Toda su vida (conocida sólo en sus aspectos anecdóticos y periodísticos), su praxis (reducida, en formato caricatura, a tirar tiros en lugares con muchos árboles y maleza espesa), su reflexión teórica (desconocida en un 90%) y su pensamiento político (simplificado y subestimado al extremo) apuntan precisamente a poner en crisis el actual desarme moral del movimiento popular y revolucionario.
Néstor Kohan / Cubadebate
Tanto el teórico militar prusiano Clausewitz como el capitán inglés Liddell Hart fueron teóricos y estrategas del campo enemigo. Pero dieron un gran martillazo en el clavo. Dentro de nuestra familia, el militante comunista italiano Antonio Gramsci abordó el mismo problema teorizando sobre la hegemonía (reflexión completamente ajena al postestructuralismo que volvió famoso a Ernesto Laclau). Con categorías diferentes y otro estilo, Gramsci también acertó en el blanco.
¿Qué tenían en común estos pensadores y estudiosos tan distintos? Que los tres llegaron a una conclusión compartida. Las confrontaciones sociales no se ganan exclusivamente por el ejercicio de la fuerza material. Ni siquiera las guerras más feroces (sean guerras mundiales, sean guerras entre Estado-naciones, sean guerras civiles) alcanzan sus metas apelando únicamente a la violencia.
Clausewitz insistía con las “bajas morales” y el “desarme moral”. En las confrontaciones y conflictos sociales más agudos, no sólo hay bajas humanas y bajas materiales. También se provocan bajas morales. Un cuerpo colectivo contendiente resulta derrotado no sólo cuando se aniquila físicamente a todos sus integrantes. Puede ser derrotado de otra forma, minando su moral de combate, su disposición al enfrentamiento, su convencimiento de que quizás pueda llegar a vencer a su enemigo. Cuando se logra forzar y generar este estado de ánimo en las fuerzas enemigas, se alcanza el desarme moral. La victoria se vivencia y visualiza como algo imposible: “No vale la pena luchar, porque no se puede ganar”. El campo propio se siente derrotado, antes de ser derrotado. Incluso antes de confrontar. La victoria entonces está garantizada.
Liddell Hart repetía que las mejores guerras se ganan sin combatir. En lugar de avanzar directamente al corazón de las filas enemigas, quizás sea mejor ir rodeándolas, en una aproximación indirecta, dando pequeñas batallas que no sólo debilitan la fuerza material del polo opuesto sino que van minando la moral enemiga, hasta pulverizarla. El enemigo finalmente no confronta. Se siente derrotado de antemano, incluso sin haber luchado.
Gramsci sostenía (apelando a un pensamiento que no tiene una gota ni un milímetro de “reformismo”, sino kilómetros y toneladas de inteligencia) que la construcción cotidiana y a veces molecular de diversas estructuras de sentimientos van desmoronando la hegemonía de las clases dominantes horadando su capacidad de dirección política y moral, deshilachando pacientemente su hegemonía.
Desde tres paradigmas distintos (y partiendo de puntos de vista políticos y de clase opuestos y antagónicos) estos tres pensadores llegaron a conclusiones análogas.
Pues bien, en el siglo XXI los poderosos de la tierra han implementado nuevas formas de confrontaciones bélicas llamadas guerras asimétricas, guerras de cuarta y quinta generación, guerras híbridas, revoluciones de colores, golpes blandos, etc. Todo ese abanico multicolor se apoya en un intento común: la desmoralización de los pueblos. El convencimiento de que es imposible, inviable y no deseable dar la vida y jugársela por una alternativa distinta, opuesta y antagónica al reino sagrado del capitalismo, al Mercado entendido como Dios Supremo y al mundo despótico del dinero.
Toda la reflexión teórica y política del Che Guevara gira precisamente en torno a este punto nodal. Lo pone en duda, horada esa certeza aparentemente indubitable. Desarma y desmonta ese presunto “axioma autoevidente”. Por eso el Che ha sido “barrado” y cancelado, para usar dos términos a la moda en nuestros días. Se ha convertido en “el gran ausente”.
Toda su vida (conocida sólo en sus aspectos anecdóticos y periodísticos), su praxis (reducida, en formato caricatura, a tirar tiros en lugares con muchos árboles y maleza espesa), su reflexión teórica (desconocida en un 90%) y su pensamiento político (simplificado y subestimado al extremo) apuntan precisamente a poner en crisis el actual desarme moral del movimiento popular y revolucionario. Por eso vale la pena recuperarlo. Cero nostalgia y ningún “revival”. Che Guevara es la antítesis de toda moda “retro” y “vintage”. Se podrían escribir libros enteros al respecto (lo hemos intentado). En estas cortas líneas nos limitaremos a rescatar, en una síntesis brutal, unos pocos ejes de reflexión:
(a) Mucho antes de que se pusieran de moda el denominado “toyotismo” y el “posfordismo”, Guevara advirtió en “el gran debate” (1963-1964) que los incentivos morales y simbólicos son fundamentales en las nuevas formas de producción y reproducción social.
(b) Cuando nadie imaginaba, ni amigos ni adversarios y disidentes, que la Unión Soviética corría el riesgo de desaparecer e implosionar, el Che advirtió en sus Apuntes críticos al manual de economía política [1965, recién publicado en 2006] que la URSS estaba regresando al capitalismo.
(c) Décadas antes de que emergiera el chavismo, acompañado en aquel entonces por su amigo Fidel, el Che rescató [1960] la herencia de Simón Bolívar y su proyecto de Patria Grande, llegando incluso a poner en discusión algunos juicios unilaterales de su maestro Marx, quien no poseía buena información al respecto en el Museo Británico, biblioteca donde el autor de El Capital no había podido consultar, por ejemplo, las Memorias de O’Leary (edecán de Bolívar) que mucho le hubieran ayudado.
(d) A pesar de que un segmento de la izquierda eurocéntrica lo rescató como un revolucionario “muy valiente y abnegado”, cuestionándole al mismo tiempo “su ignorancia en cuestiones de marxismo” (sic), el Che desarrolló dos seminarios enteros sobre El Capital de Karl Marx. Uno de esos seminarios lo hizo junto a Fidel Castro. El otro lo desarrolló en el Ministerio de Industrias junto a Orlando Borrego Díaz, su ayudante y compañero, quien nos proporcionó en entrevistas filmadas y escritas toda la información sobre la enorme bibliografía marxista estudiada de forma colectiva en dicho seminario.
(e) Décadas antes de que se pusiera de moda la defensa del carácter “plurinacional” de Bolivia y resurgiera el indianismo katarista, el Che estudió la problemática indígena en Bolivia y dejó por escrito [1967, recién publicado en 2011] su balance sobre el carácter plurinacional de dicho país, donde finalmente fue capturado y asesinado.
(f) Frente a los ataques por su supuesto “aislamiento de las masas” y su presunto “desprecio por la clase trabajadora”, hoy se sabe que la clase obrera minera de Bolivia se puso a debatir en asambleas de varias minas su proyecto, llegando a donar un día de sus escasos jornales salariales para su fuerza política insurgente. Motivando, por esta actitud política de apoyo que el ejército oficial, dirigido por los Rangers de las Fuerzas Armadas de EEUU y la CIA, realizara la trágica “Masacre de San Juan” [1967] cuando entró en las minas asesinando a numerosos trabajadores mineros. Existe amplia documentación al respecto.
Y la lista de equívocos, desinformación e imprecisiones al respecto, podría ocupar varios tomos…
Para terminar, focalizaremos entonces algunas pequeñas reflexiones (debido a escasez de espacio) sobre el “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental” [1967].
Este último escrito público (pues en privado quedaron varios cuadernos que recién publicamos completos en el año 2011) resume su concepción estratégica a escala mundial.
Más allá de todos los movimientos insurgentes y personajes analizados por el Che en ese escrito-manifiesto en aquel momento, nos quedamos con su punto de vista general: la lucha principal (aunque no única ni exclusiva) contra el capitalismo como sistema mundial y el imperialismo pasa por lo que en su época se denominaba “el Tercer Mundo” y hoy suele llamarse “el Sur Global”. Esta tesis ha sido, quizás, de las más resistidas por las corrientes eurocéntricas. De la izquierda, pero también del posmodernismo, del posestructuralismo, del autonomismo y diversas modas académicas al uso.
En este punto, la reflexión del Che en dicho Mensaje constituyó el punto máximo de varias tradiciones fusionadas y amalgamadas en su praxis y en su pluma.
Pensamos principalmente en José Carlos Mariátegui, quien ya la había formulado en la segunda mitad de la década de 1920.
Pero como bien apunta el comunista egipcio Anouar Abdel-Malek, esa estrategia ya estaba presente en la Internacional Comunista en tiempos de Lenin. Este último la había formulado en el Segundo Congreso Mundial de la Internacional Comunista, junto al revolucionario de la India Manabendra Nath Roy. También había sido una tesis compartida por los comunistas bolcheviques musulmanes de 1920, reunidos en el Congreso de Bakú, retratados en la película “Reds” [Rojos, 1981], escrita y protagonizada por el actor norteamericano Warren Beatty (quien ocupaba en el film el rol de John Reed, discutiendo con Grigori Zinoviev, otro dirigente de la Internacional Comunista en aquel Congreso de 1920). Según Anouar Abdel-Malek, las tesis sobre los pueblos coloniales y dependientes defendidos por los comunistas musulmanes fueron llevadas a la práctica en Asia por Ho Chi Minh (Vietnam); en África por Ben Bella (Argelia) y en Nuestra América por el Che Guevara.
Por lo tanto, la estrategia que el Che resume y sintetiza en el “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental” no es el escrito de un improvisado, diletante, ignorante o desinformado. Resume el “clima de época”, el proyecto histórico encabezado por Fidel Castro desde la Revolución Cubana y al mismo tiempo constituye la continuación del pensamiento mayormente inexplorado de la Internacional Comunista en tiempos de Lenin (1920), de profunda raigambre en todos los pueblos coloniales y dependientes del Sur Global.
Esa reflexión será, pocos años después, sistematizada en el campo de la economía política por la Teoría Marxista de la Dependencia (TMD), entre otros por Ruy Mauro Marini (quien acaba de ser traducido en EEUU en 2023, es decir, que hoy en día sigue siendo estudiado; no quedó reducido a la “nostalgia” lejana de “aquellos maravillosos y lejanos años ‘60” como suele repetirse en la Academia).
Guevara sintetiza y fusiona allí las luchas de los movimientos de liberación nacional (MLN), agrupados desde 1955, en el Movimiento de Países No Alienados (MPNA) con el proyecto internacional de la revolución socialista. Siempre tomando a Mariátegui como fuente y a Simón Bolívar como guía inspirador.
Para quien vaya navegando y surfeando con la ola del momento este manifiesto político del Che Guevara probablemente sea leído como un inofensivo documento de archivo y de museo. Es previsible, por eso no nos preocupa en lo más mínimo.
No obstante, si se lo estudia desde un ángulo no prejuicioso, constituye un insumo fundamental para romper el cerco de las ideologías en danza y a la moda, durante la tercera década del siglo XXI. Única manera de superar el desarme moral, y todas las operaciones psicológicas de las nuevas guerras híbridas, inspiradas en Liddell Hart y otros teóricos discípulos suyos, con las cuales se pretende desmoralizar a la juventud rebelde. “Ganando la guerra sin siquiera combatir”, como proponía este inteligente capitán inglés.
Frente a ellos, el Che Guevara puede ser un enorme obstáculo. Para nuestro campo, una ayuda fundamental.
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