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sábado, 26 de agosto de 2023

Argentina: ¿P.A.S.O al vacío?

 Por ahora la ola libertaria-capitalista parece imparable. Hay consenso general contra la “casta” política y suscribiríamos para ella la pena capital merecida. Pero que se anoticien los votantes del señor Milei que la misma ha de ser sustituida por otra más regresiva y dura aún.

Carlos María Romero Sosa / Para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina

Expresa una conocida frase del Libertador General José de San Martín, que memorizamos desde niños y nos fue enseñada en los primeros grados de la escuela: “Serás lo que debes ser o no serás nada”. Algo que insta a realizar en plenitud aquello para lo que se está llamado, sin pretextos ni renuncias como no las tuvo el Padre de la Patria, sí en cambio dispuesto a heroicos renunciamientos en aras de la definitiva Independencia de las Américas de España. 
 
Empero, a esa máxima algo individualista, dirigida a motivar a sujetos de carne y hueso, bien puede dársele una dimensión más social si se quiere. Advertir por ejemplo, que su disyuntiva dramática también debe funcionar trasladada a un multitudinario y policlasista movimiento político como lo es aquí el peronismo. Y entonces cabe preguntarse si a través de las décadas de su existencia y de su vigencia en grado casi religioso en el corazón de sus seguidores,  disciplinados sufragantes por los sucesivos gobiernos del signo hasta el quiebre de las últimas P.A.S.O, el justicialismo fue lo que debió ser o intentó al menos asumir la condición de verdadera expresión de rebeldía del subsuelo de la Nación, como lo intuyó el inaugural 17 de octubre de 1945  Raúl Scalabrini Ortiz. O es que quizá a fuerza de piruetas y malabares pragmáticos posteriores, fue aceptando el riesgo de no ser nada nuevo, traicionar su génesis renovadora e industrialista y convertirse en un mero partido político pequeño burgués, reducido a su mínima expresión en mística y consecuentemente en votos. 
 
Las últimas elecciones nacionales llevadas a cabo el domingo 13 de agosto: según la ley 26.571 Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias para decidir las candidaturas que competirán en octubre del año en curso, ponen en forma peligrosa  y por primera vez en la historia de este movimiento popular y progresista, tanto a riesgo su propia continuidad o de lo que queda de él, cuanto deja entrever además el fantasma de la disolución de la Nación misma, dada la ideología de ultraderecha antidemocrática de la fórmula ganadora encabezada por el señor Milei y seguida por la candidata a vicepresidenta, una orgullosa negacionista del genocidio perpetrado por la dictadura. 
 
En 1983, tras el fracaso del Proceso, también fue vencido el peronismo y esta vez en elecciones generales que tuvieron como candidato presidencial al desangelado Italo Argentino Luder,  alguien sin duda tolerado en su hora por el “establishment” y la embajada de los Estados Unidos. Un intelectual de segundo nivel, sin carisma y famoso por el “aniquilar a la subversión” según la letra de su decreto-úkase dictado cuando ocupó en forma provisional la primera magistratura de la República, derechizando así el más que derechoso gobierno isabelino al que el delirio revolucionario de la guerrilla con su “enfermedad infantil” -por tomar una categoría crítica de Lenin-, empujó a la inacción y a la reacción con el apoyo de bandas parapoliciales como la Triple A del brujo López Rega y el Jefe de Policía Villar. Debemos reconocer el sangriento error, incluso estratégico cometido por los Montoneros y el ERP los que aunque no estuvimos dispuestos a matar a nadie en esas horas, considerábamos justa la violencia de abajo. Tiempos nublados aquellos, cuando el intelectual sartreanamente comprometido Salvador Ferla se preguntaba: ¿Y el socialismo nacional, para cuándo?
 
Solamente que quien resultó entonces vencedor de Luder fue el doctor Raul Alfonsín, un indudable líder democrático con posiciones tibiamente progresistas aunque mucho más que las de sus opositores, incluso los encaramados en la cúpula del justicialismo que así le fue. La segunda posibilidad de la opción de hierro sanmartiniana rondaba peligrosamente en la mente y el corazón de la militancia que veía –que veíamos- el fracaso de quedar bien con tirios y troyanos al dejar de ser lo que el Movimiento Nacional y Popular debía ser: la rabia antioligárquica y el grito de lucha por la justicia social y la soberanía económica. 
 
El fracaso económico de Alfonsín incentivado por tecnócratas próximos al peronismo que instaron al FMI a no otorgar créditos al país, trajo el regalo de Carlos Menem con su neoliberalismo y sus relaciones carnales con los Estados Unidos.                
 
Entonces, sin detenerse la historia contradiciendo el pensamiento del neohegeliano asesor de Reagan,  Francis Fukuyama,  y apropiado Menem del rótulo y la estructura del peronismo, engaños mediante con las promesas de “Revolución Productiva” y “Salariazo”, fue electo y después reelecto para un segundo período con el “voto cuota” de los endeudados por el ficticio uno a uno de Cavallo sostenido con alfileres hasta su estallido en 2001. O sea que ganaban los símbolos justicialistas con la marchita incluida, entre desesperadas y efectistas braceadas oficialistas en el mar del pragmatismo y el oportunismo en busca de hacerse un lugar en el contexto internacional de los años 90 cuando la ola conservadora de Reagan y Tatcher. Triunfaba un peronismo asociado con la gorila y conservadora UCD de Álvaro Alzogaray, perdida la  identidad movimientista que debió irse abriendo con las décadas a otros horizontes y aceptar sin contrabando ideológico ni abjurar de su tradición de nacionalismo popular y cristiano,  racionales posiciones de izquierda. (Piénsese que cuando irrumpió el peronismo en el mapa político argentino, apenas unos pocos mencionaban la Doctrina Social de la Iglesia, a Monseñor Miguel de Andrea que la practicaba se lo llamó “Obispo rojo” y faltaba mucho para “la opción preferencial por los pobres” de Medellín y Puebla y otro tanto para  la Teología de la Liberación). 
 
Tras el trágico interregno del delarruísmo,  apareció Néstor Kirchner con sus hábitos caudillistas practicados en la austral provincia de Santa Cruz. Llegó al poder con buenas ideas sobre la integración de la Patria Grande y el redescubrimiento de los Derechos Humanos –después de los indultos de Menem-, lo cual permitió impulsar a su bloque de legisladores en el Congreso su derogación y los consiguientes juicios por delitos de lesa humanidad  a los represores de la dictadura. Sumado a esto, como positivo saldo histórico de esa gestión, queda el buen manejo de la economía –que otros llamaron rebote- y de las cuentas públicas, la construcción de poder político bastante menguado desde los hechos de diciembre del 2001 y el impulso personal dado por el propio Néstor Kirchner para remover la Suprema Corte de Justicia de la llamada “mayoría automática”. Pero asimismo hubo en esos años  algunos aspectos más que discutibles como ser los injustos y autoritarios avasallamientos de la carrera administrativa contra correctos funcionarios técnicos o las severas sospechas de corrupción en ciertos altos niveles del Estado. Después de Néstor, gobernó por dos períodos Cristina con su cada vez más evidente liderazgo popular y el vanguardista en nuestro Continente reconocimiento de derechos de las minorías incluso sexuales. Cristina, que no es Rosa Luxemburgo, postula un capitalismo con distribución, algo demasiado de avanzada como para ser víctima del “lawfare” y del atentado contra su vida el primero de septiembre de 2022, un intento de magnicidio investigado a desgano por la justicia con minúscula.   
 
Bajo el cristinismo la “nomenclatura” del peronismo en retirada viró a grupos juveniles sin trayectoria alguna que se encaramaron en altos cargos oficiales aduciendo ser “soldados de la Presidenta para la liberación”. Eran los pibes algo impertinentes de “La Cámpora” y lo siguen siendo ya cuarentones. En los hechos una bien rentada burocracia en cambio de un núcleo de esforzados militantes en puestos de lucha. Les vendría bien releer a los popes de “La Cámpora” aquella carta del Che a Fidel de 1965: “Hago formal renuncia de mis cargos en la Dirección del Partido, de mi puesto de Ministro, de mi grado de Comandante, de mi condición de cubano  (…) Otras tierra del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos”  
 
Si la única verdad es la realidad, como escribió el padre Jaime Balmes en “El Criterio”, frase de cuño aristotélico-tomista que solía repetir el general Perón, entre marchas y contramarchas el peronismo haciendo lo que pudo y no lo suficiente, caso el actual gobierno del doctor Fernández inhábil para ganar la carrera a la inflación de más del cien por ciento anual, se ha desdibujado. Muchos no creen que volvió mejor en 2019 después del  aquellarre neoliberal y endeudador del ingeniero Macri. 
 
Vale hacer una crítica a fondo de sus errores, sus distracciones y de sus prejuicios ideológicos “progres”. Por ejemplo en el tema de la inseguridad ciudadana cuyo garantismo de lectura a destiempo de Foucault en el límite con el abolicionismo de Louk Ulsman en notas a pie de página en los libros del juez Eugenio Zaffaroni,  sin duda le ha restado votos el pasado domingo 15 de agosto, al tiempo que suben las estadísticas de robos violentos y crímenes en el Gran Buenos Aires y avanza del narcoterrorismo no sólo en la ciudad de Rosario.   
 
Sin absolver los actos del gobierno en conjunto, no ha de escaparse tampoco otro punto ajeno a todo lo dicho y del que sin disimular sus cuentas pendientes, no cabe responsabilizarlo ni menos culparlo. Sucede que el “mediopelismo” que describió Arturo Jauretche, ya no es patrimonio exclusivo de las clases medias con pretensiones aristocráticas o de mejor posicionamiento social a los codazos, sino que por acción de los multimedios concentrados el tic del “medio pelo” ha envenenado a sectores obreros y hasta a desocupados, más proclives a votar a la derecha y a la ultraderecha que al partido que menos o más les reconoció derechos en cada una de sus gestiones. Y ni qué hablar de buscar, frustrados hoy como parecen estarlo de acuerdo con el resultado de las urnas, otra salida dando un salto a la izquierda radicalizada. Para muestra basta un botón: en estas P.A.S.O se presentó como candidata presidencial una joven y bella dirigente trotskista con un programa por supuesto de ofertas imposibles. Casi nadie la votó y en cambio ganó en barriadas humildes el alocado y despeinado Milei, prometiendo ajustes mayores que los que exige el FMI y salió segunda la porción más derechista de Juntos por el Cambio, el partido de Macri al frente ahora de Patricia Bullrich, alguien anteayer de extremo montonerismo. 
 
Por ahora la ola libertaria-capitalista parece imparable. Hay consenso general contra la “casta” política y suscribiríamos para ella la pena capital merecida. Pero que se anoticien los votantes del señor Milei que la misma ha de ser sustituida por otra más regresiva y dura aún, ya que para ajustar como anuncia, desconocer derechos de las minorías, desactivar el feminismo, desconocer el calentamiento global  y rechazar de plano la justicia social, precisará de otra “casta” sin alma afín a sus propuestas demenciales que dirija el aparato represivo del Estado y esté dispuesta a cobrarse en nombre de la libertad quién sabe cuántos nuevos muertos. Los que mañana o pasado mañana, cuando gire el péndulo de la historia como siempre ocurre, tendrán placas recordatorias. 
 
Es de esperar que la enajenación social no siga siendo contagiosa y que para las definitivas elecciones del mes de  octubre muchos votantes estén curados ya de ella.

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