Si algo ha ido perfilándose como evidente en la política contemporánea, es que la vulgaridad rinde buenos réditos para establecer vínculos de fidelidad con las mayorías. Insultar, mentir, tergiversar y asumir poses prepotentes en contextos próximos al espectáculo se ha transformado en una de las vertientes dominantes de nuestros días.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Uno de los exponentes más destacados de esta tendencia ha sido Donald Trump, quien mientras más escandaloso aparezca, más parece subir en sus índices de popularidad. Consciente de que mientras más chabacano se muestre, más será aclamado y querido, parece estar engarzado en una carrera contra sí mismo para tratar de superarse diciendo disparates a diestra y siniestra.
El más reciente caso de imitación de tal modelo de conducta política ha sido Javier Milei en la Argentina, quien, de no estar avisados, podría fácilmente confundirse -subido en un escenario- con aquellas estrellas de rock and roll de los años sesenta y setenta de vestimenta estrafalaria y gestos desafiantes de los que sacaban buenos réditos económicos.
Milei, consciente de que la imagen y la pose es muy importante para legiones de seguidores para los que parece que la política cobra sentido en la medida que las formas sean transgresoras de las buenas costumbres burguesas, se acicala y prepara para salir en público como si de una de estas estrellas de la música sesentera se tratara, algo que ni siquiera esconde, pues muestra sin tapujos la forma como se prepara para ser fotografiado o filmado para las redes sociales.
Variante de este modelo es el asumido por Bukele en El Salvador, con estilo de muchacho marginal de gorrita de beisbolero con la víscera echada hacia la nuca y discurso cínico que no evita las poses mesiánicas, como cuando llegó a la sala de sesiones del Congreso de la República, cerró los ojos en el estrado principal y se comunicó directamente con Dios, quien aprovechando la ocasión -que tan pocas veces se le han presentado en la historia- le dio indicaciones de cómo seguir hacia adelante, tal y como había hecho la última vez en que había tenido la oportunidad, cuando le entregó las tablas con los diez mandamientos a Moisés.
Si uno tiene paciencia, se encontrará con otros especímenes de la misma calaña, aunque cada quien en la escala que le posibiliten las circunstancias concretas en las que actúan. En Costa Rica, por ejemplo, que siempre fue tan pacata y bien portada, últimamente en el sillón de la presidencia está un señor que antes fue funcionario de rango medio del Banco Mundial, y ahora se caracteriza por asumir, un día sí y otro también, discursos altisonantes en los que insulta, tergiversa y amedrenta a quienes no están de acuerdo con él.
No se trata, por lo tanto, de formas de hacer política que se encuentren desvinculadas, sino de una tendencia que se basa en el hecho que tales poses estridentes generan lealtades entre sectores de la población deprivados por las condiciones de marginalidad a los que se han visto orillados. Estos políticos se inscriben en el panteón de estos grupos sociales junto a cantantes de reggaetón, influencers de toda laya y estrellas de OnlyFans, con quienes compiten por likes y followers.
A eso estamos condenados en este tiempo de capitalismo tardío, decadente y radicalizado en la era neoliberal, en la que los capitales no se inhiben de jugar a la tercera guerra mundial mientras estos políticos de nuevo tipo distraen a las masas.
Excelente análise de Los todo os actuales
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