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sábado, 5 de octubre de 2019

Argentina: Fabricando pobres

Desde la dictadura en adelante, cada época de recorte y ajustes, dejó una tendalada de gente a la intemperie, mal nutrida, condenada al eterno desempleo. No porque les guste, disfruten vivir de changas y jamás tener trabajo en blanco, con los debidos aportes provisionales.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Vivimos tiempos absurdos, obscenos. Tiempos en que los jóvenes intentan salvar el mundo mientras los mayores dan la espalda. Como cuando Greta Thunder denunció ante la ONU la emergencia climática y Donald Trump miraba al costado o directamente la tomaba en broma.

Episodio ampliamente difundido en un mundo tan sorprendido, como podría hacerlo frente a lo que ocurre en este país austral llamado Argentina. Tan absurdo y obsceno como el ejemplo anterior: produce alimentos para 400 millones de personas y sólo tiene unos 45 millones, 40% de los cuales, son pobres. De esos pobres, dos de cada tres son niños. ¿Cómo es posible? Niños mal nutridos, sin las calorías necesarias para crecer sanos y poder concurrir exitosamente a la escuela.

La responsabilidad es colectiva, pero mucho mayor de los que conducen, porque tienen en sus manos los recursos necesarios para mitigar el hambre. Saben que el futuro de ese adulto desnutrido y deficientemente educado, será una carga al sistema de seguridad social, para la sociedad en general.

Claro, esto no encaja con el mensaje meritocrático del neoliberalismo. Neoliberalismo que, desde su nacimiento ha sido una malvada fábrica de pobres.

Desde la dictadura en adelante, cada época de recorte y ajustes, dejó una tendalada de gente a la intemperie, mal nutrida, condenada al eterno desempleo. No porque les guste, disfruten vivir de changas y jamás tener trabajo en blanco, con los debidos aportes previsionales.

Los chicos ricos actuales toman esas viejas nuevas medidas para bajar el costo laboral, algo que desde Martínez de Hoz es regla. Mientras sus padres engordaban con la obra pública, otros padecían un calvario.

Cuando con el Mundial ’78 como telón de fondo se secuestraba, torturaba y mataba gente y a otros miles se los condenaba a ser pobres estructurales. Termino relativo, dirigido a definir personas que carecen de toda estructura, desde su débil esqueleto hasta el techo de chapas que los protege a modo de morada.

A partir de entonces la fábrica de pobres estuvo a pleno, con algunas excepciones ya conocidas. Aquellos jóvenes que nunca tuvieron trabajo estable, hoy son abuelos y bisabuelos de otros jóvenes criados bajo ese horrendo ejemplo.

El mismo discurso repugnante, repulsivo y odioso dice Miguel Ángel Pichetto en campaña: “hay que quemar las villas y terminar con todo”. La ministra Bullrich que manda a las fuerzas policiales a exigir documento en los trenes por portación de rostro; un lugar donde se desplazan diariamente más de un millón de trabajadores es romper los esquemas, por no decir otra cosa. Esto sin dejar de lado las expresiones anodinas e infames del presidente Macri o la gobernadora Vidal que creen que el hambre se satisface con asfalto. Sin tomar tampoco en serio a la delirante diputada Carrió que incita a la cúpula de Juntos por el Cambio a que salgan a decir el 27 de octubre después de las 18 horas: ¡Ganamos! aunque sea mentira. Incluso amenazando a Rodriguez Larreta, actual Jefe de la CABA, “es la última vez que te lo digo Horacito, si no te cago a patadas”.

Demasiada estupidez junta resulta harto descarada, vergonzante para los millones de niños y jóvenes que esperan al menos la comida de cada día. Porque… no pidamos de estos chicos malcriados mayores gobernantes, que derrochan ocio y poder, alguna actitud responsable o racional.

Todos ellos, siempre invitados a delirar sus proezas a la mesaza de Mirtha Legrand, la nonagenaria diva que marca tendencia “macrista” en la coqueta city porteña. Entre cuyos devotos seguidores están las señoras que se manifiestan a favor del presidente y se entusiasman contando a los noteros que “alguna vez han visto un pobre y lo han tocado”. Confesión vergonzosa y perversa, proviniendo de gente que peina canas y seguramente, disfruta de nietos bien comidos.

La burbuja perversa de los medios hegemónicos pasan del lío de la vedette o bailarina de moda, a las idas y venidas del River y Boca, los desplantes de los barra brava que se ríen de los controles y las autoridades, como una manera de sobornar la cruda realidad de millones, donde la miseria de las calles, los niños flacos, panzones y con mocos colgando, no son los bellos chicos ojos azules que se ven en la publicidad de pañales descartables.

Del mismo modo los noticieros televisivos ignoran los guarismos, cada vez más alarmantes del Observatorio de la Deuda Social de la UCA o los del propio INDEC, cuyos datos son desestimados porque no arriman votantes.

Ni ética ni moral ensayan en sus reuniones, mucho menos aparecen en las lluvias de ideas, cuando en los spots publicitarios lucen exultantes, se mienten y engañan diciendo que son parte de la solución y no del problema.  

Cuando a partir del 2015, inventaron una crisis por “la pesada herencia”, se endeudaron con el Fondo, se llenaron de dinero con la especulación financiera y, finalmente, el pueblo pagará la consecuencia de todos sus desmanes.

En esta nueva embestida macriliberal hubo regresiones a la caverna. Una ampliamente difundida y sin respuesta: la expulsión masiva de trabajadores y empresas quebradas. Otra, el desmantelamiento del Estado de Bienestar y avasallamiento de sus beneficios. Daños colaterales, por las consecuencias impuestas por la dolarización de los servicios: la gente de las villas del conurbano, cuando subió el gas natural no pagó las facturas y les retiraron el servicio. Luego usaron garrafas de gas envasado y, cuando éstas subieron de precio y se hizo imposible reponerlas, directamente se pasó a usar leña, como hace décadas. La fábrica de pobres a full.

Los eficientes empresarios que se hicieron cargo de la Secretaría de Servicios, saben del impacto social de sus medidas, conocen acaso de la involución de los índices de desarrollo humano.

Qué relato de la pobreza pueden tener estas personas de carne y hueso que llenan cifras, cuadros estadísticos, que tienen nombre y apellido (los que alcanzaron a ser documentados, mientras otros siguen siendo NN como los desaparecidos), que se sabe dónde se localizan, condenadas a tal degradación, eufemismo de carnicería social, el mismo que tendría un condenado sin derecho a réplica. Y como condenado sabe que no tiene esperar respuesta, al menos, en estos tiempos absurdos, obscenos. 

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