Hoy, al menos desde al
arco diverso de fuerzas sociales y políticas de la izquierda, no tenemos
claridad sobre el horizonte utópico que iluminará las luchas y búsquedas de los
próximos años. Y en ese vacío, la derecha instala sus consignas e intereses
para que todo siga la corriente de la inercia del capitalismo depredador.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
Proclama de la independencia en 1821. |
Hace un siglo, en la
víspera de las celebraciones del primer centenario de la independencia de las
provincias de la antigua Capitanía General de Guatemala del Reino de España
(1821), Centroamérica vivió un clima cultural y político inédito en el que la
ebullición del pensamiento crítico y la articulación de redes intelectuales que
se extendieron por nuestros países –gracias a la prensa escrita y el incipiente
desarrollo de espacios de sociabilidad de alcance regional-, crearon las
condiciones para el renacimiento de la utopía unionista.
Este auge del unionismo
fue una respuesta original de la intelectualidad centroamericana a dos
fenómenos que, por entonces, introducían transformaciones sociales, políticas,
económicas y culturales, que llegaron a condicionar el devenir del istmo en las
siguientes tres a cuatro décadas: nos referimos, por un lado, a la crisis del
Estado liberal-oligárquico y la consecuente represión de los movimientos
obreros y sociales emergentes por aquellos años (donde podemos identificar, sin
duda, las raíces de muchos de nuestros problemas estructurales de desigualdad,
de participación política limitada y de convivencia democrática cercenada); y
por el otro, al ascenso imperialista de los Estados Unidos y su proyección
inmediata en la región, mediante una política sistemática de intervención en
los asuntos internos de los países centroamericanos, que tuvo en la invasión a
Nicaragua entre 1926 y 1933 (con el consecuente alzamiento de Augusto César
Sandino), o en el golpe de Estado contra Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954,
dos expresiones paradigmáticas del talante de las relaciones de dominación que
impuso la potencia del norte.
La revisión de las
publicaciones de la época, tanto de periódicos como de revistas culturales, da
cuenta de la intensidad del debate unionista, en sus diferentes vertientes y
registros, y la persistencia de aquellas figuras que, en el contexto del
centenario de la independencia y frente al paso arrollador del imperialismo, promovían
las tesis de la unidad como alternativa de preservación de la soberanía y de la
vida misma de nuestros pueblos, evocando para ello la experiencia de la
Federación Centroamericana que encabezó Francisco Morazán entre 1824 y 1838, y con
una clara influencia en sus escritos de las ideas del venezolano Simón Bolívar
y del cubano José Martí.
En la emblemática
revista Repertorio Americano, por
ejemplo, editada en San José de Costa Rica por Joaquín García Monge, es posible
rastrear la presencia del pensamiento unionista durante más de dos décadas,
desde principios de los años veinte y hasta casi el final de la Segunda Guerra
Mundial. Figuras de la talla del nicaragüense Salvador Mendieta, del
salvadoreño Alberto Masferrer, de los guatemaltecos Carlos Wyld Ospina y Rafael
Arévalo Martínez, o de los hondureños Froilán Turcios y Rafael Heliodoro Valle,
plasmaron en las páginas del Repertorio
su visión de la unidad posible y necesaria de Centroamérica, con propuestas tan
audaces y de avanzada como el Proyecto de
Constitución para la Unión Vitalista Hispano-Americana de Masferrer (1932),
que evidencian el compromiso político asumieron en un delicado y complejo
período de nuestra historia. En 1944, el hondureño Valle expresaría así su
convicción sobre el futuro de la región: “Centroamérica tiene todo lo que
necesita para resurgir un día como unidad política y económica. Sus cinco
países no niegan el común origen y la común tragedia; está viva la realidad
geográfica (...), y en ese panorama laten las riquezas naturales que son
envidia del mundo; brillan mentes claras, hay sensibilidades finas para el arte
y cerebros puros para la ciencia; hay materiales numerosos para construir una
gran patria, en el centro prodigioso de nuestro hemisferio”[1].
Ese vigor y sentido de
urgencia en la praxis intelectual se echa de menos en nuestros días, en vísperas
del bicentenario de la independencia, cuando Centroamérica se encuentra a la
deriva, en medio de la tormenta de una nueva crisis de múltiples dimensiones: (geo)política,
económica, ambiental y cultural en sentido amplio, que poco a poco desangra a
nuestras sociedades y las sume en la desesperanza. Hoy, al menos desde al arco
diverso de fuerzas sociales y políticas de la izquierda, no tenemos claridad sobre
el horizonte utópico que iluminará las luchas y búsquedas de los próximos años.
Y en ese vacío, la derecha instala sus consignas e intereses para que todo siga
la corriente de la inercia del capitalismo depredador.
El bicentenario nos
interpela a todas y todos, centroamericanos y centroamericanas del siglo XXI.
Responder a la altura de su exigencia histórica, en medio de la encrucijada de
ser o dejar de ser una región que aspira a realizar un destino común, es el
desafío que se abre ante nuestra generación. ¿Seremos capaces de responder a
ello?
La frase "a la deriva" describe muy bien los diversos rumbos que siguen los países del Istmo, más desunidos que nunca, viéndose al ombligo sin levantar la vista por la espesura de un bosque de problemas que ahora se presentan imposibles de enfrentar debido, precisamente, a ese sentimiento de desunión. Si realmente hay ideas fuertes y convencidas de izquierda en la Patria Grande es la hora de hacerlas sonar para todos. Las nuevas tecnologías a pesar de servir a grandes intereses, también pueden ponerse al servicio de los más vulnerables, se deben tender Redes entre aquellos que abrazamos ideales similares, saltar obstáculos y prejuicios que ya antes han contribuido a la desunión.
ResponderEliminarTener siempre presente la máxima de El Gaucho Martín Fierro: "Los hermanos sean unidos porqué esa es la Ley primera,
tengan unión verdadera, en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de ajuera".