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sábado, 29 de octubre de 2022

Al borde de la guerra mundial

 Ante el riesgo de que la guerra en Ucrania desate una confrontación atómica entre las potencias involucradas, América Latina es la región que mejor puede abogar por la paz internacional, sin caer bajo definiciones geoestratégicas ajenas a sus realidades e intereses.

Juan J. Paz-y-Miño Cepeda / www.historiaypresente.com

Después de la II Guerra Mundial (1939-1945) hemos vivido dos momentos de tensiones al borde de una guerra atómica. El primero, en octubre de 1962. El día 16, John F. Kennedy, presidente de los EEUU, fue informado que la CIA tenía evidencias captadas por los aviones espías U-2, que en Cuba se construían bases de lanzamiento de misiles, instaladas por la URSS. Confirmado el asunto, se inició un “cerco naval” sobre la isla para impedir cualquier ingreso de la flota soviética, que se dirigía a la isla con armas y equipos. Además, se denunció la situación en la OEA para conocimiento de los países del continente, a cuyos gobiernos se convenció que los misiles igualmente podrían alcanzar los territorios nacionales. En plena Guerra Fría, los EEUU se prepararon para lo que lucía como una inminente guerra atómica, que también la URSS asumió como posible. 

 

Por los testimonios que han quedado, se sabe que J.F. Kennedy estuvo presionado para lanzar el ataque a las bases instaladas en Cuba e invadirla, felizmente resistiéndose a hacerlo hasta el último momento. Nikita Kruschev en la URSS permaneció inalterable, sin detener el avance soviético, pero igualmente expectante sobre las reacciones norteamericanas. Después de 13 días de tensiones mundiales, los dos jefes de Estado llegaron a un acuerdo: la URSS desmantelaría las bases, a cambio de que EEUU no invadiría Cuba. En acuerdo secreto los EEUU también retirarían los misiles instalados en Turquía. La humanidad estaba salvada.

 

En plena crisis, Fidel Castro llegó a proponer que Kruschev debía lanzar el ataque atómico contra EEUU si Cuba era invadida y evidentemente destruida. También subrayó que el acuerdo EEUU-URSS se hizo sin la participación cubana. Pero, años más tarde, reconoció que se había logrado evitar una guerra de proporciones insospechadas para la humanidad. De todos modos, el fin de la Crisis de Octubre, tuvo doble repercusión en América Latina: de una parte, Cuba fue aislada y el bloqueo (embargo) contra la isla se reforzó, provocando que el gobierno revolucionario afirmara su vía socialista y mayores vínculos con la URSS; pero, de otra parte, la Guerra Fría penetró con más fuerza en toda la región. Las acciones de la CIA se multiplicaron para desestabilizar y derrocar gobiernos que no se alinearan con las estrategias de los EEUU; igualmente se aseguró la penetración ideológica y técnica en las fuerzas armadas para el combate a las “guerrillas” que, ciertamente, habían estallado o se iniciaban en diversos países y, además, para perseguir a todo lo que significaba el “comunismo”, entendido como amenaza fundamental para el continente.

 

El nivel de deshumanización que produjo el irracional anticomunismo/anticastrismo cultivado desde esta época, se experimentó durante la década de 1970 con la instauración de dictaduras militares en el Cono Sur, que guiadas por los conceptos de la seguridad nacional y la “guerra interna”, violaron derechos humanos, con desapariciones, torturas, asesinatos y persecuciones, nunca antes vistos en la historia latinoamericana y solo comparables con lo que hicieran los nazis durante la II Guerra. Inevitablemente, los militares asumieron ser los llamados a librar a la sociedad de la “subversión” y el “comunismo”, definiendo las contradicciones de la vida política latinoamericana exclusivamente a favor de la situación e intereses de las elites dominantes. Y, a través del Plan Cóndor, pretendieron una internacional militarista que se atribuía una misión salvadora para la sociedad.


A inicios de la década de 1960, Ecuador era uno de los países más atrasados y “subdesarrollados” de América Latina, de tal modo que gracias al desarrollismo de esa década y sobre todo de los 70, logró su definitivo camino capitalista, que incluyó alguna industrialización. La Revolución Cubana (1959) fue impactante y dividió a la sociedad. Pero el anticomunismo fue refinadamente inculcado por múltiples vías. De hecho, el presidente José María Velasco Ibarra (1960-1961) era admirador del proceso cubano y no quiso romper con la isla. Fue derrocado. El sucesor, Carlos Julio Arosemena Monroy (1961-1963), quien tampoco quiso romper con Cuba, fue obligado a hacerlo luego de un cuartelazo militar; pero meses después fue depuesto por un golpe de Estado que instaló una Junta Militar nacida de las acciones de la CIA, que ejecutó la persecución al “comunismo”, aunque nunca llegó al nivel de lo que ocurriría, por ejemplo, en Chile o Argentina en los 70. Paradójicamente esa Junta ejecutó el programa desarrollista ligado a la Alianza para el Progreso, que la atrasada oligarquía y burguesía ecuatoriana tildó de “comunista”.


El otro momento de tensión ha ocurrido en 2022, a consecuencia de la guerra que se vive en Ucrania, a raíz de la “operación militar especial” de Rusia, iniciada en febrero. Las raíces históricas de este conflicto tienen distintos alcances si se quiere acudir al pasado remoto, pero en la actualidad tiene que ver tanto con el agresivo avance de la OTAN hacia el Este desde 2014, como con las reacciones y geoestrategias de Rusia, e incluso la conformación de un mundo nuevo en el cual la tradicional hegemonía unipolar de los EEUU pierde terreno histórico ante el avance de la multipolaridad, en la que directamente también se involucra la República Popular China, como la mayor potencia en ascenso.


En esta ocasión, el conflicto geoestratégico, bien por la hegemonía unilateral o por la multipolaridad entre las grandes potencias, es lejano a los intereses de América Latina. Sin embargo, la región trata de ser arrastrada a un solo comportamiento de tipo monroísta, para alinearse a los intereses de los EEUU y la OTAN (
https://bit.ly/3F5fjCK). A diferencia del pasado, la América Latina actual ya no es la misma de la época de Guerra Fría y del anticastrismo. Los países han restaurado relaciones con Cuba y solo los EEUU mantienen un bloqueo inaudito e injusto, que contraviene su proclamada tesis de “un orden internacional basado en reglas”, pues desde 1992 las mismas NNUU han votado, anualmente, contra el embargo norteamericano a Cuba, sin que se cumplan sus resoluciones.
 
Pero la situación internacional de la región es difícil con gobiernos neoliberales capaces de caer en la nueva subordinación “americanista” (
https://bbc.in/3f08Dem). Al mismo tiempo, las fuerzas armadas han sido convocadas en forma directa a enfrentar la nueva “amenaza” que representan China y Rusia para el continente, en la “Conferencia Sudamericana de Defensa” (Southdec) que se realizó en Ecuador a mediados de septiembre 2022, con la participación de la comandante del Comando Sur de EEUU, Laura Richardson (https://bit.ly/3dfaMlB). Otros gobiernos de tipo progresista quieren preservar las soberanías internas y el latinoamericanismo, no consideran a Rusia ni a China como sus “amenazas”, aunque condenan claramente la guerra Ucrania-Rusia. Al mismo tiempo, no se alinean, sino que plantean la paz como principio esencial de la región. De hecho, es amplia la definición de América Latina como región de paz, un principio que consta en diversas Constituciones, como la de Ecuador, en la que el Art. 5 dispone explícitamente: El Ecuador es un territorio de paz. No se permitirá el establecimiento de bases militares extranjeras ni de instalaciones extranjeras con propósitos militares. Se prohíbe ceder bases militares nacionales a fuerzas armadas o de seguridad extranjeras.


En consecuencia, ante el riesgo de que la guerra en Ucrania desate una confrontación atómica entre las potencias involucradas, América Latina es la región que mejor puede abogar por la paz internacional, sin caer bajo definiciones geoestratégicas ajenas a sus realidades e intereses.

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