Páginas

sábado, 29 de septiembre de 2018

Ayotzinapa: crimen y esperanza

Ayotzinapa está más cerca de Tlatelolco de lo que la geografía física podría decir; el calendario de la muerte que cada año trazan los jerarcas de la desesperanza los hermana, no hay casualidades, no las hay, se cumplen cuatro años de la desaparición de los 43 normalistas, y en tan sólo unos días la masacre del 2 de octubre cumplirá cincuenta.

Cristóbal León Campos / Especial para Con Nuestra América
Desde Mérida, Yucatán. México.

No hay límites para el país del crimen.
No hay nombre para el país del crimen.
No hay país con nombres del crimen.
No hay crímenes para el país del crimen.
Óscar Oliva, Tuxtla, noviembre, 2014.

I

El estado de Guerrero es una de las entidades federativas de la República Mexicana con mayor índice de desigualdad social, los niveles de marginación y explotación lo ubican en la lista roja de pobreza extrema, que asola a más de la mitad de la población del país. Esta condición ha generado a lo largo de la historia contemporánea, que sea precisamente Guerrero, uno de los territorios con presencia continua de movilizaciones sociales y organizaciones clandestinas, que buscan o han buscado, reivindicar los derechos violados y satisfacer las necesidades básicas de su población. Junto a los estados de Oaxaca y Chiapas, comparte una larga historia de resistencia, pero también, de represión y violencia de Estado.

La geofísica de Guerrero, permite que mantenga características marcadamente rurales, siendo los trabajadores del campo, la organización comunal y las formas culturales tradicionales, aspectos muy representativos, tanto en la resistencia social como en su composición clasista. Larga es la resistencia emprendida por los comuneros, obreros, campesinos y estudiantes de Guerrero, cuyas expresiones han dado lugar a todas las formas de lucha. De manera particular, las organizaciones estudiantiles han jugado un papel relevante ante la injusticia y el desprecio gubernamental (que no olvido). Estudiantes y egresados de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG) y de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, han acompañado por décadas los reclamos sociales de amplios sectores marginados, siendo ellos mismos, un sector carente en diversos temas, particularmente, es conocido el compromiso de los normalistas de Ayotzinapa, cuyo origen es eminentemente rural y campesino.

II

Pasa el tiempo de la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” y del asesinato de 6 personas, entre ellos, tres estudiantes a manos del Estado mexicano. La conmoción y el dolor se han extendido a buena parte del territorio nacional y poco a poco se va gestando un movimiento de solidaridad entre diferentes escuelas y universidades del país, que podría desembocar en un gran movimiento popular, que haga frente al terror que hoy gobierna en la nación.

Guerrero es centro del dolor del pueblo de México, la indignación se expresa de muchas formas, y sin embargo, lo único que se ha logrado es la comprobación de que el asesinato y la desaparición forzada son una práctica común en México, y para muestra, la infinidad de fosas con restos humanos que han aparecido. No es noticia nueva, aunque la magnitud siempre sospechada y pocas veces comprobada, ha incrementado la rabia que se siente ante tan grave situación e impunidad. El Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED), indica que durante la gestión de Enrique Peña Nieto hemos alcanzado la cifra de más de 30,000 mexicanos desaparecido, en los últimos años.

Vivimos tiempos de ruptura y de construcción, el desprestigio que han alcanzado los partidos políticos (de todos los colores) era inimaginable unos años atrás, la falta de confianza en el sistema judicial y descrédito a la mayoría de los medios de comunicación, abren paso a la construcción y consolidación de nuevas formas de organización social y comunicación, que se van articulando desde una perspectiva crítica e incluso escéptica a todo lo existente hasta ahora.

No se pude permitir tal cinismo cuando nos dicen que no hay más avances en las investigaciones. Sabemos que saben que sucedió, sabemos que se ocultan los unos a los otros en las cúpulas del poder político y económico, no somos los ingenuos que nos creen. El dolor y la rabia que sienten los familiares, los compañeros de la Normal Rural, y que sentimos todos, no tiene olvido. En la memoria del pueblo de México, hay muchas fechas trágicas (Tlatelolco, Acteal, Atenco, Oaxaca, Ayotzinapa, etc.), muchas matanzas, desapariciones y mentiras, no se ha olvidado ninguna, simplemente aguardan la llegada de la justicia.

III

Hace ya más de siglo y medio de que Carlos Marx escribió una de sus más celebres obras intitulada El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, en la cual, analizó la revolución francesa de 1848-1851 y desarrolló de forma más acabada los principios fundamentales del materialismo histórico; la teoría de la lucha de clases y de la revolución proletaria; la doctrina del Estado y de la dictadura proletaria. En esta obra, Marx decretó de manera categórica y trascendente para todo su pensamiento posterior, el hecho fundamental de que el proletariado tiene como condición inevitable para su desarrollo pleno que destruir la maquinaria con que funciona el Estado burgués.

En la misma obra, planteó una de sus frases más célebres: “La historia se repite dos veces. La primera como tragedia, la segunda como farsa”. Ejemplo de su lectura crítica de Hegel, dos palabras resaltan en estos momentos de la frase en forma particular: tragedia y farsa.

Para nadie en México son ajenas las trágicas condiciones en que millones de personas viven a diario; la extrema pobreza, el analfabetismo, la discriminación y racismo, junto a la explotación laboral, laceran toda posibilidad de desarrollo de las clases desposeídas, no es un secreto que literalmente cientos de personas son despedidos y arrojados a la extrema pobreza por un sistema que en su naturaleza lleva tatuado como sello distintivo la frase “inhumano”.

La farsa en que han convertido nuestra realidad a través de los medios de comunicación, que cómplices de los poderes reducen nuestras vidas a simples personajes de telenovela, donde se nos dicta como sentencia bíblica el papel y el rol que cada uno de nosotros debe jugar en el concierto social, únicamente dependiendo de la clase a la que pertenezcamos. Los moldes perfectamente confeccionados deben ser rellenados por los individuos de manera acrítica, salirse de los esquemas establecidos, es sin duda, una ofensa mayor que el órgano regulador del poder: el Estado, debe detener a toda costa, siendo la violencia el modo más brutal y más recurrido en la historia. Así lo fue la Inquisición, así lo es hoy, la criminalización de la protesta social y de la organización de los de abajo para defender sus derechos y luchar por mejores condiciones de vida.

Los hechos de violencia en el estado de Guerrero, son sólo una más de las múltiples expresiones represivas del Estado, que temeroso de la organización popular recurre a la fuerza para imponer su voluntad y mantener su dominio. La nota sangrienta, vuelve a ocupar nuestras plumas e indignar nuestros corazones. La violencia de Estado es el baile que los cerdos celebran deliberadamente, es su banquete donde sedientos de impunidad, juegan con las vidas como si arrojaran el cubilete esperando ver quién gana.

Guerrero es la llaga trágica de la farsa real de nuestro México, es la expresión de la injusticia consumada en violencia, es el dolor de una nación que en horario estelar ve masacrar sus derechos y sueños y se acuesta soñando con poseer materialmente lo que en nada satisface su más sublime necesidad humana. Guerrero es en suma, nuestra historia patria negada, es Ayotzinapa, Tatelolco, Oaxaca, Atenco, Aguas Blancas, Chiapas, y muchos pero muchos más. La violencia de Estado, es el baile que los cerdos celebran deliberadamente, es su banquete donde sedientos de impunidad, juegan con las vidas como si arrojaran el cubilete esperando ver quién gana. Guerrero como todo México está en pie, sostenido por quienes construimos esta sociedad y la hacemos avanzar, invertir el orden de cosas como planteara Marx en el “El Dieciocho Brumario”, es en sí, el inicio del fin de la farsa y la tragedia.

IV

Las historias casi fantásticas con que el gobierno ha intentado cubrir su responsabilidad, se han acompañado en todo momento con el incremento de la violencia represiva, el hostigamiento y persecución de quienes no aceptan quedarse sentados esperando que la justicia se establezca por mandato divino. Los padres de familia, el magisterio disidente organizado en la CETEG, la sociedad civil guerrerense y millones de mexicanos y ciudadanos del mundo, han mantenido vigente el reclamo y exigencia de la pronta aparición con vida de los estudiantes normalistas. Siete largos meses transcurridos y aún se ve lejos la posibilidad de establecer la justicia, en un claro caso más de impunidad por parte del Estado mexicano, en el que se encubre la verdad y se protege a los culpables materiales e intelectuales cerrando el pacto entre el gobierno y el crimen organizado.

El estado de Guerrero esta marcado de forma particular por la violencia represiva de los gobernantes, en las décadas de 1960 y 1970 la guerra sucia desapareció a centenares de personas cuyo destino difícilmente se logre saber con certeza. En 1995 fueron masacrados campesinos desarmados en Aguas Blancas y, en 1998, tuvo lugar un hecho similar en el Charco. En las últimas fechas, recordemos que el 12 de diciembre de 2011 fueron asesinados dos normalistas de Ayotzinapa por parte de elementos de la Policía Ministerial en Chilpancingo, todo esto junto a un sinnúmero de casos de ejecuciones y de desapariciones forzadas. Estos casos son ejemplo del carácter estructural de la violencia de Estado. En Guerrero la presencia del ejército en las comunidades rurales e indígenas es común y forma parte de la vida cotidiana, representa claramente la impunidad en que se siguen reproduciendo diversas formas de violencia como el racismo y la transgresión sistemática de los más elementales derechos humanos, la existencia de cacicazgos es otro ejemplo de la complicidad entre gobierno y crimen organizado.

La historia de la Escuela Normal de Ayotzinapa se inscribe en la historia de lucha de las Escuelas Normales Rurales, que si bien fueron creadas como parte de la política de Estado, los años posrevolucionarios trajeron poco a poco enormes contradicciones entre su existencia y su supervivencia, pues las políticas educativas fueron alejándose cada vez más de su origen social, para dar paso a la actual realidad neoliberal. El proyecto educativo ruralista se ha visto amenazado desde décadas atrás, con el fin de diversos programas, el cierre de muchas Escuelas Normales y la tensión agudizada con el modelo político que privilegia la ganancia en detrimento de la comunidad y los aspectos sociales.

Después de más de cien años de que fueron creadas las Escuelas Normales Rurales, nuestro país cambió de un modelo de Estado de bienestar, a un Estado controlado con poderes fácticos, el narcotráfico y la violencia organizada. Se pasó de la defensa de la soberanía nacional a la entrega de los recursos naturales a los monopolios transnacionales. Se transitó de la reforma a la contrarreforma agraria y demás reformas estructurales que van sepultando toda herencia de la Revolución de 1910. La agresión a los estudiantes normalistas de Ayotzinapa es una paradoja, pues las Escuelas Normales Rurales fueron creadas precisamente para defender lo que representan y ahora son criminalizadas. Ayotzinapa representa la organización colectiva, el autogobierno y la lucha campesina. Los valores eminentemente sociales son los que se persiguen por el Estado y es Ayotzinapa un ejemplo de ellos, cuyo origen se encuentra en los ideales del socialismo mexicano.

La rabia que en estas fechas siente el pueblo de Guerrero es compartida por millones de mexicanos, que han sufrido en diferentes formas la explotación, marginación y represión que el modelo económico impone. Su rabia es digna pues es la que siente todo aquel que ve sus derechos pisoteados y, que sin embrago, no desiste, no se entrega y no permite que pasen sobre su dignidad. Ayotzinapa es ejemplo de resistencia. La disyuntiva es como dar cauce a esa rabia de forma organizada y colectiva.

V

La sociedad es consciente de que lo acontecido esos trágicos días es un Crimen de Estado. Sin embargo, aún hay que determinar aspectos tan fundamentales como el verdadero destino que los 43 estudiantes han tenido, desde luego, el deseo y la esperanza de México es que permanezcan con vida y puedan en algún momento próximo retornar a sus hogares, y aún que esta afirmación pueda parecer para algunos exagerada, baste recordar la perversidad del Estado, muchos son los casos que ayudan a mantener el sueño del rencuentro, además, el ejemplo de las dictaduras sudamericanas donde miles de seres fueron desprendidos de sus comunidades y familias, para tiempo después retornar. Por eso la consigna general del movimiento sigue siendo como desde el primer día ¡vivos se los llevaron, vivos los queremos!

VI

La Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas establece como desaparición forzada: “el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de la libertad que sean obra de agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento de la suerte o paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley”. Este Tratado Internacional fue ratificado por México el 18 de marzo de 2008 y entró en vigor el 23 de diciembre de 2010.

Una mirada rápida a los últimos años de la vida en México, demuestran lo común que resulta hablar de la desaparición forzada; forma parte del habla común. Se ha convertido en un elemento más de la cotidianeidad, siendo no solamente peligroso, sino que además lo convierte en un hecho aceptado de manera pasiva, al concebirse como algo incluso “normal”. Pero, una mirada más profunda a la historia de nuestro país, permite comprobar el repudiable hecho de que la desaparición forzada es una práctica institucionalizada por los diferentes gobiernos, sean estatales o federales, utilizada contra quienes se vinculan o forman parte de los diferentes movimientos sociales que se suscitan. La violencia de Estado es una realidad, y las desapariciones forzadas una de sus expresiones, la guerra sucia no ha terminado, sigue vigente y se extiende con formas mucho más perversas, aunque mantiene los elementos centrales que le permiten implantar la impunidad y el miedo entre la sociedad. Es tal el grado de institucionalización de la violencia, que la gente común incluso llega a expresar frases que avalan de forma consciente o inconsciente su realización, es decir, se ha interiorizado de tal forma con la ayuda de los medios de comunicación que criminalizan a todo aquel que piense o actúe diferente, que se llega al grado de que en ocasiones la sociedad es cómplice de uno de los más crueles crímenes contra la humanidad. Desde luego, nada de ello exculpa al Estado de su perversidad, muy al contrario, demuestra el grado deshumanizado que llegan a tener quienes ocupan y ejercen el poder desde las esferas del gobierno.

VII

Criminalizar es una de las estrategias del Estado, contra quienes se atreven a levantar la voz y exigir justicia. En México, la criminalización es pan de todos los días, toda demanda social o manifestación pública de inconformidad es rápidamente asociada con la delincuencia, con el narcotráfico o cualquier otro tipo de crimen organizado. El Estado utiliza en esta estrategia el servilismo de los medios masivos de comunicación, que se prestan para difundir versiones distorsionadas de los hechos, poniendo por delante el amarillismo, la mentira y los intereses privados.

El Estado utiliza sus diferentes aparatos represivos para mantener el orden, ya sea mediante su aparato judicial o con sus brazos violentos como son la policía y el ejército. La criminalización utiliza distintas estrategias como son; la judicialización de la protesta social, la represión política abierta y la militarización. La protesta es un derecho, no un delito, pero el Estado la concibe como un peligro para sus intereses y por ello la criminaliza, la reprime o en su caso extermina a quienes participan. Aun así, pese a las acciones en su contra, las movilizaciones no se detienen y las voces no callan ante la injusticia. Los mismos pueblos criminalizados tienen en la memoria una eficaz herramienta de lucha, por ello, es necesario difundir lo acontecido y clamar justicia. Ayotzinapa es el reclamo más humano que en nuestro país se realiza en estas fechas, la voz en alto no clama justicia únicamente por los desaparecidos y asesinados, clama el fin de la injusticia histórica y presente. Ayotzinapa es la esperanza de todo un país que ofrendando a sus hijos construye su provenir.

VIII

En el Crimen de Estado sobre los normalistas de Ayotzinapa, la impunidad se revela como única certeza, pues nada, absolutamente nada, podrá devolver a las familias, amigos y compañeros los momentos perdidos, la distancia y desde luego nada podrá reparar el dolor. Más allá de que se conozca el destino de los 43 desaparecidos, la impunidad ha quedado sellada como una ofensa más a nuestras libertades y a nuestra humanidad. Lo acontecido el 26 y 27 de septiembre de 2014, es sin duda, un delito de lesa humanidad. Es la muestra de la descomposición social y política del país y de sus estructuras de gobierno llenas de corrupción.

Sin embargo, y como gesto humano, Ayotzinapa sigue siendo nuestra mayor esperanza. Esa esperanza que es todo y nada. Nada en cuanto inmaterial y es todo en cuanto aliento. No hay movimiento alguno sin aliento y por tanto sin esperanza. La esperanza ha contribuido con la historia, tiene un carácter revolucionario alejado de la visión religiosa con la que se le suele relacionar. Muy al contrario, esperanza es el nombre del puño álgido que se levanta contra la opresión. Hoy después de un año, Ayotzinapa de pie y con la vista de frente, levanta el puño como señal de que, a pesar de todo, sigue siendo la esperanza lo que nos guía.

IX

La espera, la esperanza puesta en el regreso sigue movilizándolos, de igual forma, en que la mentira y las falsas verdades del poder van quedando gravadas con mayor profundidad. Se sabe de la mentira del Estado, de sus falsas verdades, pero también se sabe de la desolación y el desamparo que se quiere imponer para dar lugar a la desesperanza y el ocultamiento de una página más de la historia patria.

X

Las efemérides de muerte no son casualidades, no las hay en un mundo que se rige por la soberbia del poder, Ayotzinapa está más cerca de Tlatelolco de lo que la geografía física podría decir; el calendario de la muerte que cada año trazan los jerarcas de la desesperanza los hermana, no hay casualidades, no las hay, se cumplen cuatro años de la desaparición de los 43 normalistas, y en tan sólo unos días la masacre del 2 de octubre cumplirá cincuenta, tantos días, tantas horas, tanto dolor, el silencio sigue siendo el mismo, no se sabe lo que todos sabemos, se calla lo ya dicho, se evita nombrar lo que con sangre a escrito su nombre, parecería que funciona, dirán riendo que han vencido, que las pruebas se quemaron tan rápido como un instante, mas lo que se talla en lo profundo del corazón no alcanza jamás olvido, y es que nuestro corazón, late, cada día late más fuerte devolviéndonos la esperanza.

El movimiento del 1968 generó un renacer social, criticó cada una de las estructuras de aquella época, profundo reclamo de cansancio y hastió, los roles de género, la política, la democracia, el gobierno, el poder y mucho más fue cuestionado, los simientes de lo que se creía sagrado fue sacudido por las pisadas certeras de la juventud que dijo basta. Hoy vimos tiempos definitorios, de nuevo el grito que exclama sean removidas las simientes surge desde lo profundo, desde abajo, donde habitamos quienes damos forma a las sociedades. Ayotzinapa es un dolor fresco, Tlatelolco es el reuma de un sistema podrido sostenido por sus lacayos que con sus manos sostienen lo ya derruido. No hay casualidades, no las hay, hoy seguimos exigiendo justicia y sumando voces para este mundo transformar. Hoy los estudiantes dan la lucha nuevamente por una mejor nación.

Entre tanta muerte, entre tanto cinismo, hay luces de esperanza, los padres de los normalistas ejemplifican la grandeza del amor y la fortaleza de la conciencia que despierta en el “rojo amanecer”, Ayotzinapa tiene en ellos su expresión de vida. En Tlatelolco aún se enmudecen muchos nombres, los centenares de desaparecidos no llenan libretas ni sus rostros conocemos, anónimas deudas, impunes sus verdugos se repiten cada año, cuarenta y ocho años de un dolor inagotable y a pesar de todo, de tanta muerte: ¡seguimos cantando!

XI

Un entorno de impunidad sirve de antesala al cumplimiento de un aniversario más del crimen de Iguala en el Estado de Guerrero, los 43 siguen perdidos en la oscura noche que ha desgarrado al país hasta en su última esencia, el dolor sigue siendo el mismo, la humanidad frente a la sinrazón del poder, Ayotzinapa es la síntesis de la rabia y el cinismo con que se escribe la historia nacional.

El sentimiento general de la sociedad es referente del malestar que impera en toda la geografía mexicana, desconcierto y temor, indignación y frustración. Desesperanza que buscan los poderosos implantar en las mentes y los corazones de la sociedad, la violencia y su monopolio estatal pretende acabar con toda ilusión de establecer la justicia y un poco de razón en un país burlado al grado descarado de que el llamado presidente olvida por error de imprenta respetar las leyes, ¿qué podemos esperar frente a tanta impunidad?, ¿acaso hay salida ante el desamparo social?, la frente en alto de los padres que buscan a sus hijos desaparecidos es la respuesta más cabal que en los últimos años hemos presenciado, nada está perdido mientras la fuerza de la utopía nos empuje a seguir resistiendo.

El tiempo pasa, se pierde en los calendarios del poder, entre telenovelas recicladas y alienantes del sentido humano, pero abajo, ahí donde la mirada de quien dice mandar no alcanza a llegar, donde aquellos que juegan con nuestras vidas llamándole “desarrollo” no pueden por lo menos nombrar, ahí, ahí mismo y desde siempre, el tiempo es otro y pasa, claro que pasa, sólo que su paso es diferente, si arriba se olvida, abajo se recuerda, un recuerdo muy humano, muy propio de quienes el dolor les asiste junto con la razón del reclamo, ahí donde habita la dignidad, ahí la utopía es praxis y se materializa en la resistencia, el otro mundo existe desde hace tanto en el palpitar humano de los puños siempre en alto.

Una luz de esperanza para muchos se vislumbra en la posibilidad de que se establezca una Comisión para la Verdad y la Justicia, falta aún camino por andar. La verdad y la justicia llegaran cuando el pueblo organizado exija el fin del régimen de muerte que nos oprime desde tanto tiempo atrás, solo el pueblo puede establecer la justicia y la verdad definitivas.

XII

La impunidad se viste de gala, le gusta cuando se cumple un aniversario más, se sabe o mejor dicho se cree vencedora, la mesa ponen los cerdos y en ella asientan sus gruesas billeteras vacías de humanidad, comen en platos comprados en tiendas extranjeras pero elaborados por las manos humildes del trabajador virtuoso, comen, se atragantan, chorrean sangre que limpian con los finos manteles tejidos en las maquiladoras sobre-explotadoras, tal y como dijera aquel viejo alemán de blanca barba, el sistema funciona, no hay estado fallido, no hay estado de excepción, hay un Estado que funciona como fue concebido, para y por los intereses del dinero, del orgullo falso vestido a la moda y al servicio de quien gobierna.

Pasan los años y las calles se cubren de la rabia, del dolor digno, de la resistencia que con voz rebelde nuevamente clama por justicia y pide se resuelva un caso de barbarie. Al tiempo de los poderosos que promete olvido se le antepone la memoria colectiva, la memoria que nos mantiene vivos y llenos de esperanza, arriba se espera que Ayotzinapa sea un recuerdo, una efeméride más entre tantas tragedias, quieren burlarse por siempre y reír cada 26 de septiembre señalando a quien se sume al reclamo, criminalizan la vida, exaltan la muerte, se olvidan que de la ceniza el fénix hace más fuertes sus alas, el fuego de la memoria transformará esta realidad convirtiéndola en otro mundo, uno mucho mejor donde habrán de caber todos los mundos.

Democracia le llaman a un sistema que impone mientras pisa, huellas de las botas militares se rastrean en la noche de Iguala, silencios oficiales, verdades falsas, falsos quienes apoyan la ignominia, aquellos que en la prensa o en la televisión dicen la mentira del poder y la repiten para que poco a poco sea creída por la sociedad, falsa democracia con olor a droga, a terrorismo, a pólvora e impunidad, sistema de papel con dientes de sable, democracia con cara oculta, oscura y siniestra es su verdadera naturaleza, la luz de los pueblo dará lugar al gobierno de la razón.

Ayotzinapa vive, resiste, nos alienta, nos enseña, es ejemplo de dignidad y persistencia, el llanto continuo de los padres es fuerza para los espíritus desgastados. Ayotzinapa es utopía realizable, es la verdad más fuerte de nuestras voces gritan. Ayotzinapa es humanidad, es amor, es sentimiento, es el canto de ilusión que desde nuestras almas brinda el coraje para insistir frente a tanta impunidad, barbarie e inhumanidad. ¡AYOTZINAPA VIVE Y RESISTE!

Integrante del Colectivo Disyuntivas

No hay comentarios:

Publicar un comentario