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sábado, 13 de diciembre de 2014

Unasur: el futuro de la integración

El fortalecimiento de Unasur solo puede traer mayores beneficios para Nuestra América Latina, pues incluso la colocará como otra región de referencia y soberanía en las geoestrategias mundiales.

Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)

La VIII Cumbre de Unasur se celebró en Quito.
La semana pasada, Quito reunió a los Jefes de Estado de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), institución creada en Brasilia (mayo de 2008), y que definitivamente quedó integrada en 2011 por: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela.

Sin duda cumple con el sueño de la integración, que nació con la independencia, y que se identificó, de modo especial, con el pensamiento de Simón Bolívar, quien abogó, en todo momento, por la unión de lo que llamó la América antes española. Bolívar consideró que existían rasgos comunes de identidad entre los nacientes países y que una gran nación constituida sobre esa base, tendría significación mundial. Desde luego excluyó de ella a Estados Unidos, al que, si bien admiró, no dejó de considerar ajeno a esa identidad hispanoamericana y, además, peligroso, por su manifiesto carácter expansivo. No se equivocó.

Esos ideales postindependentistas de unión e integración largamente quedaron postergados o excluidos en el siglo XIX y hasta bien entrado el XX. Renacieron en las décadas ‘desarrollistas’ de los sesenta y setenta. Pero con la era de la globalización y la implantación en América Latina del modelo empresarial neoliberal, decayeron las voluntades unionistas, aunque se afirmaron las ideas de competencia empresarial y libres mercados, que pretendían uniones económicas pero en beneficio exclusivo del capital. En ese marco surgieron el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) e inmediatamente, los Tratados de Libre Comercio (TLC), ambos impulsados por EE.UU.

Unasur nació, en cambio, como un esfuerzo de iniciativa Latinoamericana, que ha excluido a los EE.UU. y que busca concretar políticas propias de la región, sin el tutelaje norteamericano tan característico del pasado.  Ello ha sido posible por el cuestionamiento al modelo neoliberal, porque buena parte de los gobiernos sudamericanos se identifican con la Nueva Izquierda, porque existe la voluntad política de los pueblos y sus gobernantes para emprender un camino de unidad e integración y, además, porque no se ha privilegiado la competitividad empresarial ni los mercados a su servicio.

En Unasur hay otras guías: fortalecer la democracia y las libertades, convertir a Latinoamérica en región de paz, establecer la ciudadanía Sudamericana y, además, crear una nueva institucionalidad regional, con mecanismos propios de arbitraje, solución de controversias, tratamiento al capital transnacional, financiamiento para las necesidades del desarrollo económico, e integración global.

Es que las experiencias regionales con el FMI, la CIDH, los convenios bilaterales de inversión (CBI) o las políticas imperialistas sobre la región, han acumulado demasiadas repercusiones históricas negativas, como para soportarlas hacia el futuro.

De manera que el fortalecimiento de Unasur solo puede traer mayores beneficios para Nuestra América Latina, pues incluso la colocará como otra región de referencia y soberanía en las geoestrategias mundiales.

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