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sábado, 11 de diciembre de 2021

950 - 2950

 Hoy sabemos, también, que las diferencias entre los seres humanos son hechos naturales, mientras que las desigualdades son una construcción social. Encarar esa desigualdades en lo que son es indispensable para ejercer la especial responsabilidad que nos corresponde en el proceso de la Creación. 

Guillermo Castro H. / Para Con Nuestra América

Desde Alto Boquete, Panamá


“Donde yo encuentro poesía mayor es en los libros de ciencia, en la vida del mundo, en el orden del mundo, en el fondo del mar, en la verdad y música del árbol, y su fuerza y amores, en lo alto del cielo, con sus familias de estrellas, - y en la unidad del universo, que encierra tantas cosas diferentes, y es todo uno, y reposa en la luz de la noche del trabajo productivo del día.”

José Martí, 1895[1]


 “Y la tierra estaba desordenada y vacía”, dice una versión del Génesis[2], mientras otras hablan de un “caos total”[3], o de caos y confusión y oscuridad por encima del abismo”[4]. Desde ese punto de partida se inicia el relato de la Creación, cuya redacción se ubica convencionalmente entre el 950 y el 450 antes de nuestra era. 

 

Visto en su conjunto, la Creación que describe ese relato no es un momento del pasado sino un proceso de ordenamiento y transformaciones en curso desde el comienzo de los tiempos que conocemos, cuyo desarrollo incluye el de nuestra especie. Somos un componente relativamente reciente: apenas un par de millones de años, dentro de los 3,500 millones de presencia de la materia viviente en el planeta, hasta donde hemos llegado a saber.

 

Lo que nos distingue dentro de ese proceso es nuestra capacidad para el trabajo socialmente organizado en función de fines y objetivos de interés común. Así, a diferencia de las demás especies, que se limitan a utilizar los recursos que les ofrece su entorno natural, la nuestra transforma ese entorno para producir un medio adecuado a sus necesidades. 

 

Esto explica, por ejemplo, que los humanos tengan presencia en todos los ecosistemas del planeta, desde el círculo polar Ártico a las grandes cuencas tropicales -como las del Congo, el Mekong y el Amazonas – y los linderos de la Antártida. Así, por un brevísimo periodo en la historia de la vida, hemos venido a ser la especie dominante en el proceso de la Creación, al punto de que -al decir del premio Nobel de Química Paul Creutzen -, hemos generado con nuestra actividad una nueva era en la historia natural de la Tierra, a la cual propuso llamar el Antropoceno.

 

El ejercicio de esa capacidad de producción no está libre de conflictos. Por el contrario, buena parte de nuestras formas de desarrollo – tal como nos lo muestran los relatos del Génesis y el Éxodo, por ejemplo – están vinculadas a la disputa entre grupos humanos que procuran hacer usos mutuamente excluyentes de un mismo ecosistema, o imponerse unos a otros las funciones más duras en el proceso productivo.

 

En este sentido, los conflictos socioambientales hacen parte del desarrollo humanos a todo lo largo de nuestra historia.Un caso muy conocido es el del conflicto entre el agricultor Caín y su hermano, el pastor Abel, que desembocó en el asesinato del segundo por el primero. Aquí, Yahvé, nuestra conciencia, interviene en dos ocasiones. 

 

En la primera, advierte a Caín contra los peligros del rencor y la ira.[5] Y en la segunda, una vez ocurrido el crimen, pregunta a  Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?”, a lo que éste contesta con otra pregunta: “No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?”[6]

           

La respuesta de Caín ha tenido y tiene una enorme importancia en la historia de la Humanidad. El dilema fundamental del desarrollo humano está, en efecto, en la equidad en el acceso a sus beneficios. De allí nuestra aspiración a aquella prosperidad equitativa, culta y democrática, de presencia tan constante en el pensar de José Martí.

 

Hemos aprendido desde hace miles de años que, en efecto, somos guardianes de nuestros hermanos, como ellos lo son de nosotros. Hoy sabemos, también, que las diferencias entre los seres humanos son hechos naturales, mientras que las desigualdades son una construcción social. Encarar esa desigualdades en lo que son es indispensable para ejercer la especial responsabilidad que nos corresponde en el proceso de la Creación. 

 

Ese proceso avanzará en la medida en que seamos capaces de dar respuesta positiva a la pregunta de Caín, entendiendo que esa fraternidad incluye a todos los seres con los que compartimos nuestra casa común. Nuestra capacidad de responder fraternalmente ante las amenazas que hoy acosan al proceso de la Creación, generadas por el gran desorden que ha dado origen a la crisis ambiental, depende de nuestra capacidad para organizarnos de una manera en que podamos trabajar con la naturaleza y ya no contra ella.

 

Nuestra capacidad para entender y hacer esto fue intuida con especial ternura por Francisco de Asís en 1224 en su Cántico de las Criaturas. Hoy podemos compartirlo con todos aquellos con quienes compartimos en común el impacto de la crisis detonada por la pandemia, y la tarea de construir una normalidad que sea nueva por lo distinta que llegue a ser de la que nos condujo al caos y la confusión que nos amenazan hoy:

 

Altísimo y omnipotente buen Señor,
tuyas son las alabanzas,
la gloria y el honor y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, te convienen
y ningún hombre es digno de nombrarte.

Alabado seas, mi Señor,
en todas tus criaturas,
especialmente en el Señor hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.

Y es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.

Alabado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento
y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,
por todos ellos a tus criaturas das sustento.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual iluminas la noche,
y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.

Alabado seas, mi Señor,
por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.

Alabado seas, mi Señor,
por aquellos que perdonan por tu amor,
y sufren enfermedad y tribulación;
bienaventurados los que las sufran en paz,

porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor,
por nuestra hermana muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

Ay de aquellos que mueran
en pecado mortal.

Bienaventurados a los que encontrará
en tu santísima voluntad
porque la muerte segunda no les hará mal.

Alaben y bendigan a mi Señor
y denle gracias y sírvanle con gran humildad.

 

Esto es tanto más importante por cuanto nunca ha sido tan grave la amenaza a la continuidad de la presencia humana en el proceso de la Creación. La crisis que ecaramos puede llevarnos, en lo que resta de este siglo, tanto al fin de nuestra historia como a una etapa nueva, en la que los humanos podamos garantizar la sostenibilidad de nuestro propio desarrollo a través de la del entorno natural del que depende nuestra existencia, haciendo realidad aquella unidad del universo de que hablara José Martí a la niña María Mantilla.

 

Alto Boquete, Panamá, 10 de diciembre de 2021

 


NOTAS:

[1] Carta a María Mantilla” [1895]. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. XX: 218 – 219:

[2] Reina-Valera (1960): Génesis, 1:2. https://www.biblegateway.com/passage/?search=G%C3%A9nesis%201&version=RVR1960

[3] https://biblia.com/bible/nvi/g%c3%a9nesis/1?culture=es

[4] https://www.vatican.va/archive/bible/genesis/documents/bible_genesis_sp.html

[5] Yahveh dijo a Caín: «¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro?¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar.» Ibid, 4:6-7

[6] Ibid., 4:2-9.

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