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sábado, 17 de noviembre de 2012

Europa: ¿Del neoliberalismo al posneoliberalismo?

Empujados hacia el abismo neoliberal por el dogmatismo ideológico y económico, los pueblos del sur de Europa empiezan a comprender la magnitud real de sus problemas, las causas profundas de la crisis y la estafa de la que están siendo víctimas al trasladar a la sociedad el costo de las pérdidas de los bancos y los operadores financieros.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

El Che en Marsella, junto a los trabajadores.
La huelga general del pasado 14 de noviembre -14N- en Portugal, Italia, Grecia y España, ese conjunto de países al que la gran prensa financiera internacional y la intelectualidad neoliberal llaman despectivamente PIGS (por sus nombres en inglés), concitó la atención del mundo entero en torno a las graves problemáticas sociales, económicas y humanas que están socavando los pilares de la civilizada Europa.

El desempleo que alcanza índices inimaginables, las familias hurgando en la basura en busca de comida, los deshaucios de familias que no pueden pagar el alquiler de sus modestas viviendas, el recorte en los presupuestos de educación y salud,  o la guillotina aplicada a los planes de pensiones de los trabajadores y los programas de bienestar social, son algunos de los elementos que configuran la imagen de una Europa asolada por la crisis capitalista y que, en la jornada del 14N, salió a las calles a expresar su hartazgo. Ese sufrimiento social movilizó a organizaciones de 23 países que se sumaron a la Jornada Europea de Acción y Solidaridad: la primera huelga internacional del siglo XXI.

Nacho Álvarez, profesor español de economía aplicada, explicaba en su columna del  diario digital Público.es que las políticas de ajuste neoliberal “implementadas bajo la presión de Bruselas y en nombre de la recuperación económica, no han hecho más que profundizar la crisis, empobrecer a millones de ciudadanos en toda Europa e incrementar las desigualdades sociales”. Tratándose de una agresión de alcance continental “contra los derechos laborales, sociales y democráticos”, la respuesta también tiene que ser igual, sostiene Álvarez.

Y eso es precisamente lo que está ocurriendo en el viejo continente. Empujados hacia el abismo neoliberal por el dogmatismo ideológico y económico, los pueblos del sur de Europa empiezan a comprender la magnitud real de sus problemas, las causas profundas de la crisis y la estafa de la que están siendo víctimas al trasladar a la sociedad el costo de las pérdidas de los bancos y los operadores financieros. “Títeres de la delincuencia financiera, [de] quienes les pagan las elecciones”: así ha calificado el analista Francisco González Tejera a los gobiernos europeos, a sus pragmáticos líderes, que se comportan exactamente igual que los políticos latinoamericanos cómplices del saqueo neoliberal de lo década de 1990.

Con todo, el malestar europeo todavía no logra trascender, de un modo contundente y radical, los límites del sistema político y de un orden de cosas que, a todas luces, responde únicamente a los intereses de los más poderosos. Quizás los movimientos que, en la esfera político-electoral, lideran Jean Luc Mélenchon, del Frente de Izquierda de Francia, y de Alexis Tsipras, de la coalición Syriza en Grecia, sean el germen de las fuerzas alternativas que podrían impulsar una transformación en seno europeo: el paso del neoliberalismo hoy dominante, al amplio horizonte de caminos y opciones posneoliberales. En ese sentido, lo que podría ocurrir en los próximos meses y años se presenta todavía como una incógnita sin certezas para el pronóstico.

Por lo pronto, Europa puede encontrar en América Latina referentes sobre esos otros caminos posibles, los de las políticas y proyectos posneoliberales, que todavía no se atreve a recorrer: mientras el ajuste neoliberal de la tiranía financiera desguaza al Estado de Bienestar en Europa, las políticas económicas y de redistribución de la riqueza desplegadas en nuestra región hicieron que, en siete años, de 2003 a 2009, la clase media creciera un 50% (pasó de 103 a 152 millones de personas); en tanto que las proyecciones de desempleo  urbano en nuestra América reafirmaron su tendencia a la baja: en 2010 fue de 7,3% y se estima que finalice este año en una tasa del 6,4%. No se trata de especulaciones ni discursos de presidentes “populistas”, como rezan las campañas del poder mediático, sino los resultados de sendos informes del Banco Mundial y de la CEPAL y la OIT.

Es verdad que las políticas sociales y las reformas impulsadas por los gobiernos progresistas y nacional-populares no forman parte de un programa anticapitalista, y quizás ni siquiera apuntan a subvertir, en su totalidad, la lógica dominante heredada de los últimos 30 años. Pero lo que no admite discusión es el hecho comprobado de que han garantizado mejores y más dignas condiciones de vida, de bienestar y protección para amplios sectores de la población en nuestra América: todo un triunfo en las actuales condiciones de crisis global y la mejor evidencia de que sí es posible desafiar el hegemonismo del pensamiento neoliberal; que el fin de la historia fue un buen relato para engrosar las lista de los best seller;  y por encima de todo, para comprender que la sociedad del futuro se tiene que empezar a construir desde ahora.

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