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sábado, 13 de marzo de 2021

Siete disparos por la espalda

 El pasado 23 de febrero se conoció que el Gran Jurado de Nueva York, había decidido no procesar a los siete agentes de policía de la ciudad de Rochester, involucrados en la muerte de Daniel Prude, un hombre afroamericano de 41 años, que murió a manos de estos policías el 23 de marzo del 2020. 

Pedro Rivera Ramos / Especial para Con Nuestra América

Desde Ciudad Panamá



Seis años antes, a principios de diciembre, otro Gran Jurado neoyorquino tomaba igual decisión, cuando exoneraba al policía blanco que estranguló el 17 de julio de ese año, al afroamericano Eric Garner de 43 años. Más recientemente, se anunció el 5 de enero de este año que un fiscal de Wisconsin, no presentaría cargos penales contra el policía blanco, Rusten Sheskey, que tres meses después del asesinato de George Floyd, ultimaba por la espalda a Jacob Blake, otro hombre negro estadounidense.  

“Nada está escrito con mayor certeza en el libro del destino que la libertad de esas gentes [los esclavos]; ni es menos cierto que las dos razas, libres igualmente, no puedan vivir bajo el mismo techo.” Estas palabras pronunciadas por Thomas Jefferson, tercer Presidente de los Estados Unidos y autor de la Declaración de Independencia en 1776, donde, entre otras cosas escribió, siendo todavía dueño de centenares de esclavos: que todos los hombres tiene derecho a “la vida, la libertad y la búsqueda de la igualdad”, sirven para demostrar que el problema de la esclavitud primero y del racismo después, es concomitante a toda la historia de la nación que hoy se llama Estados Unidos de América.


Por eso que el caso ocurrido el 23 de agosto de 2020 y que también quedará impune, donde un joven afroamericano de 29 años recibió siete disparos a quemarropa, por un agente de la policía del Departamento de Kenosha, estado de Wisconsin, cuando intentaba entrar en su automóvil donde además estaban sus hijos, solo vino a sumarse al asesinato de otro afroamericano, George Floyd, el 25 de mayo a manos de 4 policías de la ciudad de Minneapolis, junto al de tantos otros estadounidenses de esa comunidad, donde el móvil que subyace es el odio y abuso policial y racial.

 

Así como una ola de indignación y protestas antirracistas, se levantó por toda la nación estadounidense por el crimen contra Floyd y que pese a la brutalidad y violencia policiales de la Guardia Nacional estadounidense, se mantuvo por varios meses después en ciudades como Portland y Seattle, con el impulso del movimiento Black Lives Matter (“las vidas negras importan”), y que más tarde se extendieron hasta la ciudad de Wisconsin, donde otro joven afroestadounidense, esta vez llamado Jacob Blake y que estuvo esposado a una cama de hospital, debatiéndose entre la vida o la muerte y que ha quedado postrado de por vida en una silla de ruedas.

 

Ocho segundos le tomó al policía Rusten Sheskey descargar su arma sobre el cuerpo de Blake, mismo tiempo que les tomaba a civiles armados y supremacistas blancos, aparecerse en las protestas en las principales ciudades estadounidenses para dizque “sofocarlas”,  con el saldo de muertos y heridos que ya conocemos.

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