La persistencia del
orden oligárquico cuya raíz más remota viene de la colonia intocada por la
independencia, se manifiesta en la Centroamérica de hoy. Esa que nos duele
tanto y que no hemos podido cambiar.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
En este mes de
septiembre los países centroamericanos conmemoraron el 192 aniversario de su
independencia con respecto a España. Y
ha coincidido la celebración del 15 de septiembre con el que por motivos
académicos haya tenido que revisitar “La patria del criollo”, la grandiosa obra
de mi maestro y amigo, Severo Martínez Peláez. Por este magnífico libro podemos
saber que la historia de bronce nos presenta a los
próceres de la independencia centroamericana como si entre ellos no hubiera
habido proyectos esencialmente distintos para el país. José Cecilio del Valle, Mariano de Larrave y
Mariano de Beltranena representaron el
proyecto reaccionario que finalmente se impuso: una independencia que no fue
sino la continuación del orden colonial sin España. Por el contrario Pedro
Molina, Dolores Bedoya, Manuel José Arce y Francisco Barrundia fueron miembros
conspicuos de una corriente política liberal que aspiraba a ver una
Centroamérica independiente y con cambios revolucionarios. El proyecto
revolucionario tuvo entre sus antecedentes las sublevaciones de 1811 y 1814 en
El Salvador, la conjura de Belén en Guatemala de 1813, y los movimientos de León y Granada en
1811-1812.
El encono entra ambos
bandos fue tan grande que el 30 de noviembre de 1821 un grupo de hombres
armados al mando de Mariano de Larrave terminó asesinando en la ciudad de
Guatemala a ese extraordinario joven revolucionario Mariano Bedoya, hermano de
Dolores Bedoya. Terminaba así una corta y fecunda vida llena de cárcel y
sufrimientos en pos de una Centroamérica libre de España y de la oligarquía
criolla. Este ideal tuvo en Mariano Gálvez y Francisco Morazán esforzados
continuadores y sería finalmente derrotado con la disolución de la Republica
Federal Centroamericana en 1839 y el fusilamiento de Morazán en 1842. Hay pues
una continuidad reaccionaria observada
desde la independencia de 1821, al extremo de que hoy se considera prócer de la independencia al
Capitán General Gabino Gaínza, un militar que combatió ferozmente a los
independentistas en Chile. La independencia de Centroamérica fue un acuerdo
palaciego y urbano entre las autoridades
españolas y los criollos que ignoró al resto de Centroamérica. El proyecto
reaccionario de independencia se consolidó con la disolución de la federación
centroamericana y el control conservador.
En el caso de
Guatemala, este control se encarnó en la figura de Rafael Carrera, el antiguo y
analfabeta criador de puercos, figura plebeya usada por la oligarquía criolla
para mantener el orden conservador. En 1871, finalmente conquistaron el poder
los herederos de la antaño pequeña burguesía liberal que había propugnado una
independencia con revolución. Ahora eran
una emergente oligarquía cafetalera que aliándose a los herederos de los
criollos, constituyeron la clase dominante que le dio sustento al orden
liberal. El mismo que se convirtió en el orden reaccionario que tanto
combatieron los Molina, Bedoya, Gálvez y
Morazán. Mutatis mutandis, pervive la poderosa oligarquía criolla, enriquecida
por los emergentes cafetaleros de la revolución liberal de 1871, modernizada y
hasta globalizada en la segunda mitad del siglo XX. El intento serio de
desarticular el orden reaccionario que establecieron fue derrotado en nombre
del anticomunismo con la ayuda de Washington en la Guatemala de 1954. Y en el
nivel regional, también con la
imprescindible ayuda de Washington logró sobrevivir al embate revolucionario
que se observó en Nicaragua, El Salvador y Guatemala durante los años ochenta
del siglo pasado.
Engels escribió alguna
vez que en muchos casos, los pueblos transitaban por “el lado malo de la
historia”. Tal parece ser el caso de Centroamérica y en particular de
Guatemala. La persistencia del orden oligárquico cuya raíz más remota viene de
la colonia intocada por la independencia, se manifiesta en la Centroamérica de
hoy. Esa que nos duele tanto y que no hemos podido cambiar.
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