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sábado, 24 de noviembre de 2018

Paz y seguridad para México

El gobierno entrante no está militarizando de nueva cuenta el tema de la seguridad pública. La creación de la Guardia Nacional está pensada precisamente para sacar al ejército del combate a la delincuencia. Pero este retiro tiene que ser paulatino para no crear un vacío que sumiría al país en un caos delincuencial.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México

El 14 de noviembre de 2018, Andrés Manuel López Obrador, Presidente electo de México, presentó su Plan de Paz y seguridad para México. Era una medida esperada porque el   narcotráfico, el crimen organizado y la violencia delincuencial son problema neurálgico para el país. Baste recordar que entre diciembre de 2011 y diciembre de 2017,  235 mil personas fueron ejecutadas extrajudicialmente o asesinadas y en los últimos cinco años  37 mil han sido desaparecidas. Desde que Felipe Calderón inició la llamada guerra contra el narcotráfico, el país se ensangrentó y su territorio se  llenó de fosas clandestinas. Y ese luto humano no ha servido de nada, pues los distintos carteles se han reconfigurado (ha surgido como nuevo poder el Cártel Jalisco Nueva Generación) o no han disminuido su poder (como lo demuestra el Cartel de Sinaloa).

Este es el contexto en el cual el gobierno entrante ha presentado un plan de paz y seguridad que rompe con la estrategia que ensayaron los dos gobiernos anteriores. Un elemento sustancial de este plan es la creación de la Guardia Nacional, la cual se integrará con elementos provenientes de la policía militar, la policía naval y con el reclutamiento de 50 mil jóvenes. Se prevé que tal Guardia Nacional sustituirá paulatinamente a las Fuerzas Armadas en las labores de seguridad pública, puesto que es concepción de López Obrador y su gobierno el que dichas Fuerzas Armadas deben ser retiradas de funciones para las cuales no han sido entrenadas y constitucionalmente no les corresponden. La oposición de derecha y también algunas organizaciones de derechos humanos, han clamado que la constitución de la Guardia Nacional es darle continuidad a la militarización de la seguridad pública. Resulta sorprendente que legisladores del PAN y PRI pongan el grito en el cielo cuando en los últimos doce años avalaron la presencia del ejército en campos y calles y alabaron la solución militar al problema del narcotráfico y la violencia delincuencial.

El gobierno entrante no está militarizando de nueva cuenta el tema de la seguridad pública. La creación de la Guardia Nacional está pensada precisamente para sacar al ejército del combate a la delincuencia. Pero este retiro tiene que ser paulatino para no crear un vacío que sumiría al país en un caos delincuencial. Tal como lo expresa su Plan de Paz y Seguridad, la concepción que la sustenta es una visión integral que se aleja de aquella que se ha sustentado en el autoritarismo y la fuerza. Dicha visión contempla la erradicación de la corrupción; la solución a los problemas sociales del desempleo, la pobreza, las carencias educativas y de salud; el respeto y promoción de los derechos humanos; la regeneración ética de la sociedad; la reformulación del combate a las drogas (legalización de la mariguana y amapola); la lucha por la reinserción social de un segmento de los delincuentes; recuperación y dignificación de las cárceles y la coordinación nacional, estatal y regional del combate  la delincuencia.

Acaso todo esto no sea lo mejor, pero es el menor de los inconvenientes.

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