La conversión de Estados Unidos en una potencia
imperialista impactó a José Martí (1853-1895), quien devino desde muy temprano
en sólido pensador y estratega revolucionario. La conciencia antiimperialista
martiana comenzó a dibujarse desde su juventud, cuando fue obligado a radicarse
en España (1871-1874) por su apoyo a la independencia de Cuba, que era junto
con Puerto Rico las últimas colonias españolas en América.
Sergio Guerra Vilaboy / www.informefracto.com
Desde fines del siglo XIX se vertebró un nuevo
contexto histórico internacional caracterizado por la lucha de las grandes
potencias imperialistas por la posesión de las fuentes de materias primas y los
mercados, así como por un nuevo reparto del mundo. Los países latinoamericanos
se convirtieron en el área natural de dominación del emergente imperialismo
norteamericano, región sobre la que venía ejerciendo sus aspiraciones y
aventuras expansionistas desde su emancipación en 1783.
Los políticos de Estados Unidos consideraban que,
tras la Guerra de Secesión (1861-1865), una tercera etapa del “destino
manifiesto” estaba en marcha: la primera había sido la extensión de la frontera
al Mississippi y la segunda el arrebato territorial a México. La nueva
manifestación de esa vocación avasalladora, para la que se consideraban
predestinados, era la emergencia del imperialismo norteamericano, que delineaba
una violenta ofensiva expansionista sobre sus vecinos del sur, combinando los
viejos métodos colonialistas con las más modernas formas de penetración del
capital monopolista.
La conversión de Estados Unidos en una potencia
imperialista impactó a José Martí (1853-1895), quien devino desde muy temprano
en sólido pensador y estratega revolucionario. La conciencia antiimperialista
martiana comenzó a dibujarse desde su juventud, cuando fue obligado a radicarse
en España (1871-1874) por su apoyo a la independencia de Cuba, que era junto
con Puerto Rico las últimas colonias españolas en América.
En sus apuntes de aquellos años están sus primeras
críticas al modo de vida norteamericano. Después, el conocimiento de la
realidad y los problemas latinoamericanos, que constató en México desde 1875,
así como en Guatemala (1877) y Venezuela (1881), le permitieron diferenciar a
Estados Unidos de la América Latina y el Caribe, a la que llamó nuestra
América. El contraste entre la situación latinoamericana y la de Estados Unidos
contribuyó a su formación antimperialista.
Cuando en 1880 Martí llegó por primera vez al
territorio estadounidense ya había aguzado su pensamiento político crítico.
Ello se advierte en la serie de tres artículos publicados ese mismo año con el
título de Impresiones sobre Estados Unidos de América, enfilados contra
el exacerbado mercantilismo que descubre en la sociedad norteamericana, y continuados
después en los editados por el periódico La América.
Desde entonces, y durante casi diez años, Martí
escribió más de trescientas crónicas para desmitificar la imagen de los Estados
Unidos y resaltar los peligros que representaba para nuestra América. En muchos
de estos textos, que propuso reunir como Escenas norteamericanas, Martí
explica que los Estados Unidos no eran un paradigma de nación. Además,
menospreciaban a los países latinoamericanos a los que sólo interesaban como
zona para su expansión territorial, comercial y económica.
Particular atención dedicó Martí a la labor de
James G. Blaine, quien desde el ascenso republicano al poder en 1888 había sino
nombrado Secretario de Estado. Blaine diseñó una agresiva política, que más
tarde se conocería como “panamericana”, encaminada a facilitar la penetración
del capital y las manufacturas norteamericanas en América Latina y desplazar la
entonces preponderante influencia inglesa.
Con ese fin, Blaine logró organizar en Washington,
hace ahora 130 años (1899-1990), la primera Conferencia de las Naciones
Americanas, antecesora de la actual Organización de Estados Americanos (OEA).
Martí, preocupado por sus posibles implicaciones negativas para los pueblos
latinoamericanos, siguió de cerca esta reunión internacional y en sus crónicas
para el diario La Nación de Buenos Aires desenmascaró las verdaderas
motivaciones de Estados Unidos. Con un fragmento de uno de esos lúcidos
artículos martianos, que mantiene hoy plena vigencia, cierro esta nota de Madre
América, en homenaje a otrol aniversario del natalicio del Apóstol de la
independencia de Cuba: “Jamás hubo en América, de la independencia a acá,
asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen
más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos
de productos invendibles, y determinados a extender sus dominios en América
hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas por el comercio libre y
útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar
tratos con el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América
española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas
y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la
América española la hora de declarar su segunda independencia.”
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