Las amenazas se han puesto a la orden del día, y quién más quien menos tiene algún garrote que blandir frente a las narices de otro. Se dicen airadamente las cosas, no se encuentra el tono moderado, y cualquiera insinúa que está a punto de saltar sobre el cuello del que le ha tocado ser su enemigo.
En todas las esquinas del mundo hay alguien vociferarando, que se siente ofendido y con derecho a reivindicarse frente a otro que cree que no le llega a los talones, pero que se ha atrevido a cuestionarle. En cualquier balcón hay un patán escupiendo a quienes pasan por la calle, y no faltan los que se ocupan de quebrar los cristales del vecindario entendiendo que tienen derecho a desfogar su frustración.
En las graderías los hinchas aupan a quienes tratan de defenestrar al contrincante en la arena del circo. Los gladiadores sacan a relucir las armas más estrambóticas, y dejan entrever que en los túneles del Coliseo tienen guardadas otras peores que harán que cunda el pánico en el mundo.
Envalentonados, todos quieren participar, entrar al ruedo en donde se está toreando a la bestia para escarmentarla. Desde la barrera lanzan improperios y se sienten parte de algo que les da la sensación de pertenecer a la manada. Sintiéndose protegidos por ser parte de la patota, se atreven a cosas que dejarían de hacer en sano juicio.
Algo se ha desgonzado y ha dejado al mundo girando caoticamente, lanzando al espacio sideral los límites que mantenían las cosas en su sitio, las normas cuya transgresión producía vergüenza, censura y rechazo. Estamos prisioneros en un planeta en el que se han perdido los papeles y prima el todo vale.
En medio del revoltijo salen gananciosos los que se las dan de vivos, los que saben moverse turbiamente y han hecho acopio de artimañas. Todos sabemos lo que son, lo que pueden dar y lo que terminarán haciendo, pero les seguimos el juego como que solo fuera eso, un juego, y luego volvemos la vista hacia otro lado.
Es en un tropel desbocado en el que estamos viviendo. Azuzados, hemos perdido el recato, la cordura, la contención que se supone nos da barniz civilizado, de humanidad avanzada, de progreso humano. Seguimos siendo los mismos: con solo rascarnos un poco aparece el grotesco bípedo bamboleante que ve contrincantes que le quieren arrebatar el almuerzo en todas partes, y mostramos los dientes, crispamos los puños y lanzamos estridentes gritos amenazantes. Desapareció la sensatez y quedó el mono desnudo.
Que esta pasando con el mundo. Parece que estamos perdidos en una nau de ladrones y bandidos. Donde estan aquellos que creen en justiicia y la democracia. Yo creo en la democracia y en la justicia. Donde estan aquellos que en la calle, dibuhaban hermosos colectivos y grandes propuestas de justicia social. Tienen miedo o no crean mas en nada.Tenemos que reagir para no sermos masacrados por estes hombres que solo saben robar el pueblo.Fuerza compas o perdemos todo
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