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sábado, 21 de septiembre de 2013

Centroamérica, su deslucida independencia

La persistencia del orden oligárquico cuya raíz más remota viene de la colonia intocada por la independencia, se manifiesta en la Centroamérica de hoy. Esa que nos duele tanto y que no hemos podido cambiar.

Carlos Figueroa Ibarra /  Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

En este mes de septiembre los países centroamericanos conmemoraron el 192 aniversario de su independencia  con respecto a España. Y ha coincidido la celebración del 15 de septiembre con el que por motivos académicos haya tenido que revisitar “La patria del criollo”, la grandiosa obra de mi maestro y amigo, Severo Martínez Peláez. Por este magnífico libro podemos saber que   la historia de bronce nos presenta a los próceres de la independencia centroamericana como si entre ellos no hubiera habido proyectos esencialmente distintos para el país.  José Cecilio del Valle, Mariano de Larrave y Mariano de Beltranena representaron  el proyecto reaccionario que finalmente se impuso: una independencia que no fue sino la continuación del orden colonial sin España. Por el contrario Pedro Molina, Dolores Bedoya, Manuel José Arce y Francisco Barrundia fueron miembros conspicuos de una corriente política liberal que aspiraba a ver una Centroamérica independiente y con cambios revolucionarios. El proyecto revolucionario tuvo entre sus antecedentes las sublevaciones de 1811 y 1814 en El Salvador, la conjura de Belén en Guatemala de 1813,  y los movimientos de León y Granada en 1811-1812.

El encono entra ambos bandos fue tan grande que el 30 de noviembre de 1821 un grupo de hombres armados al mando de Mariano de Larrave terminó asesinando en la ciudad de Guatemala a ese extraordinario joven revolucionario Mariano Bedoya, hermano de Dolores Bedoya. Terminaba así una corta y fecunda vida llena de cárcel y sufrimientos en pos de una Centroamérica libre de España y de la oligarquía criolla. Este ideal tuvo en Mariano Gálvez y Francisco Morazán esforzados continuadores y sería finalmente derrotado con la disolución de la Republica Federal Centroamericana en 1839 y el fusilamiento de Morazán en 1842. Hay pues una continuidad reaccionaria  observada desde la independencia de 1821, al extremo de que hoy  se considera prócer de la independencia al Capitán General Gabino Gaínza, un militar que combatió ferozmente a los independentistas en Chile. La independencia de Centroamérica fue un acuerdo palaciego y urbano  entre las autoridades españolas y los criollos que ignoró al resto de Centroamérica. El proyecto reaccionario de independencia se consolidó con la disolución de la federación centroamericana y el control conservador.

En el caso de Guatemala, este control se encarnó en la figura de Rafael Carrera, el antiguo y analfabeta criador de puercos, figura plebeya usada por la oligarquía criolla para mantener el orden conservador. En 1871, finalmente conquistaron el poder los herederos de la antaño pequeña burguesía liberal que había propugnado una independencia con revolución.  Ahora eran una emergente oligarquía cafetalera que aliándose a los herederos de los criollos, constituyeron la clase dominante que le dio sustento al orden liberal. El mismo que se convirtió en el orden reaccionario que tanto combatieron los Molina, Bedoya,  Gálvez y Morazán. Mutatis mutandis, pervive la poderosa oligarquía criolla, enriquecida por los emergentes cafetaleros de la revolución liberal de 1871, modernizada y hasta globalizada en la segunda mitad del siglo XX. El intento serio de desarticular el orden reaccionario que establecieron fue derrotado en nombre del anticomunismo con la ayuda de Washington en la Guatemala de 1954. Y en el nivel regional,  también con la imprescindible ayuda de Washington logró sobrevivir al embate revolucionario que se observó en Nicaragua, El Salvador y Guatemala durante los años ochenta del siglo pasado.

Engels escribió alguna vez que en muchos casos, los pueblos transitaban por “el lado malo de la historia”. Tal parece ser el caso de Centroamérica y en particular de Guatemala. La persistencia del orden oligárquico cuya raíz más remota viene de la colonia intocada por la independencia, se manifiesta en la Centroamérica de hoy. Esa que nos duele tanto y que no hemos podido cambiar.

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