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sábado, 19 de mayo de 2018

Elecciones en Venezuela: único camino para salir de la crisis

El arreglo de los problemas de Venezuela tiene que venir de adentro y de los venezolanos, no de invasores que traigan destrucción y muerte. Por eso hay que votar; en esta ocasión, además de elegir la máxima autoridad del país, se trata de impedir la guerra.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

Durante estos últimos años, la oposición en Venezuela ha intentado todos los expedientes posibles para sacar de manera ilegal a Nicolás Maduro del gobierno y no lo han logrado. Ahora, cuando tenían la posibilidad de hacerlo por vía legal, una parte de ella (el sector terrorista) se hizo al lado, impulsados por el afán terrorista de los gobiernos de Estados Unidos y Colombia y el apoyo de los “perritos en la alfombra” integrantes del Grupo de Lima, que incluso los conminaron a no firmar los acuerdos a los que habían llegado con el gobierno en República Dominicana.

En la ocasión en que el gobierno fue derrotado electoralmente en el referéndum por la reforma de la Constitución, el presidente Chávez, tras reconocer la derrota, le recomendó a la oposición que administraran bien su victoria. No lo hicieron. En 2015, después de obtener un sólido triunfo en las urnas, la oposición pudo labrar una ruta que los habría dejado en una situación distinta de cara a este proceso eleccionario, anticipado unos meses por propia solicitud de esa propia oposición, que a todas luces no es buena administradora de sus éxitos.

Pudo más en ellos, el afán cortoplacista e inmediatista y su incapacidad de análisis político, lo que los llevó a apelar a formas insurreccionales que requieren de determinadas condiciones de orden objetivo y subjetivo que en Venezuela no existen, en particular en este país no hay un sentimiento generalizado del pueblo por cambiar de gobierno utilizando formas violentas de lucha. Ello además necesita de un liderazgo que no han podido construir, dadas sus ambigüedades, su incapacidad de movilizar a las grandes mayorías y su enfebrecida mentalidad subordinada a Estados Unidos quien es finalmente el que pone las reglas y quien da las órdenes de lo que debe y no debe hacerse entre las filas de la ultra derecha oposicionista.

Así, optaron por el expediente paraguayo y brasilero de buscar el golpe de Estado parlamentario cuando tuvieron la mayoría de la Asamblea, y fracasaron, después optaron por la violencia (dos veces) en 2014 y 2017, pensando que la vía insurreccional los podía llevar al poder, y fracasaron nuevamente. Apelaron a la realización de marchas que debían copar las calles y llevarlos hasta Miraflores, y fueron derrotados por el pueblo chavista que a pesar de la desastrosa situación económica del país, desataron una movilización superior en defensa de la democracia y la libre determinación. Entonces, supusieron que buscando el quiebre de las fuerzas armadas, a través de la deserción de altos oficiales o la insubordinación de algunos cuarteles podían llegar a una guerra civil que les diera el sustento para pedir ayuda internacional en forma de intervención extranjera y, fueron desoídos por los militares bolivarianos.

Agotadas todas las instancias, los dirigentes de la oposición se fueron a vivir al exterior, sobre todo a Bogotá donde mezclados con políticos de similar calaña pueden pasar inadvertidos. Desde allá despotrican, gritan e imploran por la intervención militar en forma de “ayuda humanitaria”. Durante años patalearon porque querían elecciones, pero cuando llegó el momento de las mismas, se negaron a participar a pesar que uno de los suyos (Henri Falcón) y otro, (un representante de las iglesias evangélicas) que sólo pretende presentarse para después tener el aval suficiente a fin de solicitar ayuda financiera de las millonarias congregaciones protestantes de Estados Unidos, decidieron lanzar sus candidaturas y aceptar ser parte de la búsqueda de soluciones al margen de la violencia y de la guerra. Serán los que decidan si quieren volver al pasado o abrirse paso al futuro, barriendo la malo en el ámbito, a través de los espacios que ofrece la democracia, la cual por muy insuficiente que sea, es infinitamente superior a una dictadura o peor, aún a la guerra.

Entonces, ante la evidencia de una estrategia fracasada lanzan contra Venezuela todo el peso de la fuerza que no tienen en el país. Pretenden que las fuerzas armadas de Estados Unidos o los paramilitares colombianos hagan lo que ellos no son capaces, es decir su propuesta es que sean extranjeros los a través de la guerra vengan a “solucionar” lo que según ellos, los venezolanos no podemos.

A partir de ahí, se desatan las paradojas y aparece en su más descarnada expresión el absurdo de una realidad fuera de toda lógica racional, la mentira mutada en verdad supuesta por el influjo de los consorcios mediáticos internacionales, que han transformado la comunicación en mercancía que se rige por la ley de la oferta en la que la noticia no es más que un producto a vender, sin importar la veracidad de lo que afirma. Así, se imponen los absurdos.

Se quiere imponer por ejemplo, el modelo de democracia liderada por Estados Unidos, donde hay un presidente que ganó las elecciones a pesar de sacar menos votos que su contrincante y una directora de la CIA que reivindica la tortura como método. Se quiere imponer la democracia electoral de fotocopias de Colombia, mientras se reniega de uno de los sistemas electorales más modernos y más seguros del planeta. Se pretende sublimar las elecciones mexicanas, un país donde han sido asesinados casi 100 candidatos en el año que transcurre. Quieren mostrar el ejemplo de Chile, una democracia delictual, donde la mayoría de los parlamentarios fueron eelgidos con dineros ilegales, muchos de ellos financiados por el yerno del dictador, al mismo tiempo que el propio presidente es un estafador y ladrón, protegido por Pinochet y la CIA. Con la excusa de la lucha contra la corrupción, hicieron una reunión en Lima para atacar a Venezuela, en la que el presidente organizador ni siquiera pudo participar, sacado del poder precisamente por corrupto. Desean que la OEA sirva como fiel de la balanza después que esta organización, avaló el golpe de Estado en Brasil y los portentosos fraudes en las elecciones presidenciales de Honduras y Paraguay.

¿Puede alguien, en su sano juicio y actuando a conciencia, suponer que la solución puede venir desde el exterior? El arreglo de los problemas de Venezuela tiene que venir de adentro y de los venezolanos, no de invasores que traigan destrucción y muerte. Por eso hay que votar; en esta ocasión, además de elegir la máxima autoridad del país, se trata de impedir la guerra.

El ejemplo de Siria está presente: más de 500 muertos, un millón y medio de heridos, cinco millones de refugiados, entre 6 y 8 millones de desplazados internos, 50% de la infraestructura del país destruida con costo total para el país que supera 200 mil millones de dólares en siete años ¿acaso eso es solución? ¿Es eso lo que se quiere para imponer una democracia que emerja de la boca de los fusiles imperiales? Para los que crean que no es posible que ocurra algo similar, deben saber que los paramilitares colombianos son iguales o peores que Al Qaeda y el Estado Islámico, y que tienen en común su alianza y asociación con Estados Unidos.

Que cada quien saque sus cuentas y determine si no es mejor votar y buscar soluciones pacíficas, negociadas y consensuadas entre los venezolanos a fin de salir de la crisis.  

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