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sábado, 13 de abril de 2013

Margaret Thatcher y la Revolución Bolivariana: apertura y cierre de una época

En América Latina estamos en otro momento histórico, el de la búsqueda de los caminos para superar el neoliberalismo forjado en tiempos de Margaret Thatcher. El presidente Hugo Chávez fue fundamental para que esto pusiera suceder; hoy su pueblo está demostrando que  la conciencia que ganó durante los años en los que estuvo en la presidencia va más allá de él, y que tiene conciencia que la Revolución Bolivariana es un proceso de largo plazo.

Rafael Cuevas Molina/AUNA-Costa Rica

El apoyo popular a la Revolución Bolivariana: un factor
clave en la construcción de alternativas al neoliberalismo.
Murió Margaret Thatcher, la ex Primera Ministra británica el pasado 8 de abril, e inmediatamente los corifeos del capitalismo salvaje elevaron loas a las políticas que implementó a inicios de la década del ochenta, que inauguraron la época en la que sería dominante esa expresión del capitalismo contemporáneo que conocemos como neoliberalismo.

No hace falta decir mucho de lo que tales políticas significaron para su país, lo mismo que para el resto del mundo: concentración acelerada de la riqueza, crecimiento de la pobreza, retroceso en las políticas sociales que se habían construido en el Estado de Bienestar, confrontación y sufrimiento para amplios sectores de la población.

Unidos por un lazo ideológico y una similar visión de mundo, Thatcher y Pinochet inauguraron, cada uno en sus respectivos continentes, un período histórico  cuyo cierre hemos empezado a vislumbrar en América Latina con la llegada de los gobiernos nacional-populares, y que este próximo domingo 14 de octubre tendrá una cita más con la historia en las elecciones de Venezuela.

Los primeros 15 años de implementación de las reformas neoliberales encontraron una oposición debilitada por el derrumbe del socialismo en Europa de Este, que dejó atónitos y sin rumbo a muchos que habían sido vanguardia en la lucha por modelos alternativos de desarrollo. Fue tiempo de desconcierto, desánimo y, en muchas oportunidades, defección de la causa por un mundo distinto.

En ese sentido, en la segunda mitad de la década de los ochenta y principios de la del noventa parecía que ya no habría oportunidad de pensar y, menos aún, de impulsar la lucha por las utopías que habían guiado el rumbo de millones de personas en el siglo XX.

En nuestro continente solo Cuba resistía, y nunca ha sido utilizado con mayor propiedad el verbo resistir en nuestros días pues, transformada en una verdadera Numancia caribeña, se aferró hasta casi la inanición a un ideario que solo una profunda convicción puede volver tan invulnerable.

Mientras tanto Gorbachov pasaba a hacer comerciales de las grandes empresas de comidas rápidas norteamericanas, Boris Yeltsin bailaba como desaforado en las tarimas de la campaña electoral rusa y la mafia se peleaba por quedarse con los recursos energéticos del país.

¿Podía pensarse en un panorama más desolador? Ícono de esos tiempos es Margaret Thatcher, y como tal será recordada en el futuro, aunque hoy se le rindan honores y homenajes por parte de las clases dirigentes que siguen su huella. Son ellos los que están presentes en su funeral, los que siguen al aparatoso fausto británico concebido para estas ocasiones.

Mientras tanto, como siempre, los millones que siguen sufriendo las consecuencias de la época que ella inauguró no estarán presentes porque serán detenidos por las barreras policiales, los gendarmes antimotines, los gases lacrimógenos y los cañones de agua.

En América Latina estamos en otro momento histórico, el de la búsqueda de los caminos para superar esa situación. La hemos iniciado hace ya más de diez años, y Venezuela fue vanguardia que creó condiciones y dio ánimos para que otros se animaran. En su seno, el presidente Hugo Chávez fue fundamental para que esto pusiera suceder, pero hoy su pueblo está demostrando que la conciencia que ganó durante los años en los que estuvo en la presidencia va más allá de él, y que tiene conciencia que la Revolución Bolivariana es un proceso de largo plazo.

Que en Venezuela triunfe de nuevo la Revolución Bolivariana sin él, el próximo 14 de abril, será el triunfo más grande de Chávez.

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