En toda esta estrategia de creciente
violencia, los medios de comunicación cartelizados han jugado un papel de
primer orden. Este papel es el de construir matrices de opinión pública en base
a mentir, omitir y tergiversar los hechos.
Este es el caso, nuevamente, del atentado contra el presidente Nicolás
Maduro.
Rafael Cuevas Molina/Presidente
AUNA-Costa Rica
El
presidente de Venezuela acaba de ser objeto de un atentado que pretendía ser
mortal junto a la plana mayor de su gobierno. Es el primero del que tengamos
noticia, y fue realizado mientras transcurría un acto público a la vista de
todos: vuelan dos drones y explotan luego de seguir una trayectoria errática,
uno frente a la tarima presidencial y otro en la fachada de un edificio de
apartamentos cercano.
En
Miami, en su programa de televisión el peruano Jaime Bayly confirma que él
participó en una reunión en la que le informaron sobre el atentado y la forma
como se llevaría a cabo. Con su estilo cínico hace varias acotaciones: que en
principio creyó que era una fanfarronería de quienes le informaban pero que,
luego de efectuado, se percata que era cierto; que le causa lástima que no haya
sido exitoso y, por último, que ofrece otro dron por si es necesario para
intentar otro asesinato.
En
Caracas, caen presos varios ejecutantes y empiezan a cantar, involucrando a
varios militares retirados y a algunos miembros de la oposición que actualmente
son diputados.
Las
tomas de la televisión, que se encontraba transmitiendo en vivo y en directo el
acto militar, son elocuentemente claras: hay una explosión que sorprende a toda
la concurrencia, que lleva a la desbandada de quienes se encontraban formados
en las cercanía de la tarima presidencial, y se observa la inmediata
movilización de la seguridad presidencial para proteger a Nicolás Maduro.
Como
queda claro a estas alturas, se trata de una nueva estrategia para tratar de
derrocar al gobierno venezolano de manera violenta. Ha habido varias y hasta la
fecha, todas han fracasado. Han pasado por el golpe de Estado, como el que
sufrió Hugo Chávez en el 2002; boicot petrolero; lo que podríamos calificar
como el reality show de la Plaza
Altamira, situada en el corazón de uno de los barrios high, de “gente linda”, de Caracas, donde los opositores se
atrincheraron por varios meses; entre 2005 y 2012 boicotearon las elecciones
parlamentarias, en las que no participaron; en 2013 se dedicaron a la acción
violenta en las calles, que luego reeditaron en 2017 como guarimbas, en las que
utilizaron como carne cañón a jóvenes y adolescentes, tal como sucede
actualmente en Nicaragua; y en 2018 se desencadena el bloqueo económico, boicot
del diálogo e intento de magnicidio.
Ya se torna cansino acotar que en toda esta
estrategia de creciente violencia, los medios de comunicación cartelizados han
jugado un papel de primer orden. Este papel es el de construir matrices de
opinión pública en base a mentir, omitir y tergiversar los hechos. Este es el caso, nuevamente, del atentado que
nos ocupa. La idea principal que manejan es poner en duda de que haya ocurrido
el atentado, reduciéndolo a un estruendo, o refiriéndose a él solamente como un
“posible” atentado.
Es
decir, hay desinformación, invisibilización y creación de fake news, es decir mentiras abiertas.
Se trata de tergiversación, inculcación de dudas, comentarios sobre la
inexistencia misma del atentado, que llevan a la imposición de imaginarios
colectivos que poco tienen que ver con la realidad. Se podrían escribir un
libro de ejemplos sobre todo esto, pero permítasenos dar uno solo: CNN en español interrumpió el 7
de agosto la transmisión del discurso de Maduro cuando éste comenzó a mostrar
videos, grabaciones telefónicas, fotos, confesiones, nombres de los detenidos y
prófugos.
La construcción de estas
matrices de opinión adversas ocurren con Venezuela y con el caso específico de
este atentado, pero es lo usual, el modus
operandi de estos medios que cubren la realidad continental y mundial.
La mayoría de la población lee
titulares, ve fotografías, sigue acríticamente razonamientos de locutores y
analistas. Los medios de comunicación son una campo de batalla de la guerra de
cuarta generación en la que nos encontramos.
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