo pierden nunca de vista y lo convierten en estrategia principalísima de su accionar político. Los grandes medios de comunicación se especializan en ello, y llueven sobre mojado un día sí y otro también, machaconamente, propiciando la desconfianza y el enfrentamiento.

 

Bolivia es un campanazo que deja muchas lecciones. Nos ha mostrado también que, como repitió tantas veces Álvaro García Linera, estando en el poder la izquierda debe ser eficiente para poder cumplir las aspiraciones de nuestros pueblos empobrecidos, mejorar su calidad de vida, administrar bien el Estado. Debería ser, como la unidad, parte de su ABC. Si en Bolivia las masas respondieron contundentemente, fue porque con el MAS vivían mejor, no solo porque tuviera un discurso que las ponía a ellas en lugar privilegiado.

 

También pone en evidencia lo tan reiteradamente mostrado y demostrado: que no se puede confiar en la OEA, que es un organismo nefasto, refugio de lo peor de América Latina, empezando por su Secretario General. Una institución que no se toca el alma para mentir descaradamente, para complotar abiertamente, y que es un instrumento de los intereses estadounidenses en la región.

 

La OEA ha tocado fondo con Luis Almagro, un hombre cínico, marrullero, que no duda en clavar el puñal por la espalda. Lo hizo hace un año en las elecciones que le robaron a Evo. Llegan sus famosas misiones de observadores, que no son más que rejuntados de lo más rancio de la derecha continental, y meten la zancadilla. Son el árbitro vendido, la punta de lanza de las estrategias reaccionarias, el enemigo que logra entrar en la casa y termina echando a sus habitantes. Enseña mucho Bolivia, ojalá que lo que nos muestre en el futuro sea tan aleccionador e iluminador como lo que nos ha enseñado hasta ahora, porque se le vienen tiempos difíciles, tal vez no muy evidentes ahora en medio de la euforia por el contundente triunfo electoral. No la van a dejar respirar, van a tratar de asfixiarla, la van a cercar de todas las formas posibles porque es un mal ejemplo, porque muestra que sí se puede, que esa nefasta historia que nos han vendido, que el neoliberalismo no tiene alternativa, no es cierta, que aún en las más adversas condiciones se puede salir adelante.

 

Y ojalá también que sigan las buenas noticias y los chilenos salgan contundentemente airosos en su plebiscito, que el impresentable de Donald Trump se vaya de la Casa Blanca y, para culminar, los cubanos pongan a punto su vacuna contra el Covid-19, la única en la que se puede confiar plenamente, en manos de científicos humanistas de una revolución triunfante, y no de megacorporaciones farmacéuticas que lucran con nuestra salud.

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