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sábado, 14 de abril de 2018

Lula, las infamias del neoliberalismo

El encarcelamiento de Lula, impedirle de esa manera el ser candidato a presidente (siendo el candidato más popular), era el objetivo final del golpe de estado que sufrió la expresidenta Dilma Rousseff en 2016.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

El sábado 7 de abril de 2018, Luiz Inacio Lula Da Silva, salió caminando de la sede de su sindicato, el Sindicato de Metalúrgicos, en Sao Bernardo do Campo, en donde permanecía protegido por una multitud. En su discurso pronunciado antes de entregarse a la justicia brasileña para ser encarcelado, Lula dijo: “hace muchos años soñé que era posible gobernar este país involucrando a millones y millones de personas pobres en la economía, llevando millones de personas a las universidades, creando millones de empleos en este país”. Lula  es  la cabeza más visible de un vasto movimiento político que deberá mostrar fuerza. Sin una masiva movilización de protesta, el neoliberalismo consumará la infamia de encarcelarlo por años o al  menos lo suficiente  como para que no sea presidente. El tiempo dirá si resulta cierta la frase de una niña en 1982 y que Lula recordó en su discurso: “los poderosos pueden matar una, dos o tres rosas, pero nunca podrán detener la primavera”.

El juicio y encarcelamiento de Lula es una de las infamias que corrientemente lleva a cabo la dominación neoliberal. La justicia brasileña ha convalidado las acusaciones del ignominioso juez Moro y lo acusa de “corrupción pasiva” y “blanqueo de dinero”. Lo primero es  la imputación  de beneficiar a la empresa OAS con  contratos lesivos a Petrobras a cambio de un apartamento. Lo segundo es el hecho de que Lula no hizo ningún trámite jurídico para poner a su nombre el referido inmueble. La acusación y sentencia se basan solamente en  testimonio hecho por un testigo protegido al cual se le ha beneficiado en su condena por darlo. Lo indignante de la acusación de “corrupción pasiva” y “blanqueo de dinero” es que Lula ni sus familiares  nunca tuvieron dicho departamento a su nombre, nunca vivieron allí, nunca lo rentaron. En suma no hay pruebas de que el mismo sea propiedad del hoy encarcelado expresidente. Esto que en otras circunstancias hubiera bastado para exonerarlo de toda culpa ha servido para agregarle el cargo de “blanqueo de dinero”.

El encarcelamiento de Lula, impedirle de esa manera el ser candidato a presidente (siendo el candidato más popular), era el objetivo final del golpe de estado que sufrió la expresidenta Dilma Rousseff en 2016. Ante la imposibilidad de evitar  en las urnas el retorno de una fuerza política posneoliberal al gobierno de Brasil, los neoliberales dieron un golpe de estado y ahora han encarcelado a Lula. Como dicen los neoliberales en México, “haiga sido como haiga sido” o “por la buena o por la mala”. La cancelación del retorno de Lula a la presidencia es un hecho oprobioso que beneficia a los planes estadounidenses en la región. Imaginen ustedes un escenario latinoamericano con Brasil y México gobernados por el progresismo.

Me indigna el encarcelamiento de Lula. Me indigna más la muerte en prisión en Guatemala  de Abelardo Curup, sentenciado a 150 años por defender a su comunidad ante el embate de una cementera que finalmente se instaló en San Juan Sacatepéquez. Nueva infamia neoliberal.

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