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sábado, 29 de enero de 2022

Honduras en su hora cero

 El proyecto del nuevo gobierno se autocaracteriza como socialista, y eso causa escozor en la derecha latinoamericana que, asustada, ve como llegan al poder fuerzas sociales que, por lo menos, se plantean algunas medidas para paliar los daños causados por tantos años de neoliberalismo.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica


Xiomara Castro asumió la presidencia de Honduras, el país en el que se inspiró el escritor estadounidense O. Henry para construir en 1904 el estereotipo de la Banana Republic. Desde entonces, el país no ha logrado impulsar un proyecto de nación incluyente y soberana y se encuentra a la zaga del desarrollo en América Latina, lo cual ya es mucho decir.

 

Su posición geográfica la hace apetecible para tirios y troyanos. Los Estados Unidos la ven como un gran portaviones que usan para afianzar su presencia en la cuenca del Caribe, y el narcotráfico como plataforma ideal para el traslado de la droga hacia el norte, en dónde está su principal mercado.

 

Es un río revuelto ideal para que pescadores inescrupulosos lancen sus redes y eso han hecho. Los Estados Unidos tienen un enclave militar que les es fundamental, la base de Palmerola, que ha utilizado a vista y paciencia de todos durante décadas para cometer tropelías imperiales. Desde ahí se organizó y apoyó a la contra, que desangró a Nicaragua durante la década de los 80, y fue también el sitio al que fue llevado Manuel Zelaya cuando lo derrocaron en 2009. ¡Vaya historial el suyo! Y aún así, la vicepresidenta norteamericana llega a la toma de posesión como si nada de eso hubiera pasado, campante, con cara de buenos amigos. No debe de haber sido muy agradable para ella, sin embargo, tener que codearse con féminas latinoamericanas de la estatura de Cristina Fernández, quien un día antes del traspaso dejó claro lo que piensa sobre Estados Unidos en una charla en la universidad, y Dilma Rousseff, expresidenta de Brasil.

 

Sustituye Castro a un gobierno que hace honor a la caracterización de Banana Republic, avorazadamente cleptómano y corrupto, del que incluso hasta sus más entrañables socios reniegan. Ahí está el hermano del hasta ahora presidente condenado en Estados Unidos por vínculos con el narcotráfico, y al mismo presidente embarrado hasta las cachas. Sin embargo, el hecho mismo de que un mafioso de esa dimensión y calaña no sea juzgado y condenado en su propio país muestra la incompetencia del sistema judicial hondureño.

 

En su discurso de traspaso de la banda presidencial, dicho en un acto al que el presidente saliente no asistió, Xiomara Castro mencionó las condiciones materiales oprobiosas en la que vive hasta el 75% de los hondureños, que los deja sin horizonte en su propio país y los obliga a migrar hacia el norte arriesgándose en un trayecto en el que no pocos han perdido la vida, mientras bancos usureros lucran con las remesas que envían quienes logran llegar.

 

El proyecto del nuevo gobierno se autocaracteriza como socialista, y eso causa escozor en la derecha latinoamericana que, asustada, ve como llegan al poder fuerzas sociales que, por lo menos, se plantean algunas medidas para paliar los daños causados por tantos años de neoliberalismo.

 

Pero si se pone atención, lo que propone son apenas políticas de contención de tanto estropicio causado. Nada radical, nada que huela a comunismo. Pero ni aún este programa tibio lo salvará del sabotaje, la infamia y la agresividad de la derecha. Y atrás de todo eso, organizando, apoyando y financiando estarán, siempre, indudablemente, los Estados Unidos, los representados por Kamala Harris en el acto del jueves pasado.

 

Por la experiencia que tenemos de toda la vida en América Latina, pero especialmente de la que hemos acumulado en estos años que llevamos del siglo XXI, sabemos que el gobierno de Xiomara Castro no la tendrá fácil: a las condiciones descalabradas que recibe se sumarán las zancadillas y las agresiones de los mismos de siempre. La difamarán, le condicionarán prestamos y ayudas, le pondrán sanciones y acudirán en caballo blanco y en tropel los aliados europeos de Washington. Todos de rasgarán las vestiduras por la democracia que, sin que Castro haya ejercido la presidencia más de un par de días, auguramos que dirán que ha violado sus reglas.

 

Ojalá que sepamos que todo ese aparato de sabotaje ya está montado, y que como latinoamericanos que queremos lo mejor para nuestra tierra no debemos dejarnos embaucar por esos cantos de sirena. ¡Fuerza Honduras!

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