Ayotzinapa está más cerca de Tlatelolco de lo que la
geografía física podría decir; el calendario de la muerte que cada año trazan
los jerarcas de la desesperanza los hermana, no hay casualidades, no las hay,
se cumplen cuatro años de la desaparición de los 43 normalistas, y en tan sólo unos
días la masacre del 2 de octubre cumplirá cincuenta.
Cristóbal León Campos / Especial para Con
Nuestra América
Desde Mérida, Yucatán. México.
No hay límites para el país del crimen.
No hay nombre para el país del crimen.
No hay país con nombres del crimen.
No hay crímenes para el país del crimen.
Óscar Oliva, Tuxtla, noviembre, 2014.
I
El estado de Guerrero es una de las entidades
federativas de la República Mexicana con mayor índice de desigualdad social,
los niveles de marginación y explotación lo ubican en la lista roja de pobreza
extrema, que asola a más de la mitad de la población del país. Esta condición
ha generado a lo largo de la historia contemporánea, que sea precisamente
Guerrero, uno de los territorios con presencia continua de movilizaciones
sociales y organizaciones clandestinas, que buscan o han buscado, reivindicar
los derechos violados y satisfacer las necesidades básicas de su población.
Junto a los estados de Oaxaca y Chiapas, comparte una larga historia de
resistencia, pero también, de represión y violencia de Estado.
La geofísica de Guerrero, permite que mantenga
características marcadamente rurales, siendo los trabajadores del campo, la
organización comunal y las formas culturales tradicionales, aspectos muy
representativos, tanto en la resistencia social como en su composición
clasista. Larga es la resistencia emprendida por los comuneros, obreros,
campesinos y estudiantes de Guerrero, cuyas expresiones han dado lugar a todas
las formas de lucha. De manera particular, las organizaciones estudiantiles han
jugado un papel relevante ante la injusticia y el desprecio gubernamental (que
no olvido). Estudiantes y egresados de la Universidad Autónoma de Guerrero
(UAG) y de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, han acompañado
por décadas los reclamos sociales de amplios sectores marginados, siendo ellos
mismos, un sector carente en diversos temas, particularmente, es conocido el
compromiso de los normalistas de Ayotzinapa, cuyo origen es eminentemente rural
y campesino.
II
Pasa el tiempo de la desaparición de 43 estudiantes
de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” y del asesinato de 6 personas, entre
ellos, tres estudiantes a manos del Estado mexicano. La conmoción y el dolor se
han extendido a buena parte del territorio nacional y poco a poco se va
gestando un movimiento de solidaridad entre diferentes escuelas y universidades
del país, que podría desembocar en un gran movimiento popular, que haga frente
al terror que hoy gobierna en la nación.
Guerrero es centro del dolor del pueblo de México,
la indignación se expresa de muchas formas, y sin embargo, lo único que se ha
logrado es la comprobación de que el asesinato y la desaparición forzada son
una práctica común en México, y para muestra, la infinidad de fosas con restos
humanos que han aparecido. No es noticia nueva, aunque la magnitud siempre
sospechada y pocas veces comprobada, ha incrementado la rabia que se siente
ante tan grave situación e impunidad. El Registro Nacional de Datos de Personas
Extraviadas o Desaparecidas (RNPED), indica que durante la gestión de Enrique
Peña Nieto hemos alcanzado la cifra de más de 30,000 mexicanos desaparecido, en
los últimos años.
Vivimos tiempos de ruptura y de construcción, el
desprestigio que han alcanzado los partidos políticos (de todos los colores)
era inimaginable unos años atrás, la falta de confianza en el sistema judicial
y descrédito a la mayoría de los medios de comunicación, abren paso a la
construcción y consolidación de nuevas formas de organización social y
comunicación, que se van articulando desde una perspectiva crítica e incluso
escéptica a todo lo existente hasta ahora.
No se pude permitir tal cinismo cuando nos dicen
que no hay más avances en las investigaciones. Sabemos que saben que sucedió,
sabemos que se ocultan los unos a los otros en las cúpulas del poder político y
económico, no somos los ingenuos que nos creen. El dolor y la rabia que sienten
los familiares, los compañeros de la Normal Rural, y que sentimos todos, no
tiene olvido. En la memoria del pueblo de México, hay muchas fechas trágicas
(Tlatelolco, Acteal, Atenco, Oaxaca, Ayotzinapa, etc.), muchas matanzas,
desapariciones y mentiras, no se ha olvidado ninguna, simplemente aguardan la
llegada de la justicia.
III
Hace ya más de siglo y medio de que Carlos Marx
escribió una de sus más celebres obras intitulada El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, en la cual, analizó la
revolución francesa de 1848-1851 y desarrolló de forma más acabada los
principios fundamentales del materialismo histórico; la teoría de la lucha de
clases y de la revolución proletaria; la doctrina del Estado y de la dictadura
proletaria. En esta obra, Marx decretó de manera categórica y trascendente para
todo su pensamiento posterior, el hecho fundamental de que el proletariado
tiene como condición inevitable para su desarrollo pleno que destruir la
maquinaria con que funciona el Estado burgués.
En la misma obra, planteó una de sus frases más
célebres: “La historia se repite dos veces. La primera como tragedia, la
segunda como farsa”. Ejemplo de su lectura crítica de Hegel, dos palabras
resaltan en estos momentos de la frase en forma particular: tragedia y farsa.
Para nadie en México son ajenas las trágicas
condiciones en que millones de personas viven a diario; la extrema pobreza, el
analfabetismo, la discriminación y racismo, junto a la explotación laboral, laceran
toda posibilidad de desarrollo de las clases desposeídas, no es un secreto que
literalmente cientos de personas son despedidos y arrojados a la extrema
pobreza por un sistema que en su naturaleza lleva tatuado como sello distintivo
la frase “inhumano”.
La farsa en que han convertido nuestra realidad
a través de los medios de comunicación, que cómplices de los poderes reducen
nuestras vidas a simples personajes de telenovela, donde se nos dicta como
sentencia bíblica el papel y el rol que cada uno de nosotros debe jugar en el
concierto social, únicamente dependiendo de la clase a la que pertenezcamos.
Los moldes perfectamente confeccionados deben ser rellenados por los individuos
de manera acrítica, salirse de los esquemas establecidos, es sin duda, una ofensa
mayor que el órgano regulador del poder: el Estado, debe detener a toda costa,
siendo la violencia el modo más brutal y más recurrido en la historia. Así lo
fue la Inquisición, así lo es hoy, la criminalización de la protesta social y
de la organización de los de abajo para defender sus derechos y luchar por
mejores condiciones de vida.
Los hechos de violencia en el estado de
Guerrero, son sólo una más de las múltiples expresiones represivas del Estado,
que temeroso de la organización popular recurre a la fuerza para imponer su
voluntad y mantener su dominio. La nota sangrienta, vuelve a ocupar nuestras
plumas e indignar nuestros corazones. La violencia de Estado es el baile que
los cerdos celebran deliberadamente, es su banquete donde sedientos de impunidad,
juegan con las vidas como si arrojaran el cubilete esperando ver quién gana.
Guerrero es la llaga trágica de la farsa real de
nuestro México, es la expresión de la injusticia consumada en violencia, es el
dolor de una nación que en horario estelar ve masacrar sus derechos y sueños y
se acuesta soñando con poseer materialmente lo que en nada satisface su más
sublime necesidad humana. Guerrero es en suma, nuestra historia patria negada,
es Ayotzinapa, Tatelolco, Oaxaca, Atenco, Aguas Blancas, Chiapas, y muchos pero
muchos más. La violencia de Estado, es el baile que los cerdos celebran
deliberadamente, es su banquete donde sedientos de impunidad, juegan con las
vidas como si arrojaran el cubilete esperando ver quién gana. Guerrero como
todo México está en pie, sostenido por quienes construimos esta sociedad y la
hacemos avanzar, invertir el orden de cosas como planteara Marx en el “El
Dieciocho Brumario”, es en sí, el inicio del fin de la farsa y la tragedia.
IV
Las historias casi fantásticas con que el gobierno
ha intentado cubrir su responsabilidad, se han acompañado en todo momento con
el incremento de la violencia represiva, el hostigamiento y persecución de
quienes no aceptan quedarse sentados esperando que la justicia se establezca
por mandato divino. Los padres de familia, el magisterio disidente organizado
en la CETEG, la sociedad civil guerrerense y millones de mexicanos y ciudadanos
del mundo, han mantenido vigente el reclamo y exigencia de la pronta aparición
con vida de los estudiantes normalistas. Siete largos meses transcurridos y aún
se ve lejos la posibilidad de establecer la justicia, en un claro caso más de
impunidad por parte del Estado mexicano, en el que se encubre la verdad y se
protege a los culpables materiales e intelectuales cerrando el pacto entre el
gobierno y el crimen organizado.
El estado de Guerrero esta marcado de forma
particular por la violencia represiva de los gobernantes, en las décadas de
1960 y 1970 la guerra sucia desapareció a centenares de personas cuyo destino
difícilmente se logre saber con certeza. En 1995 fueron masacrados campesinos
desarmados en Aguas Blancas y, en 1998, tuvo lugar un hecho similar en el
Charco. En las últimas fechas, recordemos que el 12 de diciembre de 2011 fueron
asesinados dos normalistas de Ayotzinapa por parte de elementos de la Policía
Ministerial en Chilpancingo, todo esto junto a un sinnúmero de casos de
ejecuciones y de desapariciones forzadas. Estos casos son ejemplo del carácter
estructural de la violencia de Estado. En Guerrero la presencia del ejército en
las comunidades rurales e indígenas es común y forma parte de la vida
cotidiana, representa claramente la impunidad en que se siguen reproduciendo
diversas formas de violencia como el racismo y la transgresión sistemática de
los más elementales derechos humanos, la existencia de cacicazgos es otro
ejemplo de la complicidad entre gobierno y crimen organizado.
La historia de la Escuela Normal de Ayotzinapa se
inscribe en la historia de lucha de las Escuelas Normales Rurales, que si bien
fueron creadas como parte de la política de Estado, los años posrevolucionarios
trajeron poco a poco enormes contradicciones entre su existencia y su
supervivencia, pues las políticas educativas fueron alejándose cada vez más de
su origen social, para dar paso a la actual realidad neoliberal. El proyecto
educativo ruralista se ha visto amenazado desde décadas atrás, con el fin de
diversos programas, el cierre de muchas Escuelas Normales y la tensión
agudizada con el modelo político que privilegia la ganancia en detrimento de la
comunidad y los aspectos sociales.
Después de más de cien años de que fueron creadas
las Escuelas Normales Rurales, nuestro país cambió de un modelo de Estado de
bienestar, a un Estado controlado con poderes fácticos, el narcotráfico y la
violencia organizada. Se pasó de la defensa de la soberanía nacional a la
entrega de los recursos naturales a los monopolios transnacionales. Se transitó
de la reforma a la contrarreforma agraria y demás reformas estructurales que van
sepultando toda herencia de la Revolución de 1910. La agresión a los
estudiantes normalistas de Ayotzinapa es una paradoja, pues las Escuelas
Normales Rurales fueron creadas precisamente para defender lo que representan y ahora son criminalizadas. Ayotzinapa representa la organización colectiva, el
autogobierno y la lucha campesina. Los valores eminentemente sociales son los
que se persiguen por el Estado y es Ayotzinapa un ejemplo de ellos, cuyo origen
se encuentra en los ideales del socialismo mexicano.
La rabia que en estas fechas siente el pueblo de
Guerrero es compartida por millones de mexicanos, que han sufrido en diferentes
formas la explotación, marginación y represión que el modelo económico impone.
Su rabia es digna pues es la que siente todo aquel que ve sus derechos
pisoteados y, que sin embrago, no desiste, no se entrega y no permite que pasen
sobre su dignidad. Ayotzinapa es ejemplo de resistencia. La disyuntiva es como
dar cauce a esa rabia de forma organizada y colectiva.
V
La sociedad es consciente de que lo acontecido
esos trágicos días es un Crimen de Estado. Sin embargo, aún hay que determinar
aspectos tan fundamentales como el verdadero destino que los 43 estudiantes han
tenido, desde luego, el deseo y la esperanza de México es que permanezcan con
vida y puedan en algún momento próximo retornar a sus hogares, y aún que esta
afirmación pueda parecer para algunos exagerada, baste recordar la perversidad
del Estado, muchos son los casos que ayudan a mantener el sueño del rencuentro,
además, el ejemplo de las dictaduras sudamericanas donde miles de seres fueron
desprendidos de sus comunidades y familias, para tiempo después retornar. Por
eso la consigna general del movimiento sigue siendo como desde el primer día
¡vivos se los llevaron, vivos los queremos!
VI
La Convención Internacional para la protección
de todas las personas contra las desapariciones forzadas establece como
desaparición forzada: “el arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra
forma de privación de la libertad que sean obra de agentes del Estado o por
personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la
aquiescencia del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de
libertad o del ocultamiento de la suerte o paradero de la persona desaparecida,
sustrayéndola a la protección de la ley”. Este Tratado Internacional fue
ratificado por México el 18 de marzo de 2008 y entró en vigor el 23 de
diciembre de 2010.
Una mirada rápida a los últimos años de la vida
en México, demuestran lo común que resulta hablar de la desaparición forzada;
forma parte del habla común. Se ha convertido en un elemento más de la
cotidianeidad, siendo no solamente peligroso, sino que además lo convierte en
un hecho aceptado de manera pasiva, al concebirse como algo incluso “normal”.
Pero, una mirada más profunda a la historia de nuestro país, permite comprobar
el repudiable hecho de que la desaparición forzada es una práctica
institucionalizada por los diferentes gobiernos, sean estatales o federales,
utilizada contra quienes se vinculan o forman parte de los diferentes
movimientos sociales que se suscitan. La violencia de Estado es una realidad, y
las desapariciones forzadas una de sus expresiones, la guerra sucia no ha
terminado, sigue vigente y se extiende con formas mucho más perversas, aunque
mantiene los elementos centrales que le permiten implantar la impunidad y el
miedo entre la sociedad. Es tal el grado de institucionalización de la
violencia, que la gente común incluso llega a expresar frases que avalan de
forma consciente o inconsciente su realización, es decir, se ha interiorizado
de tal forma con la ayuda de los medios de comunicación que criminalizan a todo
aquel que piense o actúe diferente, que se llega al grado de que en ocasiones la
sociedad es cómplice de uno de los más crueles crímenes contra la humanidad.
Desde luego, nada de ello exculpa al Estado de su perversidad, muy al
contrario, demuestra el grado deshumanizado que llegan a tener quienes ocupan y
ejercen el poder desde las esferas del gobierno.
VII
Criminalizar es una de las estrategias del
Estado, contra quienes se atreven a levantar la voz y exigir justicia. En
México, la criminalización es pan de todos los días, toda demanda social o
manifestación pública de inconformidad es rápidamente asociada con la
delincuencia, con el narcotráfico o cualquier otro tipo de crimen organizado.
El Estado utiliza en esta estrategia el servilismo de los medios masivos de
comunicación, que se prestan para difundir versiones distorsionadas de los
hechos, poniendo por delante el amarillismo, la mentira y los intereses
privados.
El Estado utiliza sus diferentes aparatos
represivos para mantener el orden, ya sea mediante su aparato judicial o con
sus brazos violentos como son la policía y el ejército. La criminalización
utiliza distintas estrategias como son; la judicialización de la protesta
social, la represión política abierta y la militarización. La protesta es un
derecho, no un delito, pero el Estado la concibe como un peligro para sus intereses
y por ello la criminaliza, la reprime o en su caso extermina a quienes
participan. Aun así, pese a las acciones en su contra, las movilizaciones no se
detienen y las voces no callan ante la injusticia. Los mismos pueblos
criminalizados tienen en la memoria una eficaz herramienta de lucha, por ello,
es necesario difundir lo acontecido y clamar justicia. Ayotzinapa es el reclamo
más humano que en nuestro país se realiza en estas fechas, la voz en alto no
clama justicia únicamente por los desaparecidos y asesinados, clama el fin de
la injusticia histórica y presente. Ayotzinapa es la esperanza de todo un país
que ofrendando a sus hijos construye su provenir.
VIII
En el Crimen de Estado sobre los normalistas de
Ayotzinapa, la impunidad se revela como única certeza, pues nada, absolutamente
nada, podrá devolver a las familias, amigos y compañeros los momentos perdidos,
la distancia y desde luego nada podrá reparar el dolor. Más allá de que se
conozca el destino de los 43 desaparecidos, la impunidad ha quedado sellada
como una ofensa más a nuestras libertades y a nuestra humanidad. Lo acontecido
el 26 y 27 de septiembre de 2014, es sin duda, un delito de lesa humanidad. Es la muestra de la descomposición social
y política del país y de sus estructuras de gobierno llenas de corrupción.
Sin embargo, y como gesto humano, Ayotzinapa
sigue siendo nuestra mayor esperanza. Esa esperanza que es todo y nada. Nada en
cuanto inmaterial y es todo en cuanto aliento. No hay movimiento alguno sin
aliento y por tanto sin esperanza. La esperanza ha contribuido con la historia,
tiene un carácter revolucionario alejado de la visión religiosa con la que se
le suele relacionar. Muy al contrario, esperanza es el nombre del puño álgido
que se levanta contra la opresión. Hoy después de un año, Ayotzinapa de pie y
con la vista de frente, levanta el puño como señal de que, a pesar de todo,
sigue siendo la esperanza lo que nos guía.
IX
La espera, la esperanza puesta en el regreso sigue
movilizándolos, de igual forma, en que la mentira y las falsas verdades del
poder van quedando gravadas con mayor profundidad. Se sabe de la mentira del
Estado, de sus falsas verdades, pero también se sabe de la desolación y el
desamparo que se quiere imponer para dar lugar a la desesperanza y el
ocultamiento de una página más de la historia patria.
X
Las efemérides de muerte no son casualidades, no
las hay en un mundo que se rige por la soberbia del poder, Ayotzinapa está más
cerca de Tlatelolco de lo que la geografía física podría decir; el calendario
de la muerte que cada año trazan los jerarcas de la desesperanza los hermana,
no hay casualidades, no las hay, se cumplen cuatro años de la desaparición de
los 43 normalistas, y en tan sólo unos días la masacre del 2 de octubre
cumplirá cincuenta, tantos días, tantas horas, tanto dolor, el silencio sigue
siendo el mismo, no se sabe lo que todos sabemos, se calla lo ya dicho, se
evita nombrar lo que con sangre a escrito su nombre, parecería que funciona,
dirán riendo que han vencido, que las pruebas se quemaron tan rápido como un
instante, mas lo que se talla en lo profundo del corazón no alcanza jamás
olvido, y es que nuestro corazón, late, cada día late más fuerte devolviéndonos
la esperanza.
El movimiento del 1968 generó un renacer social,
criticó cada una de las estructuras de aquella época, profundo reclamo de
cansancio y hastió, los roles de género, la política, la democracia, el
gobierno, el poder y mucho más fue cuestionado, los simientes de lo que se
creía sagrado fue sacudido por las pisadas certeras de la juventud que dijo
basta. Hoy vimos tiempos definitorios, de nuevo el grito que exclama sean
removidas las simientes surge desde lo profundo, desde abajo, donde habitamos
quienes damos forma a las sociedades. Ayotzinapa es un dolor fresco, Tlatelolco
es el reuma de un sistema podrido sostenido por sus lacayos que con sus manos
sostienen lo ya derruido. No hay casualidades, no las hay, hoy seguimos exigiendo
justicia y sumando voces para este mundo transformar. Hoy los estudiantes dan
la lucha nuevamente por una mejor nación.
Entre tanta muerte, entre tanto cinismo, hay luces
de esperanza, los padres de los normalistas ejemplifican la grandeza del amor y
la fortaleza de la conciencia que despierta en el “rojo amanecer”, Ayotzinapa
tiene en ellos su expresión de vida. En Tlatelolco aún se enmudecen muchos
nombres, los centenares de desaparecidos no llenan libretas ni sus rostros
conocemos, anónimas deudas, impunes sus verdugos se repiten cada año, cuarenta
y ocho años de un dolor inagotable y a pesar de todo, de tanta muerte:
¡seguimos cantando!
XI
Un entorno de
impunidad sirve de antesala al cumplimiento de un aniversario más del crimen de
Iguala en el Estado de Guerrero, los 43 siguen perdidos en la oscura noche que
ha desgarrado al país hasta en su última esencia, el dolor sigue siendo el
mismo, la humanidad frente a la sinrazón del poder, Ayotzinapa es la síntesis
de la rabia y el cinismo con que se escribe la historia nacional.
El sentimiento
general de la sociedad es referente del malestar que impera en toda la
geografía mexicana, desconcierto y temor, indignación y frustración.
Desesperanza que buscan los poderosos implantar en las mentes y los corazones
de la sociedad, la violencia y su monopolio estatal pretende acabar con toda
ilusión de establecer la justicia y un poco de razón en un país burlado al
grado descarado de que el llamado presidente olvida por error de imprenta
respetar las leyes, ¿qué podemos esperar frente a tanta impunidad?, ¿acaso hay
salida ante el desamparo social?, la frente en alto de los padres que buscan a
sus hijos desaparecidos es la respuesta más cabal que en los últimos años hemos
presenciado, nada está perdido mientras la fuerza de la utopía nos empuje a
seguir resistiendo.
El tiempo pasa, se
pierde en los calendarios del poder, entre telenovelas recicladas y alienantes
del sentido humano, pero abajo, ahí donde la mirada de quien dice mandar no
alcanza a llegar, donde aquellos que juegan con nuestras vidas llamándole
“desarrollo” no pueden por lo menos nombrar, ahí, ahí mismo y desde siempre, el
tiempo es otro y pasa, claro que pasa, sólo que su paso es diferente, si arriba
se olvida, abajo se recuerda, un recuerdo muy humano, muy propio de quienes el
dolor les asiste junto con la razón del reclamo, ahí donde habita la dignidad,
ahí la utopía es praxis y se materializa en la resistencia, el otro mundo
existe desde hace tanto en el palpitar humano de los puños siempre en alto.
Una luz de esperanza
para muchos se vislumbra en la posibilidad de que se establezca una Comisión
para la Verdad y la Justicia, falta aún camino por andar. La verdad y la
justicia llegaran cuando el pueblo organizado exija el fin del régimen de muerte
que nos oprime desde tanto tiempo atrás, solo el pueblo puede establecer la
justicia y la verdad definitivas.
XII
La impunidad se
viste de gala, le gusta cuando se cumple un aniversario más, se sabe o mejor
dicho se cree vencedora, la mesa ponen los cerdos y en ella asientan sus
gruesas billeteras vacías de humanidad, comen en platos comprados en tiendas
extranjeras pero elaborados por las manos humildes del trabajador virtuoso,
comen, se atragantan, chorrean sangre que limpian con los finos manteles
tejidos en las maquiladoras sobre-explotadoras, tal y como dijera aquel viejo
alemán de blanca barba, el sistema funciona, no hay estado fallido, no hay
estado de excepción, hay un Estado que funciona como fue concebido, para y por
los intereses del dinero, del orgullo falso vestido a la moda y al servicio de
quien gobierna.
Pasan los años y las
calles se cubren de la rabia, del dolor digno, de la resistencia que con voz
rebelde nuevamente clama por justicia y pide se resuelva un caso de barbarie.
Al tiempo de los poderosos que promete olvido se le antepone la memoria
colectiva, la memoria que nos mantiene vivos y llenos de esperanza, arriba se
espera que Ayotzinapa sea un recuerdo, una efeméride más entre tantas
tragedias, quieren burlarse por siempre y reír cada 26 de septiembre señalando
a quien se sume al reclamo, criminalizan la vida, exaltan la muerte, se olvidan
que de la ceniza el fénix hace más fuertes sus alas, el fuego de la memoria
transformará esta realidad convirtiéndola en otro mundo, uno mucho mejor donde
habrán de caber todos los mundos.
Democracia le llaman
a un sistema que impone mientras pisa, huellas de las botas militares se
rastrean en la noche de Iguala, silencios oficiales, verdades falsas, falsos
quienes apoyan la ignominia, aquellos que en la prensa o en la televisión dicen
la mentira del poder y la repiten para que poco a poco sea creída por la sociedad,
falsa democracia con olor a droga, a terrorismo, a pólvora e impunidad, sistema
de papel con dientes de sable, democracia con cara oculta, oscura y siniestra
es su verdadera naturaleza, la luz de los pueblo dará lugar al gobierno de la
razón.
Ayotzinapa vive,
resiste, nos alienta, nos enseña, es ejemplo de dignidad y persistencia, el
llanto continuo de los padres es fuerza para los espíritus desgastados.
Ayotzinapa es utopía realizable, es la verdad más fuerte de nuestras voces
gritan. Ayotzinapa es humanidad, es amor, es sentimiento, es el canto de
ilusión que desde nuestras almas brinda el coraje para insistir frente a tanta
impunidad, barbarie e inhumanidad. ¡AYOTZINAPA VIVE Y RESISTE!
Integrante del Colectivo Disyuntivas
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