Véannos
bien, ahora que nos ven llegando a sus fronteras, saltando los muros que
ingenuamente creen que podrán detenernos: somos los que Elliott Abrams,
emisario consentido de Míster Reagan, consideró peligro eminente para la Pax
Americana, e hizo todo lo posible por eliminar in situ, utilizando
descuartizadores profesionales a los que pagó con plata contante y sonante
traída desde el Lejano Oriente, tal era el apremio que sentía.
Rafael Cuevas Molina / Presidente
AUNA-Costa Rica
Somos
nosotros, a los que Míster President también ha llamado “países de mierda”; los
más asolados por el cambio climático en América Latina; los que fuimos devastados
por la guerra durante toda la segunda mitad del siglo XX; los desarraigados
cuyos hijos crecieron en los suburbios de Los Ángeles y se convirtieron en las
temibles maras; los famélicos contra los que clama el rubio teñido que
gobierna el Norte llamándonos asesinos.
Somos
nosotros, los meros meros, quienes los españoles, indignados con el presidente
de México, piensan que deberíamos estar postrados de hinojos agradeciéndoles que nos salvaran de perdurar
en la barbarie. Los que ahora escribimos en español y debemos sentirnos
bendecidos de no seguir comunicándonos en trabalenguas fragmentados que nos
tendrían, según dice Vargas Llosa, en un maremágnum de incomprensiones que nos mantendrían
más atrás de lo atrás que ya estamos.
Eso
somos nosotros, ese montón de paisitos -o reinos, tribus nómadas o sedentarias,
quién sabe- al sur del Río Bravo, en donde pululan millones de cabecitas negras
que, envidiosos, no piensan sino en cómo hacerle mal a los ojiazules que
esparcen libertad y democracia por el mundo. Los feos, los de pelos hirsutos,
los enclenques y trompudos sempiternamente gritones; comedores de elotes,
chupadores de helados de hielo ensartados en palitos; amantes de lo picante, de
grasientas sopas de gallina; del peludo cuero del cerdo refrito en mantecas
burbujeantes en recipientes oxidados.
Somos
los que ya no aguantamos la gavilla de bandidos que nos esquilman ahora como
hace cien años, como hace doscientos, o trescientos, ya perdimos la cuenta. A
los que nos hemos enfrentado varias veces con las uñas, con lo poco que
teníamos a mano, en Las Segovias, en el Río San Juan, en la Sierra de las
Minas, en el volcán Guazapa, en Monimbó o en Managua, mientras éramos
ametrallados, bombardeados y fumigados con las ayudas que enviaban los que
ahora dicen no saber siquiera en dónde estamos o cómo nos llamamos.
Véannos
bien, ahora que nos ven llegando a sus fronteras, saltando los muros que
ingenuamente creen que podrán detenernos: somos los que Elliott Abrams,
emisario consentido de Míster Reagan, consideró peligro eminente para la Pax
Americana, e hizo todo lo posible por eliminar in situ, utilizando
descuartizadores profesionales a los que pagó con plata contante y sonante
traída desde el Lejano Oriente, tal era el apremio que sentía.
Eso
somos nosotros, los países mexicanos, los paisitos de mierda, los engendradores
de asesinos, los a duras penas medio civilizados, los desagradecidos por las
gestas que en pro de nosotros hicieron los enviados de sus majestades (¿he de
ponerlo con mayúsculas?) los catoliquísimos reyes de España.
¿Qué
hacer con nosotros, dónde pueden ponernos para que no molestemos, para que
dejemos de crear problemas a los buenos ciudadanos que no pueden perder el
tiempo pensando cómo nos llamamos?
Tal
vez estas preguntas no deberíamos hacérnoslas, podría ser que se nos ocurriera
respondernos y tomar el destino otra vez en nuestras manos, y entonces sí que
se armaría la de San Quintín; y qué haría el pobrecito señor Almagro con su OEA
a cuestas, tratando otra vez de alinearnos, de devolvernos a esa neblina en la
que no se puede distinguir si somos mexicanos, o puertorriqueños, o quién sabe
qué cosa ubicada ahí, por el Canal de Panamá; y Fox News debiendo contratar
geógrafos y especialistas de toda laya para saber en dónde está el puerto que
están minando los bravos enviados del imperio (“San Juan del Sur, ¿en dónde
está ese lugar recóndito?”), en dónde las faldas del volcán en donde se dice
que resisten a los pupilos de la Escuela de las Américas.
¡Qué
problema con estos paisitos mexicanos!
Excelente reflexión, nos hace pensar en lo enfurecido que ese millonario debe estar al encontrar un muro más sólido en su frontera sur. Lamentablemente esa arrogancia y desdén hacia la América multicultural, de habla "NO-inglesa", es un sentimiento compartido por millones de ciudadanos de países occidentales (entre los que sobresalen USA y Canadá). Una ola de extremismo, llamado también nacionalismo o populismo de derecha. Un resurgir de odios que pretende vencer desde la división, sembrada con éxito en nuestras tierras a través de la desinformación mediática fruto de la desigualdad imperante por siglos. Nuestro único recurso es la Educación, el regreso a nuestras raíces, la valorización de nuestras culturas nativas con sus lenguas y costumbres. Sólo a partir de allí, los jóvenes que nutren las caravanas migrantes podrán encontrar el verdadero "sueño americano" que trasciende a los dólares por limpiar casas y baños, para volverse a la defensa de sus terruños y proyectos propios. Saludos
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