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sábado, 3 de junio de 2023

Ante el auge de las derechas

 El triunfo de la derecha en Chile, con ocasión del referendum sobre la nueva constitución, y en España en las elecciones locales y municipales, exige une seria reflexión de parte de los sectores progresistas, especialmente del ámbito cultural latino; más aún, si se ve la expectativa de un posible retorno a la Casa Blanca del Partido Republicano con o sin Trump. 

Arnoldo Mora Rodríguez / Para Con Nuestra América

Hay que señalar que este auge de las derechas no se da -como nada se da en la historia-  como un movimiento mecánico; la derecha ha aprendido que el poder no es eterno, pues lo pueden perder y, de hecho, lo han perdido –al menos parcialmente-  en diversas regiones del mundo; por lo que sus acciones son, ante todo,  una reacción inspirada más en el temor de verse definitivamente desplazados de la cúspide de la conducción del poder de la historia de la humanidad, no sólo política y económicamente, sino también culturalmente. 

Occidente, por primera vez en sus treinta siglos de estar en la cúspide de la historia, ve amenazada esa hegemonía hasta hoy indiscutible. Por eso no nos ha de extrañar que estén conscientes de que se juegan el todo por el todo, lo cual los hace más audaces y extremistas, recurriendo a los poderes tanto formales como las Naciones Unidas y una interpretación tergiversada del derecho internacional, como los fáctico, tales como los financieros, nucleares y  mediáticos. La “amenaza” que, para ellos, representan  las potencias emergentes del mundo hasta ahora considerado  periférico,  como China en lo financiero y tecnológico y de Rusia en lo militar, unido a la crisis estructural del sistema económico, militar,  político y cultural surgido de la 2da. Guerra Mundial, hace que hayan tomado conciencia de que se juegan el todo por el todo. 
 
Por el contrario, la izquierda parece estar todavía  engolosinada por su inocultable crecimiento y por sus impactantes triunfos, sin por ello  tomar con la seriedad que esto amerita, lo que implica hacer una revolución planetaria y asumir la hegemonía del poder, dando muestras con demasiada frecuencia, de tener una visión de corto alcance, y ver más sus divergencias domésticas que los factores de unidad, que deben suministrarle  una coherencia que inspire confianza  en los pueblos empobrecidos por la crisis imperante. Por eso, lo primero que deben  hacer las izquierdas es una autocrítica y no seguir con esa inveterada manía de echarle por todo las culpas a la reacción, como ella pudiera ser “buena”; la derecha es lo que es, no perdamos tiempo, recursos y energía en intentar cambiarla; en su fase de capitalismo imperialista, como la calificada con razón Lenin, hemos de distinguir la clase burguesa  del capitalismo imperial como modo de producción; el imperialismo es heredero de la expoliación de las colonias  desde la  llegada de los europeos a Nuestra América  a finales del siglo XV, seguida por los imperios coloniales europeos y, en especial,  el  Imperio Británico del siglo XIX, hasta llegar al imperio yanqui actual; la burguesía como clase social, por su parte, hizo las revoluciones liberales en contra de las monarquías absolutistas. Ese modelo hoy está agotado; por lo que ahora los movimientos de  izquierda deben unirse en torno a un  programa mínimo, que tenga en cuenta las características específicas de cada país, de cada sector social y del momento que ambos viven, siempre tomando en cuenta que los logros libertarios de la burguesía ascendente de antaño  deben ser  asumidos como suyos, dado que  el imperialismo capitalista se apoya en los movimientos filofascistas. Chile y España son actualmente el mejor ejemplo de lo dicho. 
 
Dentro de este contexto, considero que  el mayor error de las  fuerzas de izquierdas es enfatizar o acrecentar sus divergencias y no buscar los `puntos de encuentro y convergencia. Es necesario ponerse de acuerdo en la elaboración de un programa  mínimo estratégico o de principios en vistas a salvar la especie de su extinción y   de ahí  forjar un programa  de carácter coyuntural que tome en cuenta las características de cada país y región a tener de las contradicciones del “orden imperial” como preconizaba Mao, y debido al desarrollo desigual del mismo, como afirmaba Lenin, sin olvidar por ello  que las luchas populares se dan dentro de un contexto que fuera previsto por ellos, como es la amenaza inminente de la extinción de la especie humana. Para lograr tan noble objetivo, la primera e imprescindible condición – insisto- es forjar la unión de todas las fuerzas progresistas, pues, como decía Fidel, la unidad es la estrategia y la táctica de la victoria de loa causas populares.

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