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sábado, 25 de noviembre de 2017

Argentina: Réquiem para los tripulantes del ARA San Juan

Como en el caso de la desaparición de Santiago Maldonado, la tardanza en la información termina transformándose en una bola de nieve que arrasa con todas las certezas e instala un manto de sospecha sobre las autoridades intervinientes de arriba abajo, incluido el presidente.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Eran 44 los tripulantes del submarino ARA San Juan, entre ellos una joven mujer, que recién ayer jueves la Armada, a través de su vocero, Enrique Balbi, admitió que había sufrido una explosión, luego de su última comunicación el día 15 del corriente. Explosión que dada la profundidad en que se encontraba, en el talud continental (entre 200 y 3.000 metros) y a 430 kilómetros de distancia de la costa, sus consecuencias eran fatales, sin necesidad de hacer conjeturas, aunque el hombre se limitara a elegir cada palabra.

Ocho días de zozobra habían vivido sus familiares y la comunidad en su conjunto, aguardando esperanzados por la suerte de aquellos marinos que cumplían con la misión de proteger el amplio espacio del mar argentino, asediado por buques factoría que penetran constantemente en busca de sus importantes recursos. La reacción inmediata fue de indignación y la rabia de aquella gente que había viajado desde el interior del país a Mar del Plata una vez conocida la noticia de la situación de la nave y que, luego de lo expresado por el comunicador oficial de la Armada se sintió engañada por las autoridades, expresando su enojo. Tampoco el ministro de Defensa Oscar Aguad se hizo presente en el lugar, aunque desde las sombras amenazó con decapitar la cúpula naval.  

Como en el caso de la desaparición de Santiago Maldonado, la tardanza en la información termina transformándose en una bola de nieve que arrasa con todas las certezas e instala un manto de sospecha sobre las autoridades intervinientes de arriba abajo, incluido el presidente al que pretenden desvincular los medios hegemónicos, a la vez de cargar responsabilidades con el gobierno anterior, cosa que a dos años, nadie cree.

En sendas situaciones, el blindaje mediático, el celo manipulador del periodismo alineado los lleva a entramparse solos por eso la bronca de los familiares y por eso también instalan infinidad de preguntas sobre lo sucedido, dada su recurrencia a la mentira. 

El ARA San Juan era un submarino construido en 1983 en Alemania y reparado totalmente entre 2008 y 2014 por el Complejo Industrial Naval Argentino, Cinar. Allí, según Sergio Kiernan, el periodista de Página 12 que hizo la nota de su segunda botadura no sólo se recuperaba una nave por 30 años más, sino la capacidad material para recuperar otras y relanzarlas al mar, cuestión perdida en los noventa.

La recuperación tecnológica fue fruto de la tarea heroica de los obreros que, amenazados por Cavallo allá por 1994 cuando realizaban la reparación del submarino Salta, extendieron la faena formando una cooperativa de trabajo hasta concluir con la nave, guardando las máquinas y equipos en contenedores hasta que soplaran nuevos vientos, cuestión que se presentó después cuando tuvieron que reparar el submarino Santa Cruz. El Cinar se formó con el astillero Tandanor y el de construcciones navales Almirante Storni, reuniendo el personal, el conocimiento y la capacidad técnica para rearmar a nuevas estas naves.

Si el San Juan cuesta 500 millones de dólares, repararlo para otros 30 años a un costo de 100 millones de la misma moneda, no era solo una cuestión de dinero sino de soberanía tecnológica, dignidad perdida en estos tiempos.

Simultáneamente y de allí la cantidad de países que intervinieron e intervienen en la búsqueda de la nave desaparecida, el Senado Argentino había autorizado el ingreso de tropas norteamericanas para ejercicios en territorio argentino entre los meses de octubre y noviembre de este año en las bases aeronavales de Trelew, provincia de Chubut y Bahía Blanca, Buenos Aires. En la denominada operación “Cormorán”, también participan tropas de Brasil, Chile y Uruguay, cuestión que justificaba también su pronta presencia.

También Gran Bretaña vuelve a realizar ejercicios con misiles tipo Rapier en las islas Malvinas como los usados en la guerra de 1982, cuestión rechazada por nuestra Cancillería, situación que sumada a la anterior, no deja de preocuparnos. Asimismo y como si esto fuera poco, llegó por primera vez el miércoles, una aeronave de la Royal Air Force a Comodoro Rivadavia con 16 especialistas en submarinos para prestar colaboración con la desaparición del ARA San Juan.

Además, dentro de los ajustes generalizados solicitados en marzo de este año a los ministerios para la elaboración del Presupuesto 2018, a Defensa se le solicitó un ahorro de 4.500 millones de pesos, dado que el 70% de los fondos asignados son para sueldos y jubilaciones, desestimando la continuidad de diversos proyectos que se venían desarrollando que involucraban el empleo de mano de obra especializada argentina.

De allí que los marinos se tiren de los pelos para ver de qué manera pueden custodiar un litoral marítimo de más de 3 mil kilómetros o se pueda cumplir con la protección prevista por el escudo norte contra el narcotráfico, del que se ufanaba la ministra Bullrich.

Elevamos entonces nuestras plegarias en torno de aquellos 44 marinos del ARA San Juan que, como los del ARA General Belgrano, entregaron sus vidas por la Nación que defienden como su formación lo indica. En aquella ocasión estábamos embarcados en una guerra desgraciada y sabíamos los riesgos que corríamos al enfrentarnos a un miembro poderoso de la OTAN. En la actualidad no estamos en guerra y nos hemos reconocido zona de paz, pero jamás lo han hecho quienes vienen a realizar ejercicios bélicos en nuestro territorio al que les ha abierto la puerta este gobierno, cosa que genera un abanico de dudas sobre lo ocurrido con nuestros compatriotas, como en tantos otros temas sobre los que debemos estar en guardia cada día.

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