Palabras pronunciadas en la sesión del Sistema Nacional de Investigaciones
de Panamá realizada el 17 de noviembre de 2017, en la que se designó al
historiador Alfredo Castillero como Investigador Emérito del mismo.
Guillermo Castro H. /
Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Alfredo Castillero, historiador panameño. |
Nuestra sociedad tiene privilegios que a veces no conoce como sería
necesario. Uno de esos privilegios consiste en contar con la labor y la obra de
Alfredo Castillero -que este año cumple sus 80–, a quien hoy reconocemos la
categoría de Investigador Emérito. No sólo se trata aquí de que Alfredo
Castillero sea hoy uno de los historiadores latinoamericanos de mayor prestigio
internacional, gracias a una extensa obra que ha rescatado para el presente y
el futuro de nuestro país el pasado colonial de Panamá, del siglo XVI al XVIII.
Más allá de las galas del mundo, esa obra nos permite entender tanto la
compleja relación entre el pasado prehispánico del Istmo y la formación de las
raíces de nuestra contemporaneidad, como el origen de las funciones que Panamá
ha venido cumpliendo en el desarrollo del mercado mundial a lo largo de cinco
siglos. Y, además, nos ayuda a plantear con especial riqueza el debate sobre
nuestras opciones de futuro en dos sentidos al menos.
Uno, en lo relativo al papel de Panamá en el proceso de monetarización del
mercado mundial a través del comercio de la plata entre Europa, América y Asia
a partir del siglo XVI. Otro, en relación a su papel en el desarrollo del
mercado de mano de obra esclava entre América, Europa y África. Debatir desde
allí nuestras relaciones con los grandes protagonistas emergentes en el proceso
de globalización – como China, India, Brasil y Sudáfrica – nos revela
perspectivas insospechadas para quien ignora ese aspecto de nuestro pasado, tan
relevante para nuestro futuro.
Por otra parte, Alfredo ha cumplido y cumple un papel de gran importancia
en la promoción y defensa de las Humanidades en nuestra cultura. Y esto, a su
vez, ha tenido y tiene una importancia que debemos comprender mejor para el
desarrollo de las ciencias naturales en nuestra sociedad. El conocer, en
efecto, es una de las características que distingue a la especie humana. La
calidad y eficacia en el desarrollo de esa característica están íntimamente
relacionadas con la relación que guarden entre sí los distintos campos del
saber.
Así, las ciencias naturales cumplen un importante papel en el desarrollo de
la Humanidades, al permitirles disponer de evidencias indispensables para
comprender las relaciones de nuestra especie con su entorno, como ocurre en el
caso de la historia ambiental. Las Humanidades, por su parte, aportan a las
ciencias naturales información imprescindible para comprender los procesos de
formación y las alternativas de transformación del entorno social y cultural en
que llevan a cabo su actividad productiva, incluyendo en ello los factores
humanos que han contribuido al conocimiento y la conservación de recursos cuyo
valor aún no llegamos a comprender de manera adecuada, como la extraordinaria
biodiversidad que alberga el Istmo, y el papel que cumple en el funcionamiento
de bioregiones mucho más extensas que su territorio.
En esta perspectiva, Alfredo – conocido sobre todo por sus grandes libros,
que son además libros grandes – nos ha dejado aportes de gran importancia en
algunos textos muy breves. Uno de ellos, por ejemplo, es el ensayo que
publicara en 1973, en la revista Nueva
Sociedad, en el que analiza el papel de la organización del tránsito
interoceánico por Panamá a partir del siglo XVI en la formación y el desarrollo
de la sociedad que somos hasta hoy.[1]
Alfredo llama transitista a esa
organización, surgida de la Conquista. Ella concentra el tránsito
interoceánico, que los pueblos indígenas ejercían por múltiples pasos
cordilleranos, en una sola ruta – la del valle del Chagres-, bajo el control de
un único poder estatal. Y, además, concentra los recursos que genera el
tránsito en quienes controlan ese poder, y pone al servicio de esa actividad,
directa e indirectamente, todos los recursos naturales y humanos del país.
De este modo, Alfredo convierte una valiosa intuición temprana de
intelectuales como Hernán Porras – quien ya había resaltado aspectos sociales,
políticos y culturales relevantes de esa organización en 1953 – en una
herramienta indispensable para el conocimiento de nuestra realidad. El transitismo, en efecto, es un concepto
abstracto que nos permite caracterizar y analizar una amplia gama de realidades
concretas, y ayuda a comprender mucho mejor las modalidades particulares de
participación de Panamá en el desarrollo general del capitalismo a escala
mundial. Así, cuando Alfredo plantea 35 años después que el historiador “debe
partir de una teoría o de una hipótesis”, pues sólo logrará resultados “si sabe
lo que está buscando”, expresa en todo su valor la importancia de un concepto
como el de transitismo para la indagación de nuestro pasado y el debate sobre
nuestras opciones de futuro.
Ese vínculo entre el ayer y el mañana cumple un importante papel en otro de
sus textos breves: la conferencia titulada “Mitos, realidades y conciencia
histórica: nuevos retos del historiador panameño”, que pronunciara en 1996.[2] Allí señala, entre esos
retos, el de comprender “cómo se ha formado la conciencia histórica del
panameño”, para superar una situación en la que la investigación y la enseñanza
de la historia se encuentran hoy “presas tanto de un soporífero tradicionalismo
como de su aliado vergonzante, igualmente anquilosado y estéril, el marxismo
vulgar.”
La historia, como dice allí, no adquiere categoría de ciencia por su
afiliación a dogmas o ideas preconcebidas, ni “por su ilusorio anhelo de
objetividad o imparcialidad.” Lo que le otorga esa categoría es “la naturaleza
de sus instrumentos de análisis y la riqueza del aparato documental en que se
apoya.” Esos instrumentos son los que permiten a la historia formular al pasado
preguntas pertinentes para nuestro futuro, que solo pueden hallar respuesta en
la medida en que el historiador encuentre los datos y hechos comprobables que
la sustenten.
De este planteamiento desprende tareas puntuales – y aún pendientes - para
la investigación y la enseñanza de nuestra historia. Ellas van desde una
“renovación radical” de los planes de estudio en los tres niveles de enseñanza,
hasta “liberar a la historia de su servidumbre política”, y comprender a Panamá
en el mundo – como la expresión glocal, cabría decir -, de un proceso global en
el que nuestro país ha cumplido y cumple un papel que nunca ha sido de mera
servidumbre dócil.
La importancia de la obra de Alfredo Castillero para la promoción del
humanismo – y de su expresión académica, las Humanidades – no puede ser
subestimada en tiempos en que un economicismo mercantil y un pragmatismo vulgar
buscan reducirlo todo a la invocación de supuestas leyes que están por encima
de la voluntad humana. Sobre todo, porque esa obra nos ayuda a entender que las
realidades que tales leyes expresan han sido creadas por las formas en que
hemos organizado y reorganizado, una y otra vez, las relaciones de trabajo y
producción que nos permiten interactuar con la naturaleza para el desarrollo de
nuestra propia especie a lo largo de una historia de al menos cien mil años.
Hoy la Humanidad se encuentra ante una crisis de escala planetaria cuyas
opciones de futuro van desde el paso de la civilización que conocemos a la
barbarie que aflora una y otra vez en las formas en que encaramos nuestros
sociales, políticos y ambientales, hasta la creación de formas superiores y
realmente sostenibles de desarrollo humano. Ante esa situación, la obra de
Alfredo nos ofrece espacios y motivos de diálogo abiertos a todas las
corrientes de pensamiento que estén en capacidad de apreciar y aprovechar su
enorme riqueza.
Tal es el privilegio que celebramos hoy. No solo se trata de que Alfredo
Castillero sea el más universal de nuestros historiadores. Se trata sobre todo de
que todo en su obra nos remite al porvenir, y eso la hace indispensable en la
construcción de la República próspera, equitativa, solidaria, segura de sí – y
por todo ello democrática-, que sin duda merecemos ser.
Ciudad de Panamá, Panamá,
17 de noviembre de 2017
[1] “Transitismo
y dependencia: El caso del istmo de Panamá”. Nueva Sociedad. Nro. 5. Marzo-abril de 1973, pp. 35-50. http://nuso.org/media/articles/downloads/57_1.pdf
[2] Historia y Globalización.
Ensayos en homenaje a Alfredo Castillero.
Editora Novoart S.A., Panamá, 2017, pp. 215 – 237.
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