El
tema de la megaminería hoy nos remite a qué es lo que las izquierdas podemos
proponer para el futuro que sea distinto a lo que ya nos ha ofrecido y nos
sigue ofreciendo el capitalismo. Y si el capitalismo lo que nos ha ofrecido es
depredación del medio ambiente hasta límites que ponen en riesgo la vida humana
sobre el planeta, pues la izquierda debe tomar cartas en el asunto y proponer
alternativas.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA/Costa Rica
Las posiciones del presidente Rafael Correa en torno a la minería han abierto un debate en la izquierda. |
Rafael Correa,
presidente del Ecuador, ha dado unas declaraciones al periódico Página 12 esta
semana, en las que reitera su posición a favor de la megaminería, en tanto sus
beneficios sustenten proyectos políticos como el que se desarrolla en su país,
que apuestan por una mejor redistribución de la riqueza social. Literalmente,
dijo: “dígame qué clase de marxismo
leninismo me perdí donde decía que un principio socialista es no explotar un
recurso natural no renovable. Entonces Cuba no es socialista, porque la
principal explotación de ese país es el níquel, con minería a cielo abierto.
Tanta riqueza sin explotar, ¿qué principio de izquierda es ése?".
Como se sabe,
este no es un debate nuevo ni, tampoco, exclusivo del Ecuador. Con reciedumbre,
Álvaro García Linera, Vicepresidente de Bolivia, ha argumentado también a favor
de ella, y otro país que marcha a la cabeza de los procesos nacional populares
de América Latina, Venezuela, sustenta su economía en la explotación petrolera.
Mencionamos
solo estos tres casos, no porque otros países de América Latina no sustenten
sus economías en la misma forma de explotación de sus recursos naturales, sino
porque en torno a ellos se agudiza el debate de la izquierda latinoamericana
sobre el tipo de sociedad que queremos construir en esta búsqueda de opciones a
la que todos se encuentran abocados, tanto gobiernos como movimientos,
partidos, intelectuales y políticos.
En el caso del
presidente Rafael Correa, en varias oportunidades se ha referido al tema, y
reiteradamente ha polemizado con la que él considera que es una izquierda que se opone a la megaminería por simple
oportunismo. Marx y Engels, dice, nunca se refirieron al asunto y, puestos a
deducir, seguramente la apoyarían en nuestros días.
En nuestra
opinión, la polémica está mal planteada. No se trata de remitirse a los textos
originales del marxismo para tratar de encontrar en ellos argumentos para el
debate actual. Este tipo de ejercicios son propios de actitudes dogmáticas que
van a la letra y no al sentido del marxismo, sentido que tiene su base, claro
está, en los escritos clásicos, pero que se ha venido renovando con los años en
función de las nuevas circunstancias.
Nueva
circunstancia es, por cierto, el tema del medio ambiente y de la crisis
ecológica. Si revisamos los textos clásicos del marxismo nos encontraremos,
efectivamente, con posiciones que, para su época, no sonaban para nada
disonantes, pero para nuestros días sí. Hoy es de dinosaurio hablar de la
“conquista” de la naturaleza por “el hombre”, y eso se debe a que (y para
nuestros días esto es una perogrullada) los límites de la explotación de la
naturaleza están a la vista.
No se trata,
por lo tanto, si Marx y Engels se refirieron al tema en la forma como lo puede
hacer Rafael Correa o -para mencionar a
alguien que ha polemizado con él al respecto- Eduardo Gudynas, sino de cómo,
utilizando las herramientas teóricas y conceptuales del marxismo, podemos
pensar el tema hoy.
Y el tema hoy
nos remite a qué es lo que las izquierdas podemos proponer para el futuro que
sea distinto a lo que ya nos ha ofrecido y nos sigue ofreciendo el capitalismo.
Y si el capitalismo lo que nos ha ofrecido es depredación del medio ambiente
hasta límites que ponen en riesgo la vida humana sobre el planeta, pues la
izquierda debe tomar cartas en el asunto y proponer alternativas.
Rafael Correa
es presidente felizmente electo de un país que, como el resto de América
Latina, ha sido estructurado históricamente en el período colonial, de tal
forma que se encuentra atrapado en la trampa de ser, básicamente, un exportador
de materias primas. De ahí provienen los recursos económicos que le permiten
elevar el nivel de vida de la gente que ha estado secularmente postergada, y
especular sobre de qué otra parte podría sacarlos es irreal y políticamente
absurdo.
Pero eso no
significa que la megaminería no sea nefasta y deban tomarse medidas radicales, si
no para eliminarla, por lo menos para aminorar sus consecuencias al menor plazo
posible.
Y esa es una
tarea de la izquierda latinoamericana.
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