No sabemos qué nos deparará el futuro
que nazca de este presente convulso, pero pareciera evidente que en estos
primeros diez años del siglo XXI estamos entrando en un período nuevo en el que
los designios de Fukuyama no se cumplirán.
Rafael
Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
La solidaridad de los pueblos: la bandera de lucha frente al neoliberalismo y el ajuste en Europa. |
Las cuatro esquinas del planeta se
encuentran bajo la convulsión de la protesta airada. Los de abajo se han puesto
en movimiento y se manifiestan en las calles de las ciudades y los campos de
forma cada vez más impaciente.
Otros momentos de la historia
contemporánea han sido parecidos: los años sesenta, por ejemplo, cuando el
movimiento juvenil disconforme con el estatus quo recorría las calles de París
y tomaba los campus universitarios norteamericanos.
Eran, también, los tiempos en que el
ejemplo de la Revolución Cubana cundía por toda América Latina. La juventud
latinoamericana seguía los pasos del Che y las calles y los campos de nuestro
subcontinente se llenaban de luchadores que optaban por la vía armada como camino
para llegar a la tan ansiada transformación social.
Fueron varias décadas convulsas. En
algunos países, desembocaron en verdaderas guerras, como fue el caso de
Centroamérica.
Luego siguieron algunos años en los que
el capital se posesionó del escenario creyéndose vencedor absoluto de la
contienda. Francis Fukuyama, desde los Estados Unidos, vaticinó que en el
futuro no nos quedaba más alternativa que perfeccionar la sociedad capitalista
hasta el fin de los tiempos.
El panorama no parecía pintar bien para
los inconformes, para los que no podían resignarse. Pero el panorama era
decepcionante: la URSS se autodisolvía y el neoliberalismo avanzaba sus
reformas de forma rampante. Lo que había costado tanto esfuerzo y lucha popular
quedaba de pronto menguado bajó la aplanadora, y el movimiento social parecía
no tener la suficiente fuerza para detenerlo.
Pero, a contrapelo de lo que dijera
Fukuyama, no todo había terminado: no habíamos llegado al Nirvana capitalista y
eso lo demostramos en América Latina, que entreabrió la puerta de un nuevo
período de búsquedas.
Este nuevo período difiere en muchas
cosas del anterior. No solo el contexto mundial ha cambiado, no solo la
naturaleza del capital sino, también, los sujetos y los actores sociales
involucrados en la pelea y el horizonte utópico al que se orientan.
América Latina abrió brecha en este
nuevo período de pugna en el que hemos entrado, pero no siempre el movimiento
popular ha logrado posicionarse de la misma forma. En todas partes se pelea,
pero en países como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Uruguay o Argentina, se han
logrado avances mayores. En otras partes la confrontación llega a ser violenta
y acarrea hasta muertos. Aún está reciente, por ejemplo, la represión del
ejército guatemalteco a manifestantes de la zona occidental del país, en donde
murieron a balazos seis manifestantes que se oponían a lo que sigue siendo la
imposición a rajatabla de políticas neoliberales.
Pero ahora también le ha tocado a
Europa. Agobiados por las misma razones que los reprimidos guatemaltecos, es
decir, por la voracidad del capital, que en el caso europeo busca maximizar
ganancias recomponiendo los factores de la producción a su favor, ese
continente vivió una jornada de protestas el jueves pasado que hace vislumbrar
nuevas formas de organización. Una de ellas, tal vez la más relevante, la de la
realización simultanea de las protestas en 17 países europeos, lo que hace
atisbar la posibilidad de una futura coordinación con objetivos y formas de
lucha comunes.
Esta situación solo es posible por la
homogenización que crea el avance del capital, por sus formas generalizadas de
explotación que llevan a formas similares de oposición.
Es muy difícil jugar el papel de oráculo
en estas circunstancias. No sabemos qué nos deparará el futuro que nazca de
este presente convulso, pero pareciera evidente que en estos primeros diez años
del siglo XXI estamos entrando en un período nuevo en el que los designios de
Fukuyama no se cumplirán.
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