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sábado, 20 de abril de 2024

¿Qué es ser antisistema?

 El político auto caracterizado como anti sistémico hoy es conservador, de derechas, paladín defensor de las tradiciones vernáculas, de la familia tradicional, opuesto al aborto y al matrimonio igualitario.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Durante todo el siglo XX, ser antisistema era querer, y ojalá trabajar, por el cambio de las estructuras sociales; luchar y ojalá militar por una revolución que diera al traste con el Estado burgués e instaurara un Estado de nuevo tipo, en el que otras clases sociales diferentes a la burguesa tomaran la dirección y establecieran nuevas relaciones de producción, en el que hubiera una socialización de los medios de producción y se requiriera de cada quien aportar según sus capacidades y se le retribuyera según sus necesidades.
 
En Rusia y en China se habían producido esos cataclismos sociales en la primera mitad del siglo, y marcaron la pauta de lo que era ser antisistema, que para el caso era ser anticapitalista, y trabajar por construir el socialismo, el sistema distinto y opuesto.
 
En América Latina, el modelo del político o militante antisistema se estableció, a partir de la década de 1960, según el ejemplo de la Revolución Cubana, que tuvo como figura descollante a Ernesto “Che” Guevara, que con su ejemplo transformó al guerrillero en el ícono anti sistémico por excelencia. 
 
El Che Guevara estableció los rasgos esenciales que debían caracterizar el revolucionario anti sistémico encarnado en el guerrillero: entrega total a la causa; auto exigencia absoluta; ejemplo de entrega y sacrificio; renuncia a cualquier ambición personal en aras del bien común; estudio constante del marxismo; solidaridad con los oprimidos del mundo.
 
En la izquierda latinoamericana hubo diferencias respecto a cuál era el modelo de militante anti sistémico. Quienes asumieron el modelo del Che despreciaron, e incluso desdeñaron a quienes seguían una línea distinta de acción para hacer la revolución que cambiara las estructuras. El otro modelo de militante antisistema fue el que se desprendió de la acción política de los partidos comunistas, que en líneas generales no priorizaban o no coincidían con la vía armada para hacer la revolución, modelo que se desprendía de la experiencia rusa vanguardizada por los bolcheviques, en el cual el funcionario de partido -el revolucionario profesional- constituía el paradigma. 
 
Más de una generación de latinoamericanos que buscaban transformar las injustas estructuras de sus países crecieron bajo la impronta de estos modelos, y muchos de ellos ofrendaron su vida en el altar del cambio social de carácter revolucionario.
 
El siglo XXI ha traído consigo enormes transformaciones en la vida política del mundo y de América Latina. Ambos modelos caducaron y son vistos como reliquias de otro tiempo, y sus personajes modélicos venerados como héroes, pero también como vestigios de un tiempo heroico de carácter fundacional o mitológico.
 
El político que se auto cataloga como anti sistémico en la América Latina de hoy es totalmente otro: no busca cambiar el sistema capitalista ni las estructuras económico sociales, ni tiene como norte principal un proyecto a favor de las mayorías. Todo lo contrario, estos políticos lo que buscan es perfeccionar el sistema capitalista imperante que consideran que está siendo mal administrado. Lo que buscan, entonces, es una forma distinta de organizar y ejercer el poder, buscando optimizar el funcionamiento del capitalismo, generalmente sustentándose en ideologías radicales que buscan llevar hasta sus últimas consecuencias el neoliberalismo imperante.
 
Los nuevos modelos del político anti sistema son ahora los Milei, los Noboa, los Bolsonaro, los Kast, que tienen como banderas la lucha contra los derechos de las minorías sexuales, contra los movimientos feministas y ambientalistas, contra lo que llaman el marxismo cultural. 
 
El político auto caracterizado como anti sistémico hoy es conservador, de derechas, paladín defensor de las tradiciones vernáculas, de la familia tradicional, opuesto al aborto y al matrimonio igualitario. Considera que hay una conspiración mundial, que se articula sobre instituciones internacionales como la ONU -y otras oscuras y difusas, pero siempre presentes y poderosas- que buscan limitar, y eventualmente destruir, al capitalismo. Es ese sistema clandestino y maquiavélico que su mente conspiranoica quiere destruir. 
 
Lógicamente, este escrito entra dentro de esa maquinación satánica, y merece el mismo destino.

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