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sábado, 21 de septiembre de 2013

América Latina: Vulnerabilidad y cambio climático

Las impactantes imágenes de la destrucción que dejaron tras de sí un huracán y una tormenta tropical que azotaron el sureste de México en los últimos días, han puesto en evidencia, una vez más, la vulnerabilidad de los países latinoamericanos frente a los fenómenos atmosféricos y los efectos del cambio climático.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

La destrucción en el estado de Guerrero, México.
Los recuentos preliminares de las autoridades mexicanas, cuyas cifras siguen en aumento, hablan de al menos 80 personas fallecidas, más de 35 mil viviendas dañadas parcial o totalmente, más de 250 mil damnificados, 50 mil personas evacuadas de zonas de alto riesgo y un cuadro general de daños en 23 estados de la nación. Un escenario casi apocalíptico.

Junta a la tragedia humana y ambiental que vive México, también se han conocido en estos días noticias de Costa Rica y Uruguay, países que sufren problemas asociados al incremento de las lluvias en cantidad e intensidad, las inundaciones en ciudades y zonas rurales, comunidades damnificadas -en algunos casos, con víctimas mortales- y cuantiosas pérdidas materiales en infraestructura pública.

Este tipo de situaciones dramáticas se vienen repitiendo, año tras año, y a escala creciente, en prácticamente toda América Latina y el Caribe, con costos sociales, económicos y ambientales que se arrastran sin solución a corto plazo, y que se convierten en un sedimento pernicioso que deteriora la calidad de vida y las posibilidades de bienestar de amplios sectores de la población en nuestro continente.

Como lo explicaba el informe GEO ALC 3, del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente[1], a los factores de riesgo que acentúan la vulnerabilidad del territorio latinoamericano y caribeño ante los eventos climáticos, asociados a las particularidades de nuestra ubicación geográfica, se suman aquellos otros que tienen que ver con las desigualdades y contradicciones del (mal)desarrollo de la región, lo que resulta visible, por ejemplo, en “la aplicación de políticas económicas con altos costos sociales y ambientales, la falta de voluntad política para lograr un desarrollo sostenible, la urbanización descontrolada, las limitaciones en las capacidades institucionales, la emigración –sobre todo de fuerza de trabajo calificada–, y las restricciones tecnológicas y financieras, que también agravan la situación socioeconómica y ambiental y reducen la capacidad de respuesta de los países en términos de adaptación y mitigación de los problemas ambientales globales”.

Estos problemas estructurales, que recorren de un extremo a otro a nuestras sociedades, producto de los procesos históricos de configuración de las relaciones económicas y productivas entre sociedad y medio ambiente, están presentes en el caso mexicano y empiezan a salir a la luz en el análisis de los especialistas, tras el paso del hurácan Ingrid y la tormenta tropical Manuel.

En su cobertura de estos eventos, el diario La Jornada consignó el criterio de  Víctor Magaña, del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, quien sostuvo que la devastación de estos fenómenos encuentra explicación en la acción humana acumulada sobre el medio ambiente, toda vez que “la vulnerabilidad la construimos los humanos con la falta de orden del uso del territorio y manejo de los recursos. (…) El contexto de vulnerabilidad es el que viene cambiando, hay gente en zonas donde antes no había. Por ejemplo, en Acapulco y Veracruz el desarrollo no es planeado, no toma en cuenta los altos niveles de riesgo asociados a los huracanes”. Y en idéntico sentido, una especialista de Protección Civil afirmó que, en el caso de Acapulco, “las afectaciones se vinculan también a la persistente construcción de asentamientos humanos y desarrollos turísticos que irrumpen el desagüe natural”. Es decir, la negligencia humana y el carácter depredador de las modalidades dominantes del desarrollo capitalista son una combinación nefasta para el futuro de nuestra América.

¿Cuánto tiempo más nos tomará comprender que, sin una transformación profunda en las modalidades del desarrollo dominantes, y sin una nueva cultura ambiental, que oriente nuestra existencia en el planeta de una manera equilibrada con todos los ecosistemas, la extinción de la especie humana dejará de ser una amenaza lejana, para convertirse en ese horizonte de posibilidad inminente cuya sombra ya nos alcanza en el presente?



[1] PNUMA (2010). Perspectivas del Medio Ambiente: América Latina y el Caribe. GEO-ALC 3. Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente: Ciudad Panamá. Pág. 235.

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