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sábado, 11 de agosto de 2018

Venezuela, medios de comunicación y un posible estruendo

En toda esta estrategia de creciente violencia, los medios de comunicación cartelizados han jugado un papel de primer orden. Este papel es el de construir matrices de opinión pública en base a mentir, omitir y tergiversar los hechos.  Este es el caso, nuevamente, del atentado contra el presidente Nicolás Maduro.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

El presidente de Venezuela acaba de ser objeto de un atentado que pretendía ser mortal junto a la plana mayor de su gobierno. Es el primero del que tengamos noticia, y fue realizado mientras transcurría un acto público a la vista de todos: vuelan dos drones y explotan luego de seguir una trayectoria errática, uno frente a la tarima presidencial y otro en la fachada de un edificio de apartamentos cercano.

En Miami, en su programa de televisión el peruano Jaime Bayly confirma que él participó en una reunión en la que le informaron sobre el atentado y la forma como se llevaría a cabo. Con su estilo cínico hace varias acotaciones: que en principio creyó que era una fanfarronería de quienes le informaban pero que, luego de efectuado, se percata que era cierto; que le causa lástima que no haya sido exitoso y, por último, que ofrece otro dron por si es necesario para intentar otro asesinato.

En Caracas, caen presos varios ejecutantes y empiezan a cantar, involucrando a varios militares retirados y a algunos miembros de la oposición que actualmente son diputados.

Las tomas de la televisión, que se encontraba transmitiendo en vivo y en directo el acto militar, son elocuentemente claras: hay una explosión que sorprende a toda la concurrencia, que lleva a la desbandada de quienes se encontraban formados en las cercanía de la tarima presidencial, y se observa la inmediata movilización de la seguridad presidencial para proteger a Nicolás Maduro.

Como queda claro a estas alturas, se trata de una nueva estrategia para tratar de derrocar al gobierno venezolano de manera violenta. Ha habido varias y hasta la fecha, todas han fracasado. Han pasado por el golpe de Estado, como el que sufrió Hugo Chávez en el 2002; boicot petrolero; lo que podríamos calificar como el reality show de la Plaza Altamira, situada en el corazón de uno de los barrios high, de “gente linda”, de Caracas, donde los opositores se atrincheraron por varios meses; entre 2005 y 2012 boicotearon las elecciones parlamentarias, en las que no participaron; en 2013 se dedicaron a la acción violenta en las calles, que luego reeditaron en 2017 como guarimbas, en las que utilizaron como carne cañón a jóvenes y adolescentes, tal como sucede actualmente en Nicaragua; y en 2018 se desencadena el bloqueo económico, boicot del diálogo e intento de magnicidio.

Ya se torna cansino acotar que en toda esta estrategia de creciente violencia, los medios de comunicación cartelizados han jugado un papel de primer orden. Este papel es el de construir matrices de opinión pública en base a mentir, omitir y tergiversar los hechos.  Este es el caso, nuevamente, del atentado que nos ocupa. La idea principal que manejan es poner en duda de que haya ocurrido el atentado, reduciéndolo a un estruendo, o refiriéndose a él solamente como un “posible” atentado.

Es decir, hay desinformación, invisibilización y creación de fake news, es decir mentiras abiertas. Se trata de tergiversación, inculcación de dudas, comentarios sobre la inexistencia misma del atentado, que llevan a la imposición de imaginarios colectivos que poco tienen que ver con la realidad. Se podrían escribir un libro de ejemplos sobre todo esto, pero permítasenos dar uno solo: CNN en español interrumpió el 7 de agosto la transmisión del discurso de Maduro cuando éste comenzó a mostrar videos, grabaciones telefónicas, fotos, confesiones, nombres de los detenidos y prófugos.

La construcción de estas matrices de opinión adversas ocurren con Venezuela y con el caso específico de este atentado, pero es lo usual, el modus operandi de estos medios que cubren la realidad continental y mundial.

La mayoría de la población lee titulares, ve fotografías, sigue acríticamente razonamientos de locutores y analistas. Los medios de comunicación son una campo de batalla de la guerra de cuarta generación en la que nos encontramos.

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