Invitado a participar de la reunión de la Fundación Internacional por la Libertad que preside el nobel Mario Vargas Llosa, el ex presidente Mauricio Macri expresó: “la sociedad argentina debe ser la más fracasada de los últimos 70 años”…”Era de las 5 más ricas y hoy estamos llegando a niveles de pobreza del 50% en muchas regiones del país. Eso es mucho dolor, mucha tristeza. Mucha gente angustiada, desesperanzada, no entiendo el por qué.”[1]
Sólo él puede decirlo, frente a Vargas Llosa, liberal converso que alguna vez apoyó a la Revolución Cubana y de Gerardo Bongiovanni, presidente de la Fundación Libertad de Rosario, sede argentina de la presidida por el escritor peruano español.
Tan fracasada es la sociedad argentina que su padre, Franco Macri, llegó de Calabria en 1949 y en los últimos 70 años que menciona, construyó un imperio económico a expensas de la obra pública, siendo uno de los ocho grandes grupos beneficiados por la última dictadura cívico militar.
Sólo allí puede preguntarse el porqué de tanto dolor y desentenderse con la misma impunidad y cara de yo no fui como lo ha hecho siempre. Envalentonado entonces por los aires madrileños es que retoma su campaña rápido y furioso, para los próximos veinte años de crecimiento que augura en sus propuestas.
Desligando responsabilidades, viendo desde la platea como eterno dueño de la pelota, sabe que su prédica anodina conforma el relato meritocrático de aquellos que creen que su vida y fortuna responde al esfuerzo personal exclusivamente, negando el hecho de que el ser humano es el que mayor ayuda requiere desde que abre los ojos y, con más de una década caminando, sigue adoleciendo.
Su propia biografía lo desmiente, como primogénito que era, su padre lo llevaba a ver las obras que realizaba, intentando que siguiera sus pasos. Desde luego que no los siguió, por lo que mantuvieron una relación compleja y contradictoria, sufriendo el maltrato y el desprecio paterno. Situación que tal vez explique estas salidas rápidas y furiosas, cuyas consecuencias pueden ser catastróficas.
Fiel a su estilo, el 18 de octubre se hace el lanzamiento de ¿su? nuevo libro, ayudado por el ex secretario de cultura de su gestión Pablo Avelluto, titulado: Para qué. Aprendizajes sobre liderazgo y poder para ganar el segundo tiempo, editado por Planeta.
En acotadas palabras discurre en lo que acordaba con Vargas Llosa, cuando lo visitó siendo presidente.
Rápido y furioso, cuestiona que su gradualismo fue producto de debilidad y no de su vocación. El próximo gobierno será más fuerte y su fortaleza requerirá que reformas estructurales se sancionen en las primeras horas. La pobreza y el desempleo no pueden esperar.
Olvida que lo primero que hizo fue nombrar dos ministros de la Suprema Corte por DNU, como también olvidó la incumplida promesa de pobreza cero.
Dentro de las medidas iniciales deberá estar una reducción drástica del gasto público, eliminar el Estado elefantiásico, torpe e ineficiente, dejado por el kirchnerismo. El mismo discurso del ministro Alfredo Martínez de Hoz de la dictadura que tanto benefició los negocios de su familia.
No es necesario recordar que el ingeniero culpa de todos sus males al kirchnerismo y, vengativo como es, puso a la jauría judicial a perseguir a la vicepresidenta. Pero sigamos con sus sesudos consejos de aprendizaje.
Aboga por terminar para siempre con los planes en materia de políticas sociales y eliminar a los extorsionadores de la paz social. El viejo sueño de la dictadura de lograr la paz de los cementerios; sueño que en muchas jurisdicciones gobernadas por la oposición, se ha deslizado disfrazado en códigos de convivencia que penalizan el ejercicio del derecho de huelga o el corte de rutas, con el encarcelamiento de los dirigentes y multa para las entidades gremiales. De allí que insiste en el replanteo de qué sociedad y qué líderes, en materia de cortes de calles y de rutas.
También, en el segundo tiempo – prosigue – terminarán los gerentes de la pobreza. La intermediación parasitaria en materia de distribución de ayuda tiene que terminarse. Mucho mejor si no hay ayuda, debería decir sin tapujos.
Por eso, en relación al desempleo sigue siendo drástico, “aquellos que reciban ayuda solidaria del resto de los argentinos deberán saber que su duración en el tiempo será limitada. Deberán capacitarse para estar en condiciones de ingresar lo más rápido posible en el mercado laboral formal.”
En torno a la reforma laboral, reforma que viene impulsando desde hace tiempo, insiste en tener “la valentía de terminar de inmediato con legislaciones obsoletas en materia laboral, sindical, previsional y fiscal”. Es otro de sus aprendizajes en la presidencia. …”Lo que no se hace de entrada es muy probable que no se pueda hacer nunca.”
Ni El príncipe de Maquiavelo podría dar mejor mensaje. Claro que esta obra cumbre del pensamiento político moderno fue publicada hace cinco siglos.
Es un secreto a voces que siempre consideró al salario como costo que afecta directamente el precio final, por lo que debe ser lo más bajo posible, justificando como los países centrales, la constante mudanza de los centros fabriles a lugares donde la mano de obra es más barata.
En materia de importaciones estima que nuestras industrias tienen que saber que su tiempo para ser competitivas está llegando a su fin. El nuevo gobierno no estará en condiciones de seguir defendiendo el proteccionismo a costa del bolsillo de los consumidores.
En cuanto a las exportaciones – continúa aconsejando – deberemos construir una economía abierta y aprovechar las oportunidades que tenemos en el mundo para nuestros productos, sin que esto se traduzca en subsidios que pagan todos los contribuyentes. Juntos por el Cambio debe volver al poder con el objetivo de construir un capitalismo verdadero en la Argentina.
Ninguna de estas ideas son novedosas para esa Argentina futura que sueña el ex presidente. Al contrario, son tan viejas y retrógradas como las ilusiones de cualquier tirano que en un momento de soledad quiso dejar un legado expreso de sus deseos.
Elije escenarios afines donde sus pares comulgan el mismo catecismo liberal y excluyente, sabiendo que multiplicado por sus multimedios de comunicación, será adoptado justamente por sus víctimas, los pobres que votan como ricos. Triunfo de estos tiempos perversos que han deformado todas las instituciones democráticas y, sobre todo, pergeñado un atrofiado sentido común distorsivo de la realidad.
Más allá de esta letanía agorera de la plutocracia vernácula, la Argentina sigue siendo un país promisorio, con escasa y mal distribuida población para un territorio extenso, lleno de recursos y capacidades sociales invalorables que, sin la resonancia mediática, sigue reconstruyéndose progresivamente de la devastación neoliberal.
Excelente análisis
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