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sábado, 23 de febrero de 2013

La megaminería: un debate en curso en América Latina

El tema de la megaminería hoy nos remite a qué es lo que las izquierdas podemos proponer para el futuro que sea distinto a lo que ya nos ha ofrecido y nos sigue ofreciendo el capitalismo. Y si el capitalismo lo que nos ha ofrecido es depredación del medio ambiente hasta límites que ponen en riesgo la vida humana sobre el planeta, pues la izquierda debe tomar cartas en el asunto y proponer alternativas.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA/Costa Rica

Las posiciones del presidente Rafael Correa en torno
a la minería han abierto un debate en la izquierda. 
Rafael Correa, presidente del Ecuador, ha dado unas declaraciones al periódico Página 12 esta semana, en las que reitera su posición a favor de la megaminería, en tanto sus beneficios sustenten proyectos políticos como el que se desarrolla en su país, que apuestan por una mejor redistribución de la riqueza social. Literalmente, dijo: “dígame qué clase de marxismo leninismo me perdí donde decía que un principio socialista es no explotar un recurso natural no renovable. Entonces Cuba no es socialista, porque la principal explotación de ese país es el níquel, con minería a cielo abierto. Tanta riqueza sin explotar, ¿qué principio de izquierda es ése?".

Como se sabe, este no es un debate nuevo ni, tampoco, exclusivo del Ecuador. Con reciedumbre, Álvaro García Linera, Vicepresidente de Bolivia, ha argumentado también a favor de ella, y otro país que marcha a la cabeza de los procesos nacional populares de América Latina, Venezuela, sustenta su economía en la explotación petrolera.

Mencionamos solo estos tres casos, no porque otros países de América Latina no sustenten sus economías en la misma forma de explotación de sus recursos naturales, sino porque en torno a ellos se agudiza el debate de la izquierda latinoamericana sobre el tipo de sociedad que queremos construir en esta búsqueda de opciones a la que todos se encuentran abocados, tanto gobiernos como movimientos, partidos, intelectuales y políticos.

En el caso del presidente Rafael Correa, en varias oportunidades se ha referido al tema, y reiteradamente ha polemizado con la que él considera que es una izquierda  que se opone a la megaminería por simple oportunismo. Marx y Engels, dice, nunca se refirieron al asunto y, puestos a deducir, seguramente la apoyarían en nuestros días.

En nuestra opinión, la polémica está mal planteada. No se trata de remitirse a los textos originales del marxismo para tratar de encontrar en ellos argumentos para el debate actual. Este tipo de ejercicios son propios de actitudes dogmáticas que van a la letra y no al sentido del marxismo, sentido que tiene su base, claro está, en los escritos clásicos, pero que se ha venido renovando con los años en función de las nuevas circunstancias.

Nueva circunstancia es, por cierto, el tema del medio ambiente y de la crisis ecológica. Si revisamos los textos clásicos del marxismo nos encontraremos, efectivamente, con posiciones que, para su época, no sonaban para nada disonantes, pero para nuestros días sí. Hoy es de dinosaurio hablar de la “conquista” de la naturaleza por “el hombre”, y eso se debe a que (y para nuestros días esto es una perogrullada) los límites de la explotación de la naturaleza están a la vista.

No se trata, por lo tanto, si Marx y Engels se refirieron al tema en la forma como lo puede hacer Rafael Correa o  -para mencionar a alguien que ha polemizado con él al respecto- Eduardo Gudynas, sino de cómo, utilizando las herramientas teóricas y conceptuales del marxismo, podemos pensar el tema hoy.

Y el tema hoy nos remite a qué es lo que las izquierdas podemos proponer para el futuro que sea distinto a lo que ya nos ha ofrecido y nos sigue ofreciendo el capitalismo. Y si el capitalismo lo que nos ha ofrecido es depredación del medio ambiente hasta límites que ponen en riesgo la vida humana sobre el planeta, pues la izquierda debe tomar cartas en el asunto y proponer alternativas.

Rafael Correa es presidente felizmente electo de un país que, como el resto de América Latina, ha sido estructurado históricamente en el período colonial, de tal forma que se encuentra atrapado en la trampa de ser, básicamente, un exportador de materias primas. De ahí provienen los recursos económicos que le permiten elevar el nivel de vida de la gente que ha estado secularmente postergada, y especular sobre de qué otra parte podría sacarlos es irreal y políticamente absurdo.

Pero eso no significa que la megaminería no sea nefasta y deban tomarse medidas radicales, si no para eliminarla, por lo menos para aminorar sus consecuencias al menor plazo posible.

Y esa es una tarea de la izquierda latinoamericana.

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