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sábado, 3 de junio de 2023

Del pensar martiano

 Una parte sustantiva de la lucha por un  futuro que sea sostenible por lo humano que llegue a ser, se libra ya en todos los campos de la cultura. Ella demanda encarar y trascender todas las formas del dogmatismo neoliberal, para abrir paso a la renovación de las raíces del pensamiento crítico en nuestra América, que tiene en José Martí a uno de sus principales exponentes.

Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América
Desde Alto Boquete, Panamá

“De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento.”

José Martí, 1895 [1]


La organización del mercado mundial como un sistema internacional ha ingresado en una crisis de transición hacia un futuro aún indeterminado. Ese sistema se constituyó tras la desintegración de su previa organización colonial a lo largo de la gran guerra de 1914 - 1945. Lo fundamental de la obra martiana tomó forma en lo que va de 1875 a 1895, en la transición entre ambas fases de ese proceso.
 
 
No es de extrañar, por tanto, que en su plena madurez esa obra prestara especial atención a la necesidad de luchar por el equilibrio de un mundo cuyo desquiciamiento anunciaba su ingreso a su fase imperialista. La batalla por ese equilibrio es tanto más necesaria porque esta transición tiene lugar al cabo de medio siglo de hegemonía neoliberal, que hizo suyo el llamado a la lucha de la civilización contra la barbarie que caracterizó a las vertientes colonial y oligárquica del liberalismo en la segunda mitad del siglo XIX.
 
Una parte sustantiva de la lucha por un  futuro que sea sostenible por lo humano que llegue a ser se libra ya en todos los campos de la cultura. Ella demanda encarar y trascender todas las formas del dogmatismo neoliberal, para abrir paso a la renovación de las raíces del pensamiento crítico en nuestra América, que tiene en José Martí a uno de sus principales exponentes, como se hace evidente en particular en su ensayo Nuestra América, de 1891. Allí definió en su raíz el desafío que enfrentamos hoy, y el modo de encararlo, al advertirnos que no se trata de una batalla “entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza”[2], descartando de un golpe el eje mismo del pensar oligárquico de su tiempo – y del nuestro.
 
Esta situación demanda, así, el dominio del pensar martiano como expresión de una visión del mundo dotada de una ética correspondiente a su estructura. Esa tarea exige leer a Martí más allá de su indudable atractivo inmediato, para comprender el vínculo entre la actualidad de lo pensado en su obra y la vigencia de su pensar en la que nos corresponde hacer. En esta lectura debe atender a los riesgos del anacronismo y la fragmentación, para acceder a lo realmente esencial en la obra martiana: su compromiso con el mejoramiento humano, la utilidad de la virtud, y la lucha por el equilibrio del mundo.
 
Un ejemplo sencillo de estos riesgos consiste en nuestra reacción ante una oración de Martí en la que nos dice que el mundo “sangra sin cesar de los crímenes que se cometen en él contra la naturaleza.” Una lectura descontextualizada de este fragmento escrito en 1892 tendería a ser ecológica, y no faltaría quien proclamara a Martí como un gran precursor del ambientalismo de nuestro tiempo, etc. 
 
Aquí cabe observar, primero, que el uso del concepto de naturaleza en el pensar martiano es muy amplio y complejo, pues siempre concibe lo natural en su íntima relación con lo social. En este caso, el concepto está utilizado atendiendo a la creación de las condiciones culturales y políticas para la lucha contra el colonialismo español en Cuba, un eje fundamental del pensar martiano.
 
Visto así, Martí se refiere en este caso a las deformaciones impuestas al desarrollo humano por las secuelas culturales y morales de la esclavitud y el racismo, que en su tiempo constituían un obstáculo a la formación del frente patriótico necesario para llevar a cabo aquella lucha independentista. Así se aprecia en las líneas que anteceden a la cita, con la cual culmina Martí el fragmento del que forman parte:
 
Van y viene las corrientes humanas por el mundo, que hoy arrolla los pueblos del color que temió ayer, y funde el oro de sus coronas en cadenas con que atarlos al carro del triunfo. Desdeñó un día el sajón, y tuvo a menos, el trato y la amistad con el italiano o andaluz, porque por lo moreno de la cara se creía mejor que él; y luego el andaluz y el italiano desdeñan a los de tez más morena que la suya. Los esclavos, blancos o negros, fueron depuestos en largas generaciones, por el recuerdo de la esclavitud más que por la culpa del color, del derecho de igualdad, en la aptitud y en la virtud, de sus antiguos amos. El mundo sangra sin cesar de los crímenes que se cometen en él contra la naturaleza. Y cuando, con el corazón clavados de espinas, un hombre ama en el mundo a los mismos que lo niegan, ese hombre es épico.” [3]
 
Estos matices hacen parte de la historia de nuestra cultura y, por lo mismo, de la de nuestra vida política. Esa  riqueza ya acumulada permite plantear ya la tarea de identificar los conceptos fundamentales del pensar que nos ocupa. Naturaleza, patria, virtud son ejemplos de sencilla complejidad, expresados con una sola voz. Otros, como el de mejoramiento humano, tienen sin embargo una estructura más compleja.  
 
Ante estas dificultades, esa labor de investigación ha de distinguir dos planos convergentes de trabajo. El primero de ellos, vinculado a la estructura del pensar martiano, distingue entre los elementos estructurantes de la visión del mundo que nos ofrece la obra de Martí, y aquellos elementos estructurados por esa visión a lo largo del tiempo. 
 
Lo estructurado expresa aquí la mayor o menor actualidad de lo pensado por Martí en su circunstancia. Lo estructurante, por su parte, da cuenta de la vigencia del pensar martiano en la nuestra. Tal puede ser, por ejemplo, la relación entre sus advertencias sobre la necesidad de luchar por el equilibrio del mundo en el período ascendente del imperialismo, y la noción de ese equilibrio como referente activo en el análisis del conflicto en curso entre la visión unipolar y la multipolar que caracteriza la etapa en curso en el proceso de transición que vivimos hoy.
 
El segundo plano está referido al proceso de formación y transformación del pensar martiano en lo que va de sus tiempos al nuestro. Los tiempos de Martí – en lo que va de su paso por México en 1875-1876 a su exilio en Nueva York, entre 1881 y 1895 – son los de la consolidación en nuestra América del Estado Liberal Oligárquico, por un lado, y por otro los del desarrollo de la oposición liberal democrática a dicho Estado, que vendría a culminar en el gran ciclo revolucionario de las primeras tres décadas de nuestro siglo XX. Como es de imaginar, el sentido de los elementos del pensar martiano madura a lo largo de esos tiempos, y hace imprescindible conocer el alcance de ese proceso en lo que hace a sus sentidos para los tiempos nuestros.
 
Lo fundamental de la tarea -como nos dice Antonio Gramsci con relación al estudio de la obra de Karl Marx -, consiste en “estudiar el nacimiento de una concepción del mundo que no ha sido expuesta sistemáticamente por su fundador”. Y esto requiere “reconstruir el proceso de desarrollo intelectual del pensador”, para identificar los elementos “que han resultado estables y ‘permanentes’, es decir, que han sido asumidos como pensamiento propio”, pues sólo ellos “son momentos esenciales del proceso de desarrollo.” [4]
 
La escala del problema desborda la capacidad de un individuo aislado. Se trata, en verdad, de una tarea generacional, que combine el abordaje interdisciplinario del problema con la organización en red del estudio para facilitar el diálogo entre quienes hayan adelantado investigación sobre distintos aspectos del tema. 
 
El Centro de Estudios Martianos de La Habana, por ejemplo, ha creado ya un vasto  acervo filológico, histórico, cultural y político – aún en proceso de incremento - mediante la edición crítica de las Obras Completas de José Martí que lleva a cabo. Se dispone además del aporte de intelectuales vinculados al estudio de la obra martiana en Cuba, nuestra América y otras regiones del mundo.[5] De hecho, la tarea ya está en marcha. Se va abriendo así el camino para ir a formas cada vez más ricas de presencia de Martí en nuestros afanes, comprobando una vez más que hacer, sin duda, es la mejor forma de decir.
 
Alto Boquete, Panamá, 29 de mayo de 2023


[1] “A Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra. Cabo Haitiano, 10 de abril [1895]”. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. IV, 121.

[2] “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Ibid, VI, 17.

[3] “Rafael Serra”. Patria, 26 de marzo de 1892. Ibid, IV, 380-381.

 

[4] Gramsci, Antonio: Introducción a la filosofía de la praxis. Selección y traducción de J. Solé Tura 

https://marxismocritico.files.wordpress.com/2011/11/introduccion-a-la-filosofia-de-la-praxis.pdf

Gramsci, Antonio, (1999: 385) Antología. Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán. Siglo XXI Editores, México y España. “Cuestiones de método.” Textos de los Cuadernos posteriores a 1931.

[5] Al respecto, por ejemplo, Martí, José (2003): En los Estados Unidos. Periodismo de 1881 a 1892. Edición crítica. Roberto Fernández Retamar y Pedro Pablo Rodríguez. Coordinadores. Casa de las Américas. La Habana. 

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