Carretero fue un
sembrador y su cosecha será abundante, porque su semilla permanece, no pudo, ni
podrá, aniquilarla el odio, ni el olvido, puesto que se poliniza esparcida en
el viento, y caerá, solamente, donde haya terreno fértil para convertir en
bosque al desierto.
Martín Omar Aveiro / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza,
Argentina
Al centro, en el micrófono, el rector de la UNCuyo Roberto Vicente Carretero. |
Roberto Vicente
Carretero, no era de aquí, había nacido en Carlos Casares de la Provincia de
Buenos Aires, el 25 de febrero de 1916 y se recibió de Ingeniero Agrónomo en
1939, en la Universidad de Buenos Aires. Sin embargo, una pasión lo unió a
Mendoza para siempre, los majestuosos follajes. Decía en el 25° aniversario de
la Asociación Forestal Argentina, que el mismo contribuyó a fundar el 15 de
abril de 1946, acerca de aquellos vegetales perennes: “Vivos o muertos, los
árboles nos acompañan por doquier en el curso de nuestra vida, como si fueran
una dilatación de nuestro cuerpo o el ángel tutelar de nuestro espíritu […]”.
Así, con esa convicción, fue el primer director y organizador de la Dirección
de Bosques de la Provincia cuyana, ocupó la cátedra de Silvicultura en la
Universidad Nacional de Cuyo, fue director del Liceo Agrícola, Enológico y
decano de la Facultad de Ciencias Agrarias y llegó a ser rector de aquella Casa
de Estudios a mediados de la década del cincuenta. Además asumió la tarea, con
el director de la Comisión Nacional de Energía Atómica Pedro E. Iraolagoitia,
de crear un Instituto de Física. Idea que se concretó el 22 de abril de 1955 e
inició sus actividades, en la ciudad de San Carlos de Bariloche bajo la
dirección del Dr. Antonio Balseiro, el 1º de agosto.
No obstante, un
conjunto heterogéneo de sectores antiperonistas gestaba un golpe de Estado. En
consecuencia, después de un intento fallido de asesinar al presidente Juan
Domingo Perón, mediante un bombardeo que dejó un tendal de civiles muertos en
la Plaza de Mayo, se derrocó al gobierno elegido por el voto popular y se lo
sustituyó por miembros de las Fuerzas Armadas. Desde entonces Carretero quedó
desafectado de la Universidad Nacional de Cuyo, cuestión que recién vino a
subsanarse en 1971 y así se lo describía a un amigo:
Como te dije, el Consejo
Académico, trató el dictamen de Uds. al día siguiente, o sea el jueves, y
resultó aprobado el despacho en mayoría, por unanimidad, resolviendo solicitar
mí designación al Consejo Superior. Según me chimentaron, hubo beneplácito
general por mí retorno a la Facultad, incluso por parte de algún o algunos
consejeros que en 1955 actuaron en la operación limpieza.
Con
el retorno del peronismo, después de 18 años de proscripción, Carretero ocupó,
brevemente, el Ministerio de Obras y Servicios Públicos durante la Gobernación
de Alberto Martínez Baca en Mendoza, cargo al que tuvo que renunciar debido a
que nuevamente fue designado rector normalizador de la Universidad Nacional de
Cuyo, el 8 de junio de 1973. Enseguida, convocó para colaborar con él en la
Secretaría Académica al Dr. Arturo Andrés Roig, quien le manifestó: “[…] bueno
mire Roberto, éramos amigos de muchos años, sabe muy bien que yo no soy
peronista militante ni nada por el estilo, tengo mis simpatías por el peronismo
pero también tengo muchas críticas”; a lo que Carretero respondió: “A mí no me
importa nada, pienso en la gente y nada más”. De manera que juntos iniciaron
una profunda reforma de las políticas académicas que consistió en la
eliminación de la estructura de cátedras, la democratización de las relaciones
pedagógicas y la vinculación de la formación profesional con las necesidades
sociales. Se proponía como objetivo fundamental, según un Informe de Rectorado
de 1974, lo siguiente: “Constituir la Universidad de los Trabajadores, diluida
en el seno del Pueblo, para integrarla de forma efectiva y real a partir del
Proyecto Político de la Nación, al proceso de reconstrucción y liberación y a
la construcción de la Patria Grande Latinoamericana”. Asimismo retomó, de nuevo
con Iraolagoitia, el proyecto de energía atómica con la finalidad de crear la
Corporación Atómica de Cuyo, que tendría un Centro de Agronomía Nuclear, uno de
Medicina y otro de Petroquímica.
La
ilusión no duró mucho, pues con la muerte de Perón el sector más reaccionario
de su Movimiento, que había ganado posiciones desde su retorno, tomó las
riendas del país. De ahí que Carretero se encontró con la necesidad de
presentar su renuncia al cargo de delegado interventor de la Universidad
Nacional de Cuyo, aduciendo razones de “agotamiento físico” y “circunstancias
de índole estrictamente particular”. Un breve lapso lo remplazó el Dr. Guido
Orlando Liserre y, por tanto, las reformas académicas fueron mantenidas. Pero
cuando asumió el rectorado Otto Herbert Burgos, a comienzos de 1975, de un
plumazo se borraron todos los avances logrados con el Ingeniero Agrónomo. Por
cierto, curiosamente, Burgos también había quedado cesante por razones
políticas en el ‘55 y fue precisamente durante la gestión de Carretero que se
hizo efectivo el reconocimiento del grado académico y la antigüedad de su
trayectoria docente como si nunca hubiese estado de baja. Más tarde, con la
llegada de la dictadura cívico – militar en marzo de 1976, el rectorado recayó
en las manos del comodoro Héctor E. Ruiz y en el mes de abril Carretero fue
desvinculado otra vez de la labor docente. Finalmente, quien sucedió a Ruiz fue
el civil Pedro Santos Martínez y mediante una orden le prohibió a un numeroso
conjunto de estudiantes y docentes el acceso a los edificios de la Universidad,
entre ellos a Roberto Vicente Carretero.
Siguieron los tiempos tristes, el invierno de los árboles. Carretero
no soportó el dolor y terminó sus días trágicamente, autoinfligiéndose la
muerte. Con todo, estamos convencidos de que su vida, como la de un árbol, es
perenne. Sus hojas y raíces se transforman y hunden en la historia de las
universidades. Su amor por el agro se expande en los territorios incultos y
florece en otras voces que renacen al calor del verano para alimentar
esperanzas. Carretero fue un sembrador y su cosecha será abundante, porque su
semilla permanece, no pudo, ni podrá, aniquilarla el odio, ni el olvido, puesto
que se poliniza esparcida en el viento, y caerá, solamente, donde haya terreno
fértil para convertir en bosque al desierto, como alguna vez dijo:
Si bien es cierto que
nada se pierde en el mundo de la materia, también es cierto que nada se pierde
en el mundo de las ideas; con estas armas, con las únicas armas de las ideas,
siempre listas, os invito a sumar la contribución de nuestro fervor nacional,
de nuestra pasión creadora y de nuestra decisión revolucionaria, a la magna
empresa en marcha de liberación y reconstrucción nacional, para que desde esta
Patria redimida, se levante, como ardiente mensaje, el triple grito de un mundo
Justo, Libre y Soberano (Carretero, 25 de marzo de 1974).
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