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sábado, 23 de septiembre de 2017

Una época de matonismo y malacrianza se evidencia en la ONU

Pocas veces como ahora quienes rigen los destinos del mundo han conformado una gavilla más evidentemente limitada. Donald Trump es el modelo incontrovertible, pero la rasposidad de las relaciones entre quienes nos gobiernan muestran que la crisis que confrontamos no es solo ambiental, ni solo económica, ni solo social sino integral, incluyendo la estatura política, ética y moral de quienes llegan al poder de los estados.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

La 72ª Asamblea General de la ONU ha puesto en evidencia el mundo ramplón, malhablado, prepotente y agresivo en el que estamos viviendo. El campeón de los chicos malos del barrio son los Estados Unidos comandados por su presidente Donald Trump, que no vacila en amenazar a diestra y siniestra, poner motes a sus enemigos y proferir amenazas de desatar una hecatombe que borre naciones enteras de la faz de la tierra.

En mal momento nos agarra parados a los latinoamericanos la llegada de este cowboy rudo e ignorante a la Casa Blanca. Estamos tal cual le gusta a nuestros vecinos del norte encontrarnos, desunidos y enfrentados, lo que es equivalente a decir débiles y desprotegidos.

Quien fuera motor de los proyectos de integración y unión latinoamericanista que nos dieran fortaleza para orillar a los norteamericanos en años pasados, la República Bolivariana de Venezuela, se ha transformado por eso mismo en foco de ataques sistemáticos y sostenidos.

Ya no se esquiva decir la razón central por la que se le mantiene bajo asedio: su opción por construir una sociedad que se aparta de los cánones del capitalismo. Lo dice el señor Trump y sus funcionarios sin ningún sonrojo; si alguien se aparta de dichos cánones que dictan ellos será acosado inmisericordemente. La soberanía, la voluntad popular, la democracia y toda la batería de argumentos se revelan simples coartadas.

La misma suerte corre Cuba. Ahora resulta que es ella la que promueve la desestabilización y la conmina, igual que a Venezuela, a que se alinee como -al decir del presidente peruano- perrito amistoso.

Es un vendaval de malacrianza y vulgaridad que ojalá se quedara confinada a las fronteras que cobijan al pueblo que lo eligió presidente. Que ellos solos pagaran las consecuencias de sus decisiones nefastas. Las pagamos todos, sin embargo, y de mil maneras distintas. O siendo amenazados torpemente, o sufriendo las consecuencias climáticas cada vez más evidentes de una civilización miope que tiene como líder a tal espécimen obtuso.

Pocas veces como ahora quienes rigen los destinos del mundo han conformado una gavilla más evidentemente limitada. Donald Trump es el modelo incontrovertible, pero la rasposidad de las relaciones entre quienes nos gobiernan muestran que la crisis que confrontamos no es solo ambiental, ni solo económica, ni solo social sino integral, incluyendo la estatura política, ética y moral de quienes llegan al poder de los estados.

Quien aún lo dudara, esta reunión de la ONU ha puesto de manifiesto que la crisis civilizatoria avanza a pasos agigantados en un mar de descomposición. Si en otros momentos de la historia las crisis de los modelos civilizatorios se circunscribieron a espacios relativamente pequeños del orbe, hoy la crisis es mundial, porque la civilización occidental ha alcanzado todos los confines del planeta y es ella la que está en aprietos, y en su seno, aunque no limitándose a ella, la crisis del capitalismo.

Donald Trump no es más que el emperador obtuso y depravado de la cabeza del imperio. Un Calígula, un Nerón que no vacila en incendiar los arrabales que rodean a la corte imperial y sus jardines. Con su enjambre de bombas mortíferas agita las banderas de la muerte, mientras se solaza enviando tuits sentado en los ordinarios sillones dorados con los que su esposa Melania ha decorado el penthouse en donde viven en Nueva York.

Tiempos apocalípticos regidos por los más ineptos, por los más inadecuados, por los más antipáticos. Malos tiempos los que nos han tocado.

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