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sábado, 6 de enero de 2018

Panamá: Carlos María Ariz en el reino de este mundo

La carta del Obispo Carlos María Ariz, de 1999, tiene un enorme valor histórico, pues constituye en verdad el documento fundador del movimiento socio-ambiental popular en Panamá. Con ella se abre paso a lo ambiental como objeto de política, en un panorama dominado hasta entonces por un conservacionismo conservador y un ambientalismo liberal legalista, ambos sin verdadera articulación con los movimientos de trabajadores del campo y la ciudad.

Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

Carlos María Ariz (1928-2015)
Diecinueve años hace que el entonces Obispo de Colón y Kuna Yala, Carlos María Ariz, le dirigiera una carta a la recién electa Presidenta de la República, Mireya Moscoso, para informarle sobre el malestar de los campesinos de la llamada Costa Abajo de Colón, en el Atlántico Centro Occidental de Panamá, ante una Ley aprobada el 31 de agosto de ese 1999, que concedía a la Autoridad del Canal de Panamá unos dos mil kilómetros cuadrados de la región para la modernización de la vía interoceánica.[1] Allí le decía que los evangelizadores y misioneros de las comunidades de la Costa Abajo habían analizado “el origen de esa ley y sus consecuencias para los campesinos de la costa atlántica”, y habían concluido en la necesidad de rechazarla.

Las razones para hacerlo eran numerosas. La Ley, decían, no contemplaba los derechos humanos de “miles de personas, hombres, mujeres y niños, a quienes, de la noche a la mañana, se les ha impuesto una autoridad que se ha hecho dueña de sus vidas y su futuro, quedando así sumergidas en la más absoluta indefensión e inseguridad”. Además, expropiaba y enajenaba “la tierra que han trabajado durante generaciones”, sin respetar “los derechos posesorios” ni garantizar compensaciones adecuadas. A esto se añadía que “la construcción de lagos y transvases de aguas para el Canal” afectaría “los ríos, quebradas y valles, además de causar muertes irreparables en la biodiversidad de su flora y su fauna”. Y agregaban lo siguiente:

Como cristianos no aceptamos que en nombre del Canal se permita y tolere todo, incluyendo la vida, tradiciones y costumbres de muchas comunidades del Atlántico colonense, oeste de Panamá y coclesano. El Canal no es un dios o un ídolo ante cuyo altar se deben inmolar víctimas humanas y la historia cultural de los pueblos. Si bien el Canal es un símbolo nacional y una fuente importante de riqueza, no es argumento para el acaparamiento ni para fomentar el “capitalismo salvaje”.

Al respecto, decían que “las autoridades del Canal en su historia no hicieron en esta región, un metro de carretera asfaltada, ni un centro de salud, y han devuelto una selva contaminada de bombas sin explotar”, para recibir ahora tan enorme cantidad de tierras mediante una Ley aprobada sin un debate público nacional ni consulta a las comunidades afectadas, con lo cual la historia “no invita a ser optimistas.” Y concluían así:

Como Equipo Misioneros y Evangelizadores:  Aunque nos oponemos a la ley, sí queremos la vida y el desarrollo integral de la Costa Abajo. Abrigamos la esperanza de un futuro nuevo para tantos miles de campesinos, sin la ley 44. A ellos, dedicamos nuestras vidas y con ellos estamos dispuestos a cooperar, ¡Dios primero!

Esta carta tiene un enorme valor histórico, pues constituye en verdad el documento fundador del movimiento socio-ambiental popular en Panamá. Con ella se abre paso a lo ambiental como objeto de política, en un panorama dominado hasta entonces por un conservacionismo conservador y un ambientalismo liberal legalista, ambos sin verdadera articulación con los movimientos de trabajadores del campo y la ciudad.

El impacto de esa entrada en escena del ambientalismo popular ha sido enorme. Cuando la Ley fue promulgada, no había ninguna movilización campesina significativa de protesta contra el desarrollo de las hidroeléctricas y la minería en Panamá. Cuando la resistencia de los campesinos de la Costa Abajo obligó al Presidente Martín Torrijos a suspender la Ley 44 en el año 2006, para abrir paso al referéndum nacional que aprobó la ampliación del Canal, no había ninguna cuenca importante del Occidente del país, en ambas vertientes del Istmo, que no fuera objeto de defensa por parte de movimientos campesinos e indígenas, en un proceso que hoy se extiende además a las áreas urbanas que dependen de dichas cuencas para su existencia.

Carlos María Ariz, nacido en Navarra en 1928 y ordenado sacerdote en Barcelona en 1953, falleció el 29 de agosto de 2015, a los 87 años de edad. Su vida fue la de un cristiano viejo español, que asumía y ejercía su fe con una naturalidad tan tenaz como paciente. Llegado a Panamá en 1954, trabajó como educador y misionero en los más diversos ámbitos y responsabilidades, desde el Vicariato de Darién hasta la Rectoría de la Universidad Católica Santa María la Antigua, para culminar su carrera eclesiástica como Obispo de la Diócesis Misionera de Colón – Kuna Yala creada en 1989.

La labor del padre Ariz fue tanto más meritoria porque la llevó a cabo en tiempos de recelo de su Iglesia ante el compromiso social con los pobres de la tierra. Era un hombre tan pequeño y frágil como valiente y bueno. Hoy, cuando los campesinos de la Costa Abajo encaran un proceso renovado de transformación de su patrimonio natural en capital natural al servicio de la inversión pública y privada, son más vigentes que nunca las palabras conque concluyó su carta al poder público del 12 de diciembre de 1999:

Ojalá que el proyecto de modernización del Canal no conlleve la desolación a muchos de nuestros hermanos campesinos, sino que todos los panameños nos veamos enriquecidos con una profunda satisfacción y un permanente bienestar social.

Aquí, en el reino de este mundo, Carlos María Ariz permanece con nosotros en el ideal y los empeños que compartimos.

Panamá, Navidad de 2017.

NOTA:

[1] Panorama Católico. Panamá, 12 de diciembre de 1999, p. 3.

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