El fortalecimiento de Unasur solo puede traer mayores beneficios para
Nuestra América Latina, pues incluso la colocará como otra región de referencia
y soberanía en las geoestrategias mundiales.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo
(Ecuador)
La VIII Cumbre de Unasur se celebró en Quito. |
La semana pasada,
Quito reunió a los Jefes de Estado de la Unión de Naciones Suramericanas
(Unasur), institución creada en Brasilia (mayo de 2008), y que definitivamente
quedó integrada en 2011 por: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile,
Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela.
Sin duda cumple
con el sueño de la integración, que nació con la independencia, y que se
identificó, de modo especial, con el pensamiento de Simón Bolívar, quien abogó,
en todo momento, por la unión de lo que llamó la América antes española.
Bolívar consideró que existían rasgos comunes de identidad entre los nacientes
países y que una gran nación constituida sobre esa base, tendría significación
mundial. Desde luego excluyó de ella a Estados Unidos, al que, si bien admiró,
no dejó de considerar ajeno a esa identidad hispanoamericana y, además,
peligroso, por su manifiesto carácter expansivo. No se equivocó.
Esos ideales
postindependentistas de unión e integración largamente quedaron postergados o
excluidos en el siglo XIX y hasta bien entrado el XX. Renacieron en las décadas
‘desarrollistas’ de los sesenta y setenta. Pero con la era de la globalización
y la implantación en América Latina del modelo empresarial neoliberal,
decayeron las voluntades unionistas, aunque se afirmaron las ideas de
competencia empresarial y libres mercados, que pretendían uniones económicas
pero en beneficio exclusivo del capital. En ese marco surgieron el ALCA (Área
de Libre Comercio de las Américas) e inmediatamente, los Tratados de Libre
Comercio (TLC), ambos impulsados por EE.UU.
Unasur nació, en
cambio, como un esfuerzo de iniciativa Latinoamericana, que ha excluido a los
EE.UU. y que busca concretar políticas propias de la región, sin el tutelaje
norteamericano tan característico del pasado.
Ello ha sido posible por el cuestionamiento al modelo neoliberal, porque
buena parte de los gobiernos sudamericanos se identifican con la Nueva Izquierda,
porque existe la voluntad política de los pueblos y sus gobernantes para
emprender un camino de unidad e integración y, además, porque no se ha
privilegiado la competitividad empresarial ni los mercados a su servicio.
En Unasur hay
otras guías: fortalecer la democracia y las libertades, convertir a
Latinoamérica en región de paz, establecer la ciudadanía Sudamericana y,
además, crear una nueva institucionalidad regional, con mecanismos propios de
arbitraje, solución de controversias, tratamiento al capital transnacional,
financiamiento para las necesidades del desarrollo económico, e integración
global.
Es que las
experiencias regionales con el FMI, la CIDH, los convenios bilaterales de
inversión (CBI) o las políticas imperialistas sobre la región, han acumulado
demasiadas repercusiones históricas negativas, como para soportarlas hacia el
futuro.
De manera que el
fortalecimiento de Unasur solo puede traer mayores beneficios para Nuestra
América Latina, pues incluso la colocará como otra región de referencia y
soberanía en las geoestrategias mundiales.
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