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sábado, 29 de octubre de 2022

Argentina: Después de las palabras ¿hay esperanza?

 En esta amada y desde siempre codiciada región, la más desigual y sin igual en gentes y recursos, agotamos momentos colmados de discursos, prietos de esperanza. Vitalidad de vida de cientos de millones que seguimos levantándonos, caída tras caída.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina


Este jueves 27 de octubre se celebró la III Cumbre de Cancilleres de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños Celac y de la Unión Europea, en el Centro Cultural Néstor Kirchner, convocada por Argentina con el objetivo de reforzar el diálogo birregional.
La fecha coincide con el doceavo aniversario del ex presidente Néstor Kirchner, cuyo nombre identifica a ese maravilloso espacio cultural que alguna vez alojó al Correo Argentino.

 

Imposible no relacionar dos hechos que convoca la fecha en dos momentos particulares del país y la región. Imposible no acudir a la memoria, cuando las violentas derechas manipulan el olvido, sepultan en el pasado las luchas populares, imponiendo ideas aberrantes dentro de la distopía a la que han condenado al mundo.

 

Descreídos de la política tras la vergonzosa huida de Fernando De la Rua, al grito multitudinario “que se vayan todos”, en diciembre de 2001, cinco presidentes pasaron sin pena ni gloria hasta que Eduardo Duhalde asumió prometiendo llamar a elecciones.

 

La desintegración llegó a su punto más extrema junto con el nivel de pobreza, hito histórico de 62%. 

 

El granero del mundo, la tierra de las mieses y las vacas, miraba con indiferencia las miles de personas hurgando la basura. Perdidos como en un cataclismo, nos costaba mirarnos al espejo y reconocer quiénes éramos, mucho menos recordábamos de dónde veníamos; aunque sí sabíamos quienes nos habían llevado a tal estado de destrucción. Demasiado sufrimiento colectivo: muertes, represiones, persecuciones, proscripciones nos habían reducido a siluetas sombrías vagando sin cesar, indagando y rumiando la estafa del corralito, golpeando las puertas de los bancos que no liberaban los ahorros de la gente. Volvimos a las ollas populares en las esquinas, comederos en barrios y escuelas, al trueque de bienes y servicios y, circularon monedas provinciales de dudoso respaldo. 

 

La carísima ilusión del uno a uno, se desplomaba al cabo de una década de la mano de la misma persona, Domingo Felipe Cavalho. La pesificación tuvo ganadores y perdedores. Ganaron los de siempre y perdieron los de siempre, y no es un juego de palabras. Tal vez por eso siempre nos estamos preguntándonos ¿qué hay después de las palabras? ¿Hay esperanza? Y sí, después de aquel infierno, volvió la esperanza desde el remoto sur, en forma de pingüino.

 

Carlos Néstor Kirchner asumió con un 22% la presidencia, luego que Menem renunciara a una segunda vuelta. Pocos lo conocían, pero su decidida acción de dar batalla, impuso a la política por sobre la economía. Dio vuelta la taba, se ganó el apoyo de los millones de desclasados y trabajadores desalentados de tanto ninguneo. Volvió la esperanza. 

 

Luego vino la Cumbre de Mar del Plata en 2005 y el rotundo No al ALCA, que aún retumba el Al carajo de Chávez. Allí comenzó la primera ola del progresismo con Lula, Evo, Correa y muchos más, Fidel Castro estaba vivo, alentando que hasta envió a la estrella del fútbol, Diego Maradona que estaba en la isla recuperándose.

 

Volviendo a Néstor, “el tipo que supo”, según título del libro del periodista Mario Wainfeld, se nos fue un domingo de 2010, justo cuando se realizaba en el país el censo de población y vivienda. La noticia comunicada a las 10 de la mañana, paralizó al país que hasta los censistas perplejos exclamaban ¡qué hacemos ahora! ¿seguimos con el censo? Desde luego que seguimos luego de ese baldazo de agua fría que nos paralizó por un instante.  

 

Ahora es distinto, hay un mundo diferente, golpeados por la pandemia y la guerra de Ucrania, el progresismo regional es distinto del anterior, parafraseando a Bernardo de Chartres, somos enanos sobre los hombros de gigantes. 

 

Dentro de las menguadas posibilidades actuales, debilitados por los graves acontecimientos sufridos, nuestros líderes se han movido con cautela, con pies de plomo. No en vano les hemos reclamado su tibieza. No han podido satisfacer las expectativas pendientes. Ya lo expresaron ante Naciones Unidas, organismo que tampoco responde a los objetivos para los que fue creado. 

 

En ese sentido, hay que seguir insistiendo y confiando en el diálogo y el debate. Es decir, volver al valor de la palabra, evitar malos entendidos, cuyas consecuencias son evidentes. Tan evidentes y a la vez tanto urge fortalecer las relaciones de esta III Cumbre de Cancilleres de la CELAC y la Unión Europea, puesto los grandes desafíos del momento.

 

Tal como expuso Alberto Fernández en su carácter de presidente pro tempore de la CELAC, ante representantes de la UE. “La pandemia dejó la injusticia del sistema internacional, no salimos mejores. Los que eran buenos resultaron buenísimos pero los que eran malos, resultaron malísimos y con este escenario solo podemos esperar que el proceso de desigualdad se profundice. Si el mundo ha vivido mal por muchos años ha sido por la bipolaridad entre dos potencias y lo que no debemos permitir, es que se instale una nueva bipolaridad. No estamos condenados a ser la economía primaria a que nos quieren obligar, estamos obligados a industrializar nuestra producción primaria, agregarle valor para aumentar trabajo. Estamos en un tiempo donde el trabajo es central. En estos tiempos de desazón, los cultores del odio tienen mucha facilidad para sembrar su prédica; porque en una sociedad desalentada las palabras más violentas surten más efecto que las palabras reflexivas. Y llamo la reflexión a todo el continente, a mí continente, a mí América Latina. No quiero que en ningún lado no se respete la democracia. No quiero que en ningún lado no se respete el veredicto popular. No quiero que en ningún lado se tergiversen los procesos electorales que están en marcha, porque tenemos que ponernos muy duros con los violentos, con los cultores del odio. Ya no hay más lugar para seguir sufriendo. Tenemos en América Latina los recursos que Europa está necesitando; necesitamos de Europa la tecnología la investigación la ciencia que hacen falta para poder aprovechar mejor nuestros recursos. Tenemos una historia común, tenemos un pasado común, ingrato por momento, pasó muchos años, es hora de que, de una vez por todas, unamos fuerzas y no caigamos otra vez en los mundos de discursos únicos, respetemos la multilateralidad y crezcamos juntos.” [1]

 

Por su parte, Josep Borrell, jefe de la diplomacia de la UE, alertó que el mundo se dirige a una recesión global producto de la pandemia de coronavirus y la guerra de Ucrania, y convocó a los estados de América Latina y el Caribe a colaborar con el Viejo Continente en la promoción de la paz, la democracia y los derechos humanos. Llamó a renovar la asociación birregional de sendos bloques y ponerla al servicio de la paz en el mundo y al desarrollo sostenible de los pueblos. Tenemos que intensificar el diálogo político entre ambas regiones, haciendo hincapié en el reconocimiento de la crisis que atraviesa el mundo a causa de la pandemia y la guerra de Ucrania.[2]

 

Volvemos entonces adónde jamás debimos salir, el diálogo, la discusión, la búsqueda de consensos. En definitiva, a las palabras, a concederles ese valor prístino que jamás debieron perder. Después de las palabras debe haber entendimiento, comprensión, atributos propios de una convivencia en paz, armonía, equilibrio e igualdad.

 

Después de las palabras debe estar la esperanza; la esperanza de un mundo mejor.



[1] Discurso de Alberto Fernández, discurso inaugural de la reunión plenaria Celac-UE, 27 de octubre de 2022.

[2] Telam.com.ar

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