El repunte neocons en
el gobierno de Estados Unidos está llegando a través de la influencia sostenida
y la conspicua presencia de la Embajadora en Naciones Unidas, Nikki Haley, en
las decisiones más importantes de política exterior de la administración Trump.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
La corriente retrógrada
y más reaccionaria políticamente hablando en Estados Unidos en las últimas
cinco o seis décadas es la de los neoconservadores, un movimiento político
defensor del libre mercado, el
individualismo y la exacerbación de ideas nacionalistas que a su vez pretenden
imponer por la fuerza al exterior de sus fronteras, por lo que promueven la
agresión y la intervención en los asuntos internos de otros países, incluyendo
la acción militar como instrumento de imposición del modelo de vida estadounidense,
desde la consideración de que sus principios y valores configuran criterios
universales emanados de la idea de que el pueblo de Estados Unidos fue elegido
por Dios para cumplir sus designios en la tierra. Son comúnmente conocidos como
neocons.
Aunque los
neoconservadores se han extendido a algunos países de Europa, básicamente han
incubado en Estados Unidos. De forma generalizada se les relaciona con el
sector más regresivo del Partido Republicano, pero se ubican en distintos
sectores de la sociedad, incluyendo el Partido Demócrata. En cualquier caso,
son profundamente anticomunistas y aborrecen las ideas socialistas.
Su estructura de
pensamiento rechaza de forma radical a otras civilizaciones en particular a los
musulmanes, pero también a los latinos y asiáticos, en general odian a
cualquier minoría nacional en su país, así como a las de carácter sexual y
religioso, también repudian a los luchadores por la paz y a los defensores del
medio ambiente, pues los consideran poseedores de argumentos anticientíficos,
creados con el único objetivo de afectar y perturbar a Estados Unidos.
Están en contra del
aborto, la eliminación de la pena de muerte y la eutanasia, no quisieran que la
sociedad se modernice, están apegados a la conservación de las normas y están
dispuestos a cualquier acción para defenderlas, sin importar terceras personas
puedan ser afectados o que haya daños colaterales, para lo cual no escatiman en
la acción represiva de la policía u otros órganos de seguridad, incluyendo el
ejército, lo cual en el plano internacional significa la apología y la
justificación de la guerra como necesidad, por lo cual desprecian la labor de
organizaciones internacionales a favor de la paz.
No les interesa la
historia ni las costumbres, exponen repulsión por el arte popular y por las
expresiones sociales que emanen del sentir y la cultura surgida de
manifestaciones de grupos y sectores excluidos de la sociedad.
Defienden a ultranza al
Estado capitalista, pero desprecian a la burocracia en pro de una exacerbación
de la tecnología como medio de transformación y mejoramiento de la sociedad.
Tras conocer estas
características, se puede concluir que el pensamiento neoconservador es lo más
cercano del fascismo, el nazismo y el falangismo que inundaron Europa a mediados
del siglo pasado, causando la mayor devastación que la humanidad haya conocido
jamás. Así mismo, después de escuchar la retórica del presidente Trump y
algunos miembros de su equipo de gobierno, se tiene la impresión de que, no
obstante, los portadores de estas ideas adquirieron auge durante el gobierno de
George W. Bush, ha sido en esta administración donde han trepado a las más
altas instancias gubernamentales en Estados Unidos, lo cual expone al planeta a
un peligro de gran dimensión.
El repunte neocons en
el gobierno de Estados Unidos está llegando a través de la influencia sostenida
y la conspicua presencia de la Embajadora en Naciones Unidas, Nikki Haley, en
las decisiones más importantes de política exterior de la administración Trump.
La influencia de Haley
ha llevado al presidente a mantener una posición extrema en el caso de Irán,
contrariando las opiniones del propio Departamento de Estado y de los otros
cinco países firmantes con Irán del Plan Conjunto de Acción (JCPOA), refutando
además las conclusiones de las investigaciones in situ llevadas a cabo por la
Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA). El rechazo de Trump de
continuar certificando el JCPOA fue interpretado por Haley como “un anuncio
claro para Pyongyang”, lo cual además hace evidente la perversa mentalidad
criminal de la embajadora, al relacionar un hecho con el otro.
Es conocido el vínculo
de Haley con uno de los “tanques de pensamiento” neocons más acreditados como
tal en Estados Unidos, el American Enterprise Institute (AEI) que ha sido desde
siempre portador de las ideas más retrógradas de Estados Unidos hacia el Medio
Oriente. En esa calidad fue promotor directo de la invasión de Irak en 2003
durante el gobierno de Bush, así mismo ha sido notoria la subordinación de Haley
a las políticas sionistas emanadas de su lobby en New York y del propio Estado
de Israel. Junto a la senadora Lindsay Graham, otra destacada neoconservadora
comparten una irrestricta pasión y entusiasmo por Israel, y una dura retórica
anti iraní y anti rusa, de la misma manera, apoyan sin tapujos la política
intervencionista de su país en cualquier lugar del mundo, recibiendo para sus
acciones, ingentes recursos financieros provenientes de grandes inversionistas
ligados a los sectores de ultra derecha del sionismo internacional, que incluso
han insinuado desde el año 2013 la necesidad de que Estados Unidos detone un
arma nuclear en territorio iraní, si el
país persa no cumple las demandas estadounidenses en materia nuclear, las que
por cierto no son compartidas por la comunidad internacional.
En otro ámbito, la
Embajadora arrastró a Trump a sostener su verborrea belicista en contra de la
República Popular Democrática de Corea (RPDC), siendo ella misma quien emitiera
sendas amenazas contra ese país en el seno de la ONU: en una sesión de ese
organismo a comienzos del mes de septiembre llegó a decir que Pyongyang
"está rogando por una guerra". Tan solo una semana después en la
misma instancia afirmó que ya se habían agotado todas las opciones, por lo cual
el Pentágono debía encargarse de este asunto, asegurando que “Corea del Norte será destruida”.
Otro frente de batalla
tomado por Haley como un reto personal, y ante el cual Trump también ha
aceptado sus postulados, es el interno de la ONU. Asumiendo su responsabilidad cual “matón de
barrio” o, desde otra perspectiva, como el “niño dueño del juguete”, su ataque contra la AIEA por el caso Irán,
esconde también un interés en debilitar el organismo internacional y a la
propia ONU para ponerla a trabajar acorde sus intenciones y puntos de vista,
bajo amenaza de retirarse de esta agencia, así como del Consejo de Derechos
Humanos, -tal como ya lo hiciera de la UNESCO- si se siguen emitiendo criterios
que ponen en evidencia la acción intervencionista de Estados Unidos y de su aliado Israel.
Esta ofensiva
neoconservadora tiene como trasfondo la búsqueda de debilitar a sectores que
también pugnan por el poder en Washington.
Como se dijo antes, pareciera que Haley le va ganando la batalla al
Departamento de Estado y a Tillerson quien, como representante del sector
energético, ha visto cómo va perdiendo espacio en favor de su hoy subordinada.
Tillerson ha basado su defensa en una alianza con el sector militar del
gobierno, que ve con horror, que se desate una guerra de la que no
necesariamente van a tener el control, lo cual derivaría en cambios profundos
en la dinámica del poder interno de Estados Unidos. Los rumores cada vez más
fuertes en torno a que Trump ya estaría estudiando la destitución de Tillerson
en favor de Haley apuntan en esa dirección. Los medios de comunicación más
poderosos de manera interesada parecieran estar apoyando tal cambio.
Lo cierto, es que algo
se está moviendo en Washington, el punto de inflexión que significó la crisis
financiera de 2008, ha seguido su curso, la derrota estratégica de la política
de Estados Unidos en Siria, necesariamente tendrá repercusiones en la cueva
imperial, en Catar y Turquía, por no decir en Arabia Saudita, han comenzado a
producirse cambios y se acercan a Rusia, la política de Trump de avanzar hacia
una situación distendida con esta potencia, ha fracasado, los neoconservadores
han sido causantes directos de ese hecho para torpedear desde adentro cualquier
avance hacia un mundo multipolar o de balanza. Por lo que se ve, en un
movimiento de extremo riesgo, Trump ha aceptado su derrota y se ha plegado a
las huestes neocons. Imagino que piensa que es mejor estar con ellas que
quedarse fuera, en esa medida, habrá que prepararse para lo peor, si los
sectores de la ultra derecha ideológica logran su cometido en su cruzada por el
poder.
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