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sábado, 24 de octubre de 2020

Bolivia, ¿el inicio de una nueva oleada?

 En contra de las tesis de los agoreros del fin de ciclo, la vuelta del MAS al poder en Bolivia y la derrota del golpismo, en los estertores de la administración de Donald Trump en los Estados Unidos, nos acerca a la idea de la revolución por oleadas que propuso el exvicepresidente Álvaro García Linera como marco interpretativo del tiempo que vivimos.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica


Luis Arce, presidente electo de Bolivia
En 2005, Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS) irrumpieron con fuerza en el mapa político regional al obtener un contundente triunfo en las elecciones presidenciales de ese año: 52,7% de los votos respaldaron su candidatura, frente al 28,6% del fugaz expresidente Jorge Quiroga, heredero político del General Hugo Bánzar, hoy devenido en líder de la oposición y entusiasta abanderado de la restauración neoliberal. La llegada al Palacio Quemado de La Paz del primer presidente indígena de Bolivia y de América Latina fue el corolario de una larga trayectoria de luchas antineoliberales y antiimperialistas, que daba paso ahora a un nuevo momento: el del ascenso de la generación del bicentenario y los gobiernos nacional populares. Quince años más tarde, y a pesar del golpe de Estado que se perpetró en noviembre del 2019 contra Evo, en el que participaron activamente el Departamento de Estado de los EEUU, el Secretario General de la OEA y sus operadores camuflados de observadores electorales, el MAS volvió a cimbrar  los cimientos políticos de nuestra América con una victoria épica -por el cúmulo de adversidades que debió enfrentar, desde el más perverso racismo hasta el más obtuso y grosero neopentecostalismo- en los comicios del pasado 18 de octubre.
  

Encabezada por el exministro Luis Arce, artífice del llamado milagro boliviano que le permitió al país andino registrar un crecimiento económico anual del 5% durante una década; y secundada por el excanciller David Choquehuanca, una de las figuras más emblemáticas de los procesos de integración regional nuestroamericana de la primera década del siglo XXI, la fórmula del MAS superó el 55% de los votos contra el 28,8% de su rival más cercano, el expresidente neoliberal Carlos Mesa: un resultado que mejora el porcentaje de apoyo que recibió Evo en su primer mandato, lo que no es un dato menor. Además, controlará con mayoría propia la Cámara de Diputados y el Senado.

 

Todo esto ocurrió a pesar del inevitable desgaste que sufrió el MAS en casi dos décadas de gestión y de los errores que su propia dirigencia ha reconocido; pero también fue posible, entre otras cosas, gracias al incuestionable mejoramiento de la calidad de vida del pueblo boliviano bajo los gobiernos de Evo, a la constitución del Estado Plurinacional, a la recuperación del control sobre sus recursos estratégicos, y en particular, a la reivindicación de la dignidad de quienes siempre fueron oprimidos y condenados a la exclusión, y hoy se saben protagonistas de su historia.

 

El triunfo de la fórmula Arce-Choquehuanca llega en una coyuntura crucial para América Latina, dada la cercanía las elecciones parlamentarias en Venezuela (previstas para el próximo 6 de diciembre), el plebiscito en Chile (25 de octubre) que podría derogar la constitución pinochetista de 1980 y abrir la convocatoria a una Asamblea Constituyente; y un poco más allá, los comicios presidenciales en Ecuador (7 de febrero de 2021), Perú (11 de abril de 2021), Nicaragua y Honduras (ambas para noviembre del próximo año). El desenlace de estos eventos, sumado a los cambios que ya han tenido lugar en México y Argentina (donde también se celebrarán elecciones de medio período en 2021) con los gobiernos de Andrés Manuel López Obrador y Alberto Fernández (representantes del nuevo progresismo articulado en el Grupo de Puebla), podría modificar el balance de fuerzas políticas en la región, favorable en años recientes a la restauración neoliberal conservadora. 

 

Así, en contra de las tesis de los agoreros del fin de ciclo, la vuelta del MAS al poder en Bolivia y la derrota del golpismo, en los estertores de la administración de Donald Trump en los Estados Unidos, nos acerca a la idea de la revolución por oleadas que propuso el exvicepresidente Álvaro García Linera como marco interpretativo del tiempo que vivimos. La hora del repliegue podría estar dando paso a una nueva ola movilizadora con potencial expansivo, con una ventaja estratégica para nuestros pueblos, toda vez que, en palabras del intelectual boliviano, “esta generación que hoy está de pie vivió los tiempos de la derrota del neoliberalismo, vivió la victoria temporal de los gobiernos progresistas y revolucionarios, y ahora está en este periodo intermedio. Por lo tanto, tiene el conocimiento y tiene la experiencia para retomar la iniciativa”.

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