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sábado, 25 de noviembre de 2017

Panamá: El privilegio Castillero

Palabras pronunciadas en la sesión del Sistema Nacional de Investigaciones de Panamá realizada el 17 de noviembre de 2017, en la que se designó al historiador Alfredo Castillero como Investigador Emérito del mismo.

Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

Alfredo Castillero, historiador panameño.
Nuestra sociedad tiene privilegios que a veces no conoce como sería necesario. Uno de esos privilegios consiste en contar con la labor y la obra de Alfredo Castillero -que este año cumple sus 80–, a quien hoy reconocemos la categoría de Investigador Emérito. No sólo se trata aquí de que Alfredo Castillero sea hoy uno de los historiadores latinoamericanos de mayor prestigio internacional, gracias a una extensa obra que ha rescatado para el presente y el futuro de nuestro país el pasado colonial de Panamá, del siglo XVI al XVIII.
                                                   
Más allá de las galas del mundo, esa obra nos permite entender tanto la compleja relación entre el pasado prehispánico del Istmo y la formación de las raíces de nuestra contemporaneidad, como el origen de las funciones que Panamá ha venido cumpliendo en el desarrollo del mercado mundial a lo largo de cinco siglos. Y, además, nos ayuda a plantear con especial riqueza el debate sobre nuestras opciones de futuro en dos sentidos al menos.

Uno, en lo relativo al papel de Panamá en el proceso de monetarización del mercado mundial a través del comercio de la plata entre Europa, América y Asia a partir del siglo XVI. Otro, en relación a su papel en el desarrollo del mercado de mano de obra esclava entre América, Europa y África. Debatir desde allí nuestras relaciones con los grandes protagonistas emergentes en el proceso de globalización – como China, India, Brasil y Sudáfrica – nos revela perspectivas insospechadas para quien ignora ese aspecto de nuestro pasado, tan relevante para nuestro futuro.

Por otra parte, Alfredo ha cumplido y cumple un papel de gran importancia en la promoción y defensa de las Humanidades en nuestra cultura. Y esto, a su vez, ha tenido y tiene una importancia que debemos comprender mejor para el desarrollo de las ciencias naturales en nuestra sociedad. El conocer, en efecto, es una de las características que distingue a la especie humana. La calidad y eficacia en el desarrollo de esa característica están íntimamente relacionadas con la relación que guarden entre sí los distintos campos del saber.

Así, las ciencias naturales cumplen un importante papel en el desarrollo de la Humanidades, al permitirles disponer de evidencias indispensables para comprender las relaciones de nuestra especie con su entorno, como ocurre en el caso de la historia ambiental. Las Humanidades, por su parte, aportan a las ciencias naturales información imprescindible para comprender los procesos de formación y las alternativas de transformación del entorno social y cultural en que llevan a cabo su actividad productiva, incluyendo en ello los factores humanos que han contribuido al conocimiento y la conservación de recursos cuyo valor aún no llegamos a comprender de manera adecuada, como la extraordinaria biodiversidad que alberga el Istmo, y el papel que cumple en el funcionamiento de bioregiones mucho más extensas que su territorio.

En esta perspectiva, Alfredo – conocido sobre todo por sus grandes libros, que son además libros grandes – nos ha dejado aportes de gran importancia en algunos textos muy breves. Uno de ellos, por ejemplo, es el ensayo que publicara en 1973, en la revista Nueva Sociedad, en el que analiza el papel de la organización del tránsito interoceánico por Panamá a partir del siglo XVI en la formación y el desarrollo de la sociedad que somos hasta hoy.[1]

Alfredo llama transitista a esa organización, surgida de la Conquista. Ella concentra el tránsito interoceánico, que los pueblos indígenas ejercían por múltiples pasos cordilleranos, en una sola ruta – la del valle del Chagres-, bajo el control de un único poder estatal. Y, además, concentra los recursos que genera el tránsito en quienes controlan ese poder, y pone al servicio de esa actividad, directa e indirectamente, todos los recursos naturales y humanos del país.

De este modo, Alfredo convierte una valiosa intuición temprana de intelectuales como Hernán Porras – quien ya había resaltado aspectos sociales, políticos y culturales relevantes de esa organización en 1953 – en una herramienta indispensable para el conocimiento de nuestra realidad. El transitismo, en efecto, es un concepto abstracto que nos permite caracterizar y analizar una amplia gama de realidades concretas, y ayuda a comprender mucho mejor las modalidades particulares de participación de Panamá en el desarrollo general del capitalismo a escala mundial. Así, cuando Alfredo plantea 35 años después que el historiador “debe partir de una teoría o de una hipótesis”, pues sólo logrará resultados “si sabe lo que está buscando”, expresa en todo su valor la importancia de un concepto como el de transitismo para la indagación de nuestro pasado y el debate sobre nuestras opciones de futuro.

Ese vínculo entre el ayer y el mañana cumple un importante papel en otro de sus textos breves: la conferencia titulada “Mitos, realidades y conciencia histórica: nuevos retos del historiador panameño”, que pronunciara en 1996.[2] Allí señala, entre esos retos, el de comprender “cómo se ha formado la conciencia histórica del panameño”, para superar una situación en la que la investigación y la enseñanza de la historia se encuentran hoy “presas tanto de un soporífero tradicionalismo como de su aliado vergonzante, igualmente anquilosado y estéril, el marxismo vulgar.”

La historia, como dice allí, no adquiere categoría de ciencia por su afiliación a dogmas o ideas preconcebidas, ni “por su ilusorio anhelo de objetividad o imparcialidad.” Lo que le otorga esa categoría es “la naturaleza de sus instrumentos de análisis y la riqueza del aparato documental en que se apoya.” Esos instrumentos son los que permiten a la historia formular al pasado preguntas pertinentes para nuestro futuro, que solo pueden hallar respuesta en la medida en que el historiador encuentre los datos y hechos comprobables que la sustenten.

De este planteamiento desprende tareas puntuales – y aún pendientes - para la investigación y la enseñanza de nuestra historia. Ellas van desde una “renovación radical” de los planes de estudio en los tres niveles de enseñanza, hasta “liberar a la historia de su servidumbre política”, y comprender a Panamá en el mundo – como la expresión glocal, cabría decir -, de un proceso global en el que nuestro país ha cumplido y cumple un papel que nunca ha sido de mera servidumbre dócil.

La importancia de la obra de Alfredo Castillero para la promoción del humanismo – y de su expresión académica, las Humanidades – no puede ser subestimada en tiempos en que un economicismo mercantil y un pragmatismo vulgar buscan reducirlo todo a la invocación de supuestas leyes que están por encima de la voluntad humana. Sobre todo, porque esa obra nos ayuda a entender que las realidades que tales leyes expresan han sido creadas por las formas en que hemos organizado y reorganizado, una y otra vez, las relaciones de trabajo y producción que nos permiten interactuar con la naturaleza para el desarrollo de nuestra propia especie a lo largo de una historia de al menos cien mil años.

Hoy la Humanidad se encuentra ante una crisis de escala planetaria cuyas opciones de futuro van desde el paso de la civilización que conocemos a la barbarie que aflora una y otra vez en las formas en que encaramos nuestros sociales, políticos y ambientales, hasta la creación de formas superiores y realmente sostenibles de desarrollo humano. Ante esa situación, la obra de Alfredo nos ofrece espacios y motivos de diálogo abiertos a todas las corrientes de pensamiento que estén en capacidad de apreciar y aprovechar su enorme riqueza.

Tal es el privilegio que celebramos hoy. No solo se trata de que Alfredo Castillero sea el más universal de nuestros historiadores. Se trata sobre todo de que todo en su obra nos remite al porvenir, y eso la hace indispensable en la construcción de la República próspera, equitativa, solidaria, segura de sí – y por todo ello democrática-, que sin duda merecemos ser.

Ciudad de Panamá, Panamá, 17 de noviembre de 2017




[1] “Transitismo y dependencia: El caso del istmo de Panamá”. Nueva Sociedad. Nro. 5. Marzo-abril de 1973, pp. 35-50. http://nuso.org/media/articles/downloads/57_1.pdf
[2] Historia y Globalización. Ensayos en homenaje a Alfredo Castillero. Editora Novoart S.A., Panamá, 2017, pp. 215 – 237.

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