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sábado, 1 de febrero de 2020

José Martí antiimperialista

La conversión de Estados Unidos en una potencia imperialista impactó a José Martí (1853-1895), quien devino desde muy temprano en sólido pensador y estratega revolucionario. La conciencia antiimperialista martiana comenzó a dibujarse desde su juventud, cuando fue obligado a radicarse en España (1871-1874) por su apoyo a la independencia de Cuba, que era junto con Puerto Rico las últimas colonias españolas en América.

Sergio Guerra Vilaboy / www.informefracto.com

Desde fines del siglo XIX se vertebró un nuevo contexto histórico internacional caracterizado por la lucha de las grandes potencias imperialistas por la posesión de las fuentes de materias primas y los mercados, así como por un nuevo reparto del mundo. Los países latinoamericanos se convirtieron en el área natural de dominación del emergente imperialismo norteamericano, región sobre la que venía ejerciendo sus aspiraciones y aventuras expansionistas desde su emancipación en 1783.

Los políticos de Estados Unidos consideraban que, tras la Guerra de Secesión (1861-1865), una tercera etapa del “destino manifiesto” estaba en marcha: la primera había sido la extensión de la frontera al Mississippi y la segunda el arrebato territorial a México. La nueva manifestación de esa vocación avasalladora, para la que se consideraban predestinados, era la emergencia del imperialismo norteamericano, que delineaba una violenta ofensiva expansionista sobre sus vecinos del sur, combinando los viejos métodos colonialistas con las más modernas formas de penetración del capital monopolista.

La conversión de Estados Unidos en una potencia imperialista impactó a José Martí (1853-1895), quien devino desde muy temprano en sólido pensador y estratega revolucionario. La conciencia antiimperialista martiana comenzó a dibujarse desde su juventud, cuando fue obligado a radicarse en España (1871-1874) por su apoyo a la independencia de Cuba, que era junto con Puerto Rico las últimas colonias españolas en América.

En sus apuntes de aquellos años están sus primeras críticas al modo de vida norteamericano. Después, el conocimiento de la realidad y los problemas latinoamericanos, que constató en México desde 1875, así como en Guatemala (1877) y Venezuela (1881), le permitieron diferenciar a Estados Unidos de la América Latina y el Caribe, a la que llamó nuestra América. El contraste entre la situación latinoamericana y la de Estados Unidos contribuyó a su formación antimperialista.

Cuando en 1880 Martí llegó por primera vez al territorio estadounidense ya había aguzado su pensamiento político crítico. Ello se advierte en la serie de tres artículos publicados ese mismo año con el título de Impresiones sobre Estados Unidos de América, enfilados contra el exacerbado mercantilismo que descubre en la sociedad norteamericana, y continuados después en los editados por el periódico La América.

Desde entonces, y durante casi diez años, Martí escribió más de trescientas crónicas para desmitificar la imagen de los Estados Unidos y resaltar los peligros que representaba para nuestra América. En muchos de estos textos, que propuso reunir como Escenas norteamericanas, Martí explica que los Estados Unidos no eran un paradigma de nación. Además, menospreciaban a los países latinoamericanos a los que sólo interesaban como zona para su expansión territorial, comercial y económica.

Particular atención dedicó Martí a la labor de James G. Blaine, quien desde el ascenso republicano al poder en 1888 había sino nombrado Secretario de Estado. Blaine diseñó una agresiva política, que más tarde se conocería como “panamericana”, encaminada a facilitar la penetración del capital y las manufacturas norteamericanas en América Latina y desplazar la entonces preponderante influencia inglesa.

Con ese fin, Blaine logró organizar en Washington, hace ahora 130 años (1899-1990), la primera Conferencia de las Naciones Americanas, antecesora de la actual Organización de Estados Americanos (OEA). Martí, preocupado por sus posibles implicaciones negativas para los pueblos latinoamericanos, siguió de cerca esta reunión internacional y en sus crónicas para el diario La Nación de Buenos Aires desenmascaró las verdaderas motivaciones de Estados Unidos. Con un fragmento de uno de esos lúcidos artículos martianos, que mantiene hoy plena vigencia, cierro esta nota de Madre América, en homenaje a otrol aniversario del natalicio del Apóstol de la independencia de Cuba: “Jamás hubo en América, de la independencia a acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.”

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