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sábado, 25 de enero de 2014

EE.UU y el espionaje: Novedades innovedosas

Históricamente, el gobierno de los EE.UU ha estado espiando, deteniendo y provocando, no solo a extranjeros en sus países, sino a los propios norteamericanos en  el supuesto sacrosanto reducto de las libertades públicas.

Jorge Luis Ubertalli / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina

“…no se puede confiar en el imperialismo ni un tantito así, nada…”
 Ernesto Che Guevara     

Hace unos días el presidente de EE.UU., Barck Obama, anunció algunas modificaciones relacionadas con el aparato clandestino de su país, fundamentalmente el vinculado con la vigilancia electrónica y el espionaje cibernético. El mandatario se despachó, entre otras cosas, declamando que algunos gobernantes que se sintieron espiados por el Tío Sam, “en privado reconocen que EE.UU. tiene responsabilidades especiales como el único superpoder en el mundo y ellos dependen de la información que Washington ha obtenido para proteger a sus pueblos”.

Las novedades innovedosas de Obama se remontan a lo mas inmundo del tartufismo norteamericano, que desde tiempos inmemoriales ha estado espiando, deteniendo y provocando, no solo a extranjeros en sus países, sino a los propios norteamericanos en  el supuesto sacrosanto reducto de las libertades públicas. Un sinfín de oficinas y organismos de control ciudadano, de controles a sus vez de esos controles, de instituciones descontroladoras erigidas para controlar, y de personajes y funcionarios a la violeta, han actuado en ese país como un caballo de calesita, que da vueltas siempre sobre sí mismo arrastrando en su paso a innumerables marionetas erigidas para cautivar a millones de ciudadanos. 

Ya en 1917 y con la justificación de una Ley Anticomunista (ver “Siniestras Paternidades”, del autor, www.alainet.org, 2 de enero 2014 y otros) se había montado una Oficina represiva liderada por el tristemente célebre “capo” del FBI, Edgar Hoover, quien, contando con una caterva de provocadores, buchones y lúmpenes de baja estofa se dedicó durante varios años a perseguir y espiar ciudadanos yanquis y extranjeros residentes en forma ilegal. “El 23 de septiembre el Congreso ampliaba la Ley de Seguridad Interior de 1950.(…) Las leyes que defendían el espionaje y el sabotaje se ampliaron y reforzaron. Ahora los ciudadanos subversivos eran susceptibles de encarcelamiento por motivos políticos. Se exigía que todas las organizaciones comunistas y las que estuvieran relacionadas con ellas se registraran en una nueva Junta de Control de Actividades Subversivas” (Enemigos. Una historia del FBI, Tim Winner, Editorial Debate, 2012, página 225).

Más de 20.000 estadounidenses fichados y millones de ciudadanos y extranjeros sujetos a fichajes, detenciones preventivas, suspensión de garantías constitucionales y demás panfernalias de la represión burguesa internacional se hicieron sentir una y otra vez en ese país. Haciendo hincapié en la “maldad intrínseca” de los comunistas nativos, Hoover informaba al presidente Harold Truman, carnicero de Corea y genocida de Hiroshima y Nagasaki en 1950 que “‘La Unión Soviética no vacilaría en lanzar bombas atómicas sobre cualquier objetivo aunque tal ataque implicara misiones suicidas’. Preveía que ‘habría aviones suicidas con bombas atómicas’ y un ataque de ‘paracaidistas cargados con bombas pequeñas u otros dispositivos destructivos’… que serían ayudados por los comunistas locales. (Winner, ya citado, página 224). Semejante dislate sirvió no hace mucho para imponer, bajo la administración de George W. Bush y ante el “atentado suicida” a las Torres Gemelas de N. York, medidas represivas al mas puro estilo fascista al interior de EE.U.U, además de iniciarse una guerra de agresión sin declarar a Irak y Afganistán, entre otros.

La CIA, creada en 1947 para actuar en el extranjero, no fue ajena a la guerra sucia contra los propios norteamericanos. El tartufismo de la plutocracia norteamericana no tuvo límites. Richard Nixon, asesino en masa del pueblo vietnamita y camboyano, diría en 1969, con respecto a las operaciones de la Agencia: “Al fin y al cabo, la exposición a las operaciones clandestinas tiene un coste para los EE.UU. en términos de la opinión mundial. Para algunos, dicha exposición demuestra la desatención de EE.UU. con respecto a los derechos nacionales y los derechos humanos; para otros, muestra nuestra impotencia e ineptitud al dejarnos pillar…” (Legado de Cenizas, Historia de la CIA , Tim Winner, Debate, 2008, página 308).

Senadores, diputados, banqueros, hombres de negocios, militares, usinas del establishment reptaron durante añares en las cloacas de la inteligencia de EE.UU. para proteger los intereses de su “Nación”. El asesor de seguridad de Nixon, Henry Kissinger, mentor del golpe de Estado pinochetista en Chile en 1973 “utilizó también a la CIA para espiar a los estadounidenses, un hecho que hasta ahora ha escapado a la atención de la historia” (Winner, citado en “Legado…”, 309) (…) “Desde 1962, tres presidentes sucesivos habían ordenado al director de la Central de Inteligencia que espiara a estadounidenses, prescindiendo por completo de los Estatutos de la CIA…” (Winner, “Legado…”, 310). Nacidos para engañar y someter a los mismos ciudadanos que dicen defender, los servicios estadounidenses y sus homólogos compinches son lo que son y serán en el marco del capitalismo depredador y el imperialismo. “Cuando haya acabado el juicio de Watergate y todo el episodio haya comenzado a perder color, habrá un movimiento para una renovación nacional, para una reforma en las prácticas electorales y quizás hasta para reformar el FBI y a la CIA”.

“Pero la vuelta a nuestras cómodas tradiciones santurronas no debería hacer creer a nadie que el problema ha sido resuelto. Las reformas atacan mas a los síntomas que a la enfermedad, y no son necesarias más pruebas que la guerra de Vietnam y Watergate para demostrar que la enfermedad es nuestro sistema económico y sus patrones motivacionales”- escribió Philip Agee, ex agente de la CIA , en su volumen: Inside the Company: CIA Diary (La CIA por Dentro-Diario de un Espía), editado en 1975. “Las reformas del FBI y la CIA, aunque puedan sacar al presidente, no pueden sacar el problema. El capitalismo norteamericano, basado en la explotación de los pobres y movido fundamentalmente por la codicia personal, simplemente no puede sobrevivir sin la fuerza, sin una fuerza policial secreta. El problema está en el capitalismo y hay que oponerse a él y su CIA, FBI y otras agencias de seguridad que se consideran manifestaciones lógicas y necesarias para que la clase dirigente retenga poder y privilegios….” (página 449, Sudamericana, 1975).

Frente a las novedades innovedosas declamadas por Obama, que mueven a risa a más de uno, las palabras de Agee, ya fallecido, resuenan como una campana, convocando a la lucha contra el enemigo de la humanidad.

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