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sábado, 17 de noviembre de 2012

Un mundo convulso: ¿los dolores del parto?

No sabemos qué nos deparará el futuro que nazca de este presente convulso, pero pareciera evidente que en estos primeros diez años del siglo XXI estamos entrando en un período nuevo en el que los designios de Fukuyama no se cumplirán.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

La solidaridad de los pueblos: la bandera de lucha
frente al neoliberalismo y el ajuste en Europa.
Las cuatro esquinas del planeta se encuentran bajo la convulsión de la protesta airada. Los de abajo se han puesto en movimiento y se manifiestan en las calles de las ciudades y los campos de forma cada vez más impaciente.

Otros momentos de la historia contemporánea han sido parecidos: los años sesenta, por ejemplo, cuando el movimiento juvenil disconforme con el estatus quo recorría las calles de París y tomaba los campus universitarios norteamericanos.

Eran, también, los tiempos en que el ejemplo de la Revolución Cubana cundía por toda América Latina. La juventud latinoamericana seguía los pasos del Che y las calles y los campos de nuestro subcontinente se llenaban de luchadores que optaban por la vía armada como camino para llegar a la tan ansiada transformación social.

Fueron varias décadas convulsas. En algunos países, desembocaron en verdaderas guerras, como fue el caso de Centroamérica.

Luego siguieron algunos años en los que el capital se posesionó del escenario creyéndose vencedor absoluto de la contienda. Francis Fukuyama, desde los Estados Unidos, vaticinó que en el futuro no nos quedaba más alternativa que perfeccionar la sociedad capitalista hasta el fin de los tiempos.

El panorama no parecía pintar bien para los inconformes, para los que no podían resignarse. Pero el panorama era decepcionante: la URSS se autodisolvía y el neoliberalismo avanzaba sus reformas de forma rampante. Lo que había costado tanto esfuerzo y lucha popular quedaba de pronto menguado bajó la aplanadora, y el movimiento social parecía no tener la suficiente fuerza para detenerlo. 

Pero, a contrapelo de lo que dijera Fukuyama, no todo había terminado: no habíamos llegado al Nirvana capitalista y eso lo demostramos en América Latina, que entreabrió la puerta de un nuevo período de búsquedas.

Este nuevo período difiere en muchas cosas del anterior. No solo el contexto mundial ha cambiado, no solo la naturaleza del capital sino, también, los sujetos y los actores sociales involucrados en la pelea y el horizonte utópico al que se orientan.

América Latina abrió brecha en este nuevo período de pugna en el que hemos entrado, pero no siempre el movimiento popular ha logrado posicionarse de la misma forma. En todas partes se pelea, pero en países como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Uruguay o Argentina, se han logrado avances mayores. En otras partes la confrontación llega a ser violenta y acarrea hasta muertos. Aún está reciente, por ejemplo, la represión del ejército guatemalteco a manifestantes de la zona occidental del país, en donde murieron a balazos seis manifestantes que se oponían a lo que sigue siendo la imposición a rajatabla de políticas neoliberales.

Pero ahora también le ha tocado a Europa. Agobiados por las misma razones que los reprimidos guatemaltecos, es decir, por la voracidad del capital, que en el caso europeo busca maximizar ganancias recomponiendo los factores de la producción a su favor, ese continente vivió una jornada de protestas el jueves pasado que hace vislumbrar nuevas formas de organización. Una de ellas, tal vez la más relevante, la de la realización simultanea de las protestas en 17 países europeos, lo que hace atisbar la posibilidad de una futura coordinación con objetivos y formas de lucha comunes.

Esta situación solo es posible por la homogenización que crea el avance del capital, por sus formas generalizadas de explotación que llevan a formas similares de oposición.

Es muy difícil jugar el papel de oráculo en estas circunstancias. No sabemos qué nos deparará el futuro que nazca de este presente convulso, pero pareciera evidente que en estos primeros diez años del siglo XXI estamos entrando en un período nuevo en el que los designios de Fukuyama no se cumplirán.

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