En esta etapa extrema, el Estado destruido desde adentro, garantiza a los poderosos las mayores ganancias y a la vez, como en ocasiones anteriores, dictadura mediante, emplea a las Fuerzas de Seguridad para reprimir las manifestaciones populares, sin importar si son niños o ancianos a los que patea en las calles.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina
En 2019 se estrenó en el Festival de Venecia el film La lavandería, la que tiene como protagonista a Merrill Streep. Su trama es bastante didáctica, Ellen Martin (Streep) en unas vacaciones soñadas toman un giro inesperado y la llevan a un mundo oscuro, vinculándola con un estudio de abogados de la Ciudad de Panamá, dirigido por socios financieramente seductores. En un impactante desenlace, rápidamente se da cuenta de que su situación es apenas una gota en el cubo de millones de archivos que vinculan el tráfico de drogas en el exterior, la evasión fiscal, el soborno y otras ilegalidades con los líderes políticos más ricos y poderosos del mundo.
El término lavandería se popularizó en Estados Unidos en la década del veinte del siglo pasado, por las lavanderías que colocaba la mafia con motivo de ocultar las ganancias obtenidas por la venta de alcohol, prohibido por la “Ley seca” y, posteriormente se extendió al blanqueo de dineros obtenidos por actos ilícitos, cuya magnitud es imposible de mensurar, por su movilidad planetaria y por el uso de altas tecnologías, lo que hace que los Estados nacionales, circunscritos en instituciones jurisdiccionales, vayan varios pasos más atrás.
De todos modos, es un recurso empleado por los gobiernos de diverso color político en diversas épocas de la historia nacional, cuando requieren volcar dinero escondido tras las sombras.
En diversas investigaciones se ha señalado la importancia de la fuga de capitales locales al exterior en el país, durante la etapa de valorización financiera del capital (1976-2001), (Basualdo, 2006) citado por Mariano A. Barrera y Leandro M. Bona, en “La fuga de capitales en la Argentina reciente (1976-2018)”[1]. En ese período, la salida del excedente económico en el país fue simultánea a un proceso de creciente endeudamiento externo, tanto estatal como privado. Tras el colapso del régimen monetario de la convertibilidad en 2002 y del régimen de valorizacon financiera, se verificó un cambio en el patrón de acumulación ratificado por los gobiernos kirchneristas que abarcaron dos ciclos (2003-2007) y (2008-2015), este último marcado por al crisis del campo por la suba de las retenciones a las exportaciones agropecuarias, cuyo impacto en la política se transformó en el triunfo neoliberal del gobierno de Mauricio Macri de 2015 a 2019, donde nuevamente se combina blanqueo de capitales y alto endeudamiento externo, llevado a cabo por los mismos personajes que actualmente manejan las finanzas en el gobierno anarco-libertario.
Lavando y blanqueando, luego de meses de negociaciones y debates por la reglamentación de la Ley Bases y el paquete fiscal, a mediados del mes de julio de 2024, se reglamentó el procedimiento para adherir al blanqueo de capitales, contemplado en la Ley 27.743. Si bien había entrado en vigencia a través del Decreto 608/2024, faltaba la oficialización por parte de la Administración Federal de Ingresos Públicos AFIP. Los contribuyentes que no tienen sus activos declarados en el país podrán blanquear hasta 100 mil dólares sin abonar ningún impuesto fijo y sin ningún tipo de penalización por los bienes que no hayan sido declarados, hasta el 31 de marzo de 2025, con la posibilidad de prorrogarlo hasta el 31 de julio de 2025. Todos los bienes deben ser valuados en dólares. En el caso de los inmuebles, la mayoría de ellos va a evaluarse por su valor de adquisición, su valor fiscal o su valor mínimo, el que sea superior. Aunque se considera que siempre van a la baja, como ha ocurrido en otras oportunidades.
Lavando y blanqueando es un recurso empleado por el experto equipo del gobierno libertario, aprovechando el “éxito” de la drástica baja de la inflación de los últimos meses, situación que sólo se explica por la grave recesión imperante. El mayor ajuste de la historia de la humanidad del que se ufana de aplicar a rajatabla en todas sus disertaciones el presidente Javier Milei, condiciona el déficit cero propuesto en el Presupuesto 2025, cuyas consecuencias sobre el nivel de vida de la población son similares a las de la crisis de 2002 y una desigualdad extrema de la que también se ufana el gobierno.
En esta etapa extrema, el Estado destruido desde adentro, garantiza a los poderosos las mayores ganancias y a la vez, como en ocasiones anteriores, dictadura mediante, emplea a las Fuerzas de Seguridad para reprimir las manifestaciones populares, sin importar si son niños o ancianos a los que patea en las calles.
En estas extravagantes condiciones, no es raro que el presidente mantenga intacto su liderazgo y presione a sus aliados a unirse bajo su férula, mientras los demás lideres de derecha vayan perdiendo consenso opacados por su imagen, cuestión que corre paralela a la iniciativa de Karina Milei de ir extendiendo a La Libertad Avanza a todo el territorio nacional, concentrando así a la derecha extrema y moderada, frente a una oposición atomizada por el momento; a pesar de haberse unificado el peronismo tras la ex vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y que el resto de las fuerzas progresistas vayan lentamente reconociendo su conducción como una forma de plantarse a esta nueva etapa de neoliberalismo feroz.
No obstante, el júbilo del enamorado presidente, quien invitado al programa de su prometida, Amalia “Yuyito” González, donde concurrió el pasado lunes con parte de su gabinete, dejando afuera a su agenda oficial de mañana, se dio el lujo de cantarle, a su compañera, totalmente emocionado: “Libre”, la canción de Nino Bravo. Allí, luego de exponer su remanido programa llevado a cabo y explayarse a gusto contra sus enemigos de toda laya, reconoció, “Si no fuera por la humildad y el gran corazón de la doctora Patricia Bullrich y Mauricio Macri yo hoy no sería presidente”.
Esa atmósfera íntima y cargada de emoción, niega la realidad de millones de argentinos que padecen hambre, desempleo, subas de energía y transporte en un país que en menos de un año fue reducido como si hubiera sufrido una guerra. Porque continúa eliminando y reduciendo empresas públicas como Aerolíneas Argentinas o los Ferrocarriles, generando desempleo entre los trabajadores y júbilo entre las grandes empresas que se disputan los nuevos negocios propuestos por los libertarios.
Inspirado y lleno de júbilo por el triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos, a quien felicitó apenas enterado de la noticia, es más, su vocero presidencial y su hermano posaron con corbatas rojas como las que usa el magnate ahora presidente, le mandó un mensaje en inglés que aún no contestan desde el norte, prometiendo viajar nuevamente al imperio para mediados de noviembre, esperando estar presente en la asunción de Trump el 20 de enero de 2025.
Mientras tanto, para no abandonar la meseta de felicidad y euforia por la que atraviesa, al cumplirse 100 años de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios CAC, el presidente expresó: “la recesión a terminado y el país ha empezado a crecer”, luego de haber atravesado “un intervalo duro, de esfuerzo y dolor”, por lo que agradeció a todos los argentinos el “haber confiado en el rumbo que este Gobierno les propuso”, en especial “a los argentinos de pie” y a quienes “tratan de salir adelante día a día”. Completando su disertación con “hoy la recesión terminó, estamos saliendo del desierto, el país finalmente ha empezado a crecer”.
Así como el éxito corona sus días, la caída de su popularidad es inversamente proporcional a su escalada. Miles de votantes están convencidos de su error en haberlo votado, aunque por otra parte, la frustrada gestión de Alberto Fernández, no hizo más que fomentar la llegada de Milei, como la solución, según rezaban sus spots de propaganda proselitista. Y fue la solución nomás para los poderosos, como su admirado Elon Musk que pretende comprar tras la vuelta de Trump, la cadena CNN.
La sociedad civil también ha llevado a cabo un proceso de lavado y blanqueado. La clase media estaba aburguesada disfrutando de los beneficios de políticas sociales que le garantizaban la prosperidad, mientras los grandes empresarios estaban agazapados como cuando estaba en el gobierno Mauricio Macri. Los derechos adquiridos eran parte de un largo proceso de luchas emprendidas por los obreros que sólo fueron truncados por gobiernos de facto desde la segunda mitad del siglo pasado, razón por la que no son parte de la memoria de las nuevas generaciones y por lo tanto, creen que son una concesión graciable otorgada por las autoridades de turno. Una pésima percepción de la política en general y de la militancia individual en particular, de donde proviene su desconfianza y rechazo a sindicatos, cooperativas, mutuales y todo tipo de organizaciones que ha ido desarrollando la sociedad a lo largo de la historia. Una historia plagada de conflictos, donde la peor parte siempre la llevaron los obreros, los de abajo.
El sistema de legitimación de poder estatal está en disonancia con los esquemas de emisión oficial y de recepción social, como puede advertirse en párrafos anteriores. Uno es el mensaje y clima de la Casa Rosada y otro muy distinto el que ocurre puertas afuera, donde estudiantes universitarios están en vigilia permanente defendiendo los claustros, profesores, investigadores, administrativos, hospitales, centros de investigación y toda la cadena de instituciones que hacen al desarrollo de una comunidad organizada. No son unos zurdos comunistas. No es una cuestión de ideología, es una simple lectura de la realidad tal como cualquier mente racional puede apreciar. Y sabemos que los estudiantes universitarios son sólo la punta de la madeja, hay obreros, empresarios, asociaciones sociales de todas las actividades, miembros de instituciones religiosas que prestan ayuda a sus feligreses. En fin... un panorama múltiple y complejo que los medios hegemónicos y las redes sociales controladas, no ponen de manifiesto.
Si bien el triunfo de Donald Trump puede renovar el entusiasmo en las ultraderechas mundiales, no es menos cierto que este nuevo Trump es más viejo y su gobierno a pesar de los grandes anuncios de campaña, debe enfrentar un nuevo orden geopolítico en donde Rusia, China y muchos países de la comunidad internacional gravitan fuertemente. Por lo tanto, como advertimos semanalmente desde nuestro modesto punto de vista. Nada será fácil...
[1] Mariano A. Barrera y Leandro M. Bona, “La fuga de capitales en la Argentina reciente (1976-2018)”, Redalyc. org, 2018.
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