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sábado, 14 de septiembre de 2013

Siria: La paz negociada es la única alternativa

Lo que realmente se requiere ahora es un compromiso franco a favor de la paz definitiva para el pueblo sirio, y de la construcción de las condiciones de convivencia que hagan posible el ejercicio de su derecho a la autodeterminación.

Andrés Mora Ramírez /AUNA-Costa Rica

La amenaza de la guerra imperialista contra Siria, que solo profundizaría los estragos de la guerra civil que está en curso desde hace más de dos años en ese país, ha entrado en un compás de espera con desenlace abierto. La audaz maniobra de la diplomacia rusa, que propuso poner bajo custodia internacional el arsenal de armas químicas del ejército sirio –a lo que ya accedió el gobierno de este país-, sumado a las reticencias de la opinión pública y los congresistas estadounidenses frente a una nueva aventura bélica lejos de sus fronteras, parecen debilitar la posición beligerante que hasta hace pocos días presumía el presidente de EE.UU, Barack Obama.

¿Significa esto que se abre una oportunidad para la paz y la búsqueda de soluciones negociadas entre todas las partes, que no impliquen el uso unilateral de la fuerza y la superioridad militar de la potencia norteamericana?

Sería aventurado afirmarlo, toda vez que el sistema internacional se mueve de manera incierta, y las presiones que ejercen  sectores políticos y del complejo militar-industrial estadounidense sobre el presidente Obama –finalmente, el rostro visible del aparato imperial- son muy poderosas. De ahí la imperiosa necesidad que tiene la Casa Blanca de encontrar justificaciones para la guera. O de fabricarlas.

Pese a esta reserva de prudencia, lo cierto es que ningún otro escenario como el de la paz sería tan deseable para el pueblo sirio, para el mundo árabe y el conjunto de la humanidad. Es que en torno al conflicto en Siria –como no había ocurrido en Afganistán, Irak o Libia- se libra un pulso decisivo entre el orden unipolar que se instauró tras la caída de la URSS, a finales del siglo XX; y el nuevo orden multipolar, que empieza a configurarse a partir de siglo XXI, con el protagonismo de actores emergentes en distintos continentes, como Rusia, China, India y, en América Latina, Brasil y Venezuela. Más aún, distintos analistas coinciden en afirmar que Siria podría ser el detenonante de una conflagración de proporciones incalculables, que afectaría a esta convulsa región e involucraría a ejércitos de varios países. Los movimientos de naves de guerra y preparativos militares de EE.UU, Rusia y China en el mar Mediterráneo, abonan argumentos a esta hipótesis.

Asimismo, está en juego la vigencia de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y de un sistema de derecho internacional realmente efectivo, que pueda actuar oportunamente ante una catástrofe humanitaria como la que vive Siria, con  2 millones de desplazados por la guerra civil, y de la que ninguno de los grupos beligerantes está exento de culpa: precisamente, esta semana la Comisión de Investigación de la ONU dio a conocer un informe en el que documenta crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra cometidos, durante el último año y medio, tanto por el ejercito sirio como por los combatientes del “opositor” Frente Al Nusra (milicia de la organización Al Qaeda).

Más allá del cálculo diplomático de las declaraciones, de los gestos y las decisiones; más allá de los intereses geopolíticos que concitan a las potencias y las llevan a tomar partido por uno u otro bando en la guerra civil siria (ignorando que ni el triunfo del gobierno de Al-Assad, ni de los grupos opositores armados, podrán dar una garantía de paz al país ni a la región); y más allá de las loas y las condenas a la sacrosanta democracia occidental, o a la sui géneris cultura política del Medio Oriente; lo que realmente se requiere ahora es un compromiso franco a favor de la paz definitiva para el pueblo sirio, y de la construcción de las condiciones de convivencia que hagan posible el ejercicio de su derecho a la autodeterminación.

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