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sábado, 27 de octubre de 2012

Argentina: Roberto Vicente Carretero, el rector de la arboleda

Carretero fue un sembrador y su cosecha será abundante, porque su semilla permanece, no pudo, ni podrá, aniquilarla el odio, ni el olvido, puesto que se poliniza esparcida en el viento, y caerá, solamente, donde haya terreno fértil para convertir en bosque al desierto.

Martín Omar Aveiro / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Al centro, en el micrófono, el rector  de
la UNCuyo Roberto Vicente Carretero.
La hermosa ciudad de Mendoza, en el oeste argentino, se caracteriza entre otras cosas por sus abundantes arboledas, bañadas por acequias de aguas cristalinas. Al pie de la cordillera de los Andes sorprende por el vergel producto de la mano del hombre en aquello que, alguna vez, fue un desierto. Moreras, Fresnos, Plátanos, Acacias, Paraísos, Acer, son algunas de las variedades arbóreas que refrescan y aroman el agreste clima mendocino. Nadie, que haya caminado por sus anchas veredas, puede olvidar, en una tarde de primavera, la fragancia de sus verdes callecitas o, en otoño, el festival de amarillos, marrones y rojizos de sus frondosas plazas.

Roberto Vicente Carretero, no era de aquí, había nacido en Carlos Casares de la Provincia de Buenos Aires, el 25 de febrero de 1916 y se recibió de Ingeniero Agrónomo en 1939, en la Universidad de Buenos Aires. Sin embargo, una pasión lo unió a Mendoza para siempre, los majestuosos follajes. Decía en el 25° aniversario de la Asociación Forestal Argentina, que el mismo contribuyó a fundar el 15 de abril de 1946, acerca de aquellos vegetales perennes: “Vivos o muertos, los árboles nos acompañan por doquier en el curso de nuestra vida, como si fueran una dilatación de nuestro cuerpo o el ángel tutelar de nuestro espíritu […]”. 

Así, con esa convicción, fue el primer director y organizador de la Dirección de Bosques de la Provincia cuyana, ocupó la cátedra de Silvicultura en la Universidad Nacional de Cuyo, fue director del Liceo Agrícola, Enológico y decano de la Facultad de Ciencias Agrarias y llegó a ser rector de aquella Casa de Estudios a mediados de la década del cincuenta. Además asumió la tarea, con el director de la Comisión Nacional de Energía Atómica Pedro E. Iraolagoitia, de crear un Instituto de Física. Idea que se concretó el 22 de abril de 1955 e inició sus actividades, en la ciudad de San Carlos de Bariloche bajo la dirección del Dr. Antonio Balseiro, el 1º de agosto.

No obstante, un conjunto heterogéneo de sectores antiperonistas gestaba un golpe de Estado. En consecuencia, después de un intento fallido de asesinar al presidente Juan Domingo Perón, mediante un bombardeo que dejó un tendal de civiles muertos en la Plaza de Mayo, se derrocó al gobierno elegido por el voto popular y se lo sustituyó por miembros de las Fuerzas Armadas. Desde entonces Carretero quedó desafectado de la Universidad Nacional de Cuyo, cuestión que recién vino a subsanarse en 1971 y así se lo describía a un amigo:

Como te dije, el Consejo Académico, trató el dictamen de Uds. al día siguiente, o sea el jueves, y resultó aprobado el despacho en mayoría, por unanimidad, resolviendo solicitar mí designación al Consejo Superior. Según me chimentaron, hubo beneplácito general por mí retorno a la Facultad, incluso por parte de algún o algunos consejeros que en 1955 actuaron en la operación limpieza.

Con el retorno del peronismo, después de 18 años de proscripción, Carretero ocupó, brevemente, el Ministerio de Obras y Servicios Públicos durante la Gobernación de Alberto Martínez Baca en Mendoza, cargo al que tuvo que renunciar debido a que nuevamente fue designado rector normalizador de la Universidad Nacional de Cuyo, el 8 de junio de 1973. Enseguida, convocó para colaborar con él en la Secretaría Académica al Dr. Arturo Andrés Roig, quien le manifestó: “[…] bueno mire Roberto, éramos amigos de muchos años, sabe muy bien que yo no soy peronista militante ni nada por el estilo, tengo mis simpatías por el peronismo pero también tengo muchas críticas”; a lo que Carretero respondió: “A mí no me importa nada, pienso en la gente y nada más”. De manera que juntos iniciaron una profunda reforma de las políticas académicas que consistió en la eliminación de la estructura de cátedras, la democratización de las relaciones pedagógicas y la vinculación de la formación profesional con las necesidades sociales. Se proponía como objetivo fundamental, según un Informe de Rectorado de 1974, lo siguiente: “Constituir la Universidad de los Trabajadores, diluida en el seno del Pueblo, para integrarla de forma efectiva y real a partir del Proyecto Político de la Nación, al proceso de reconstrucción y liberación y a la construcción de la Patria Grande Latinoamericana”. Asimismo retomó, de nuevo con Iraolagoitia, el proyecto de energía atómica con la finalidad de crear la Corporación Atómica de Cuyo, que tendría un Centro de Agronomía Nuclear, uno de Medicina y otro de Petroquímica.

La ilusión no duró mucho, pues con la muerte de Perón el sector más reaccionario de su Movimiento, que había ganado posiciones desde su retorno, tomó las riendas del país. De ahí que Carretero se encontró con la necesidad de presentar su renuncia al cargo de delegado interventor de la Universidad Nacional de Cuyo, aduciendo razones de “agotamiento físico” y “circunstancias de índole estrictamente particular”. Un breve lapso lo remplazó el Dr. Guido Orlando Liserre y, por tanto, las reformas académicas fueron mantenidas. Pero cuando asumió el rectorado Otto Herbert Burgos, a comienzos de 1975, de un plumazo se borraron todos los avances logrados con el Ingeniero Agrónomo. Por cierto, curiosamente, Burgos también había quedado cesante por razones políticas en el ‘55 y fue precisamente durante la gestión de Carretero que se hizo efectivo el reconocimiento del grado académico y la antigüedad de su trayectoria docente como si nunca hubiese estado de baja. Más tarde, con la llegada de la dictadura cívico – militar en marzo de 1976, el rectorado recayó en las manos del comodoro Héctor E. Ruiz y en el mes de abril Carretero fue desvinculado otra vez de la labor docente. Finalmente, quien sucedió a Ruiz fue el civil Pedro Santos Martínez y mediante una orden le prohibió a un numeroso conjunto de estudiantes y docentes el acceso a los edificios de la Universidad, entre ellos a Roberto Vicente Carretero.

Siguieron los tiempos tristes, el invierno de los árboles. Carretero no soportó el dolor y terminó sus días trágicamente, autoinfligiéndose la muerte. Con todo, estamos convencidos de que su vida, como la de un árbol, es perenne. Sus hojas y raíces se transforman y hunden en la historia de las universidades. Su amor por el agro se expande en los territorios incultos y florece en otras voces que renacen al calor del verano para alimentar esperanzas. Carretero fue un sembrador y su cosecha será abundante, porque su semilla permanece, no pudo, ni podrá, aniquilarla el odio, ni el olvido, puesto que se poliniza esparcida en el viento, y caerá, solamente, donde haya terreno fértil para convertir en bosque al desierto, como alguna vez dijo:

Si bien es cierto que nada se pierde en el mundo de la materia, también es cierto que nada se pierde en el mundo de las ideas; con estas armas, con las únicas armas de las ideas, siempre listas, os invito a sumar la contribución de nuestro fervor nacional, de nuestra pasión creadora y de nuestra decisión revolucionaria, a la magna empresa en marcha de liberación y reconstrucción nacional, para que desde esta Patria redimida, se levante, como ardiente mensaje, el triple grito de un mundo Justo, Libre y Soberano (Carretero, 25 de marzo de 1974).                    

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