Históricamente, el gobierno de los EE.UU ha estado
espiando, deteniendo y provocando, no solo a extranjeros en sus países, sino a
los propios norteamericanos en el supuesto sacrosanto reducto de las
libertades públicas.
Jorge Luis Ubertalli / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos
Aires, Argentina
“…no se puede confiar en el imperialismo ni un tantito así, nada…”
Ernesto Che Guevara
Hace unos días el presidente de EE.UU., Barck Obama,
anunció algunas modificaciones relacionadas con el aparato clandestino de su
país, fundamentalmente el vinculado con la vigilancia electrónica y el
espionaje cibernético. El mandatario se despachó, entre otras cosas, declamando
que algunos gobernantes que se sintieron espiados por el Tío Sam, “en privado
reconocen que EE.UU. tiene responsabilidades especiales como el único
superpoder en el mundo y ellos dependen de la información que Washington ha
obtenido para proteger a sus pueblos”.
Las novedades innovedosas de Obama se remontan a lo
mas inmundo del tartufismo norteamericano, que desde tiempos inmemoriales ha estado
espiando, deteniendo y provocando, no solo a extranjeros en sus países, sino a
los propios norteamericanos en el supuesto sacrosanto reducto de las
libertades públicas. Un sinfín de oficinas y organismos de control ciudadano,
de controles a sus vez de esos controles, de instituciones descontroladoras
erigidas para controlar, y de personajes y funcionarios a la violeta, han
actuado en ese país como un caballo de calesita, que da vueltas siempre sobre
sí mismo arrastrando en su paso a innumerables marionetas erigidas para
cautivar a millones de ciudadanos.
Ya en 1917 y con la justificación de una Ley
Anticomunista (ver “Siniestras Paternidades”, del autor, www.alainet.org, 2 de enero 2014 y otros) se había montado una
Oficina represiva liderada por el tristemente célebre “capo” del FBI, Edgar
Hoover, quien, contando con una caterva de provocadores, buchones y lúmpenes de
baja estofa se dedicó durante varios años a perseguir y espiar ciudadanos
yanquis y extranjeros residentes en forma ilegal. “El 23 de septiembre el
Congreso ampliaba la Ley de Seguridad Interior de 1950.(…) Las leyes que
defendían el espionaje y el sabotaje se ampliaron y reforzaron. Ahora los
ciudadanos subversivos eran susceptibles de encarcelamiento por motivos
políticos. Se exigía que todas las organizaciones comunistas y las que
estuvieran relacionadas con ellas se registraran en una nueva Junta de Control
de Actividades Subversivas” (Enemigos.
Una historia del FBI, Tim Winner, Editorial Debate, 2012, página 225).
Más de 20.000 estadounidenses fichados y millones de
ciudadanos y extranjeros sujetos a fichajes, detenciones preventivas,
suspensión de garantías constitucionales y demás panfernalias de la represión
burguesa internacional se hicieron sentir una y otra vez en ese país. Haciendo
hincapié en la “maldad intrínseca” de los comunistas nativos, Hoover informaba
al presidente Harold Truman, carnicero de Corea y genocida de Hiroshima y
Nagasaki en 1950 que “‘La Unión Soviética no vacilaría en lanzar bombas
atómicas sobre cualquier objetivo aunque tal ataque implicara misiones
suicidas’. Preveía que ‘habría aviones suicidas con bombas atómicas’ y un
ataque de ‘paracaidistas cargados con bombas pequeñas u otros dispositivos
destructivos’… que serían ayudados por los comunistas locales. (Winner, ya
citado, página 224). Semejante dislate sirvió no hace mucho para imponer, bajo
la administración de George W. Bush y ante el “atentado suicida” a las Torres
Gemelas de N. York, medidas represivas al mas puro estilo fascista al interior
de EE.U.U, además de iniciarse una guerra de agresión sin declarar a Irak y
Afganistán, entre otros.
La CIA, creada en 1947 para actuar en el extranjero,
no fue ajena a la guerra sucia contra los propios norteamericanos. El
tartufismo de la plutocracia norteamericana no tuvo límites. Richard Nixon,
asesino en masa del pueblo vietnamita y camboyano, diría en 1969, con respecto a
las operaciones de la Agencia: “Al fin y al cabo, la exposición a las
operaciones clandestinas tiene un coste para los EE.UU. en términos de la
opinión mundial. Para algunos, dicha exposición demuestra la desatención de
EE.UU. con respecto a los derechos nacionales y los derechos humanos; para
otros, muestra nuestra impotencia e ineptitud al dejarnos pillar…” (Legado de Cenizas,
Historia de la CIA , Tim Winner,
Debate, 2008, página 308).
Senadores, diputados, banqueros, hombres de
negocios, militares, usinas del establishment reptaron durante añares en las
cloacas de la inteligencia de EE.UU. para proteger los intereses de su
“Nación”. El asesor de seguridad de Nixon, Henry Kissinger, mentor del golpe de
Estado pinochetista en Chile en 1973 “utilizó también a la CIA para espiar a
los estadounidenses, un hecho que hasta ahora ha escapado a la atención de la
historia” (Winner, citado en “Legado…”, 309) (…) “Desde 1962, tres presidentes
sucesivos habían ordenado al director de la Central de Inteligencia que espiara
a estadounidenses, prescindiendo por completo de los Estatutos de la CIA…”
(Winner, “Legado…”, 310). Nacidos para engañar y someter a los mismos
ciudadanos que dicen defender, los servicios estadounidenses y sus homólogos
compinches son lo que son y serán en el marco del capitalismo depredador y el
imperialismo. “Cuando haya acabado el juicio de Watergate y todo el episodio
haya comenzado a perder color, habrá un movimiento para una renovación
nacional, para una reforma en las prácticas electorales y quizás hasta para
reformar el FBI y a la CIA”.
“Pero la vuelta a nuestras cómodas tradiciones
santurronas no debería hacer creer a nadie que el problema ha sido resuelto.
Las reformas atacan mas a los síntomas que a la enfermedad, y no son necesarias
más pruebas que la guerra de Vietnam y Watergate para demostrar que la
enfermedad es nuestro sistema económico y sus patrones motivacionales”-
escribió Philip Agee, ex agente de la CIA , en su volumen: Inside the Company: CIA Diary (La CIA por Dentro-Diario de un Espía),
editado en 1975. “Las reformas del FBI y la CIA, aunque puedan sacar al
presidente, no pueden sacar el problema. El capitalismo norteamericano, basado
en la explotación de los pobres y movido fundamentalmente por la codicia
personal, simplemente no puede sobrevivir sin la fuerza, sin una fuerza
policial secreta. El problema está en el capitalismo y hay que oponerse a él y
su CIA, FBI y otras agencias de seguridad que se consideran manifestaciones
lógicas y necesarias para que la clase dirigente retenga poder y privilegios….”
(página 449, Sudamericana, 1975).
Frente a las novedades innovedosas declamadas por Obama, que mueven a risa a más de uno, las palabras de Agee, ya fallecido, resuenan como una campana, convocando a la lucha contra el enemigo de la humanidad.
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